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– ¿Crees que papá se llevará una sorpresa? -preguntó Brooke.

– Lo que no puedo creer es que vaya a cumplir sesenta y cinco años -dijo Julian, mientras extendía salsa rosa sobre una rebanada de pan.

– Y yo no me puedo creer que por fin vaya a jubilarse -intervino Randy-. Resulta raro, pero este mes de septiembre será la primera vez en casi quince años que no empezamos juntos el curso escolar.

Brooke siguió a los demás al comedor y se sentó con su plato y su lata de Dr. Brown's al lado de su hermano.

– Vas a echarlo de menos, ¿eh? ¿Con quién vas a comer ahora?

En ese momento sonó el móvil de Julian, que se disculpó y salió del comedor, para contestar la llamada.

– Parece relativamente tranquilo, teniendo en cuenta que acaba de salir el álbum -comentó Randy, antes de dar un bocado enorme a un sándwich todavía más colosal.

– Puede que lo parezca, pero no está nada tranquilo. No le deja de sonar el teléfono y todo el tiempo está hablando con gente, pero todavía no hay nada seguro. Tal vez sepamos algo hoy, más tarde, o quizá mañana. Dice que todos esperan que salga en el top veinte de la lista de éxitos, pero supongo que nadie puede garantizar nada -dijo Brooke.

– Es increíble -intervino Michelle, mordisqueando un trozo de pan de centeno-. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿Alguna vez pudiste imaginar que el disco de Julian iba a salir en el top veinte? Hay gente que lucha por algo así durante toda su vida, y éste no es más que su primer…

Brooke bebió el refresco y se secó la boca.

– Todavía no ha pasado… y no quiero gafarlo. Pero sí, tienes razón. Es lo más increíble del mundo.

– No, no es lo más increíble del mundo, ni mucho menos -dijo Julian, mientras regresaba al comedor con una de sus sonrisas marca de la casa. Era tan amplia su sonrisa, que hizo que Brooke olvidase la tensión anterior.

Michelle levantó una mano.

– No seas tan modesto, Julian. Es un hecho objetivo. Colocar tu primer álbum en el top veinte es lo más increíble del mundo.

– Nada de eso. Lo más increíble del mundo es colocar tu primer álbum en el número cuatro de la lista -dijo tranquilamente, antes de regalarles otra de sus seductoras sonrisas.

– ¿Qué? -preguntó Brooke, boquiabierta.

– Era Leo. Dice que aún no es oficial, pero que va en camino de situarse en el número cuatro. ¡El número cuatro! Me cuesta asimilarlo.

Brooke saltó de la silla a los brazos de Julian.

– ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! -no dejaba de repetir.

Michelle soltó un grito y, tras dar un fuerte abrazo a Julian y a Brooke, fue a buscar una botella especial de whisky, para brindar por Julian.

Randy volvió con tres vasos de cóctel y uno de naranjada para Michelle.

– Por Julian -dijo, mientras levantaba el vaso.

Entrechocaron los vasos y bebieron. Brooke hizo una mueca y dejó el suyo en la mesa, pero Randy y Julian prácticamente vaciaron los suyos de un trago.

Randy le dio una palmada en la espalda a Julian.

– Ya sabes que me alegro por ti, por el éxito y blablablá, pero te aseguro que lo mejor de todo… ¡es tener una puta estrella de rock en la familia!

– Bueno, tampoco es para…

Brooke le dio un golpe a Julian en el hombro.

– ¡Es cierto, cariño! ¡Ya eres una estrella! ¿Cuántos pueden decir que colocaron su primer disco en el número cuatro? ¿Cinco? ¿Diez? Gente como los Beatles, Madonna, Beyoncé… ¡y Julian Alter! ¡Es la locura total!

Siguieron festejando, hablando y acribillando a preguntas a Julian durante cuarenta y cinco minutos más, hasta que Michelle anunció que ya era hora de prepararse y que saldrían para el restaurante en una hora. En el instante en que Michelle les dio un montón de toallas y se marchó, cerrando tras ella la puerta del cuarto de invitados, Brooke se abalanzó sobre Julian y lo abrazó con tanta fuerza que los dos se desplomaron sobre la cama.

– ¡Está pasando, cariño! ¡No hay ninguna duda! ¡Realmente, no se puede negar que está pasando! -exclamó, mientras le cubría de besos la frente, los párpados, las mejillas y los labios.

Julian le devolvió los besos y después se apoyó en la cama sobre los codos.

– ¿Sabes qué otra cosa significa todo esto?

– ¿Que ya eres oficialmente famoso? -replicó ella, besándolo en el cuello.

– Significa que ya puedes dejar Huntley. ¡Qué demonios! Puedes dejar los dos trabajos, si quieres.

Ella se apartó y lo miró.

– ¿Por qué iba a dejarlos?

– Para empezar, porque has estado trabajando como una loca los dos últimos años y creo que te mereces unas vacaciones. Y porque las cosas empiezan a venirnos rodadas desde el punto de vista económico. Entre el porcentaje de la gira con Maroon 5, las fiestas privadas que me contrata Leo y los beneficios de este álbum… no sé, creo que ya puedes relajarte y disfrutar un poco de la vida.

Todo lo que Julian decía era perfectamente lógico; pero por razones que no habría conseguido expresar, Brooke se sintió irritada.

– No lo hago sólo por el dinero, ¿sabes? Las chicas me necesitan.

– Es el momento perfecto Brooke. Todavía faltan dos semanas para que empiece el curso escolar, por lo que seguramente tendrán tiempo de encontrar una sustituta. E incluso si decides seguir en el hospital, supongo que aún tendrás días libres.

– ¿Cómo que si decido seguir en el hospital? ¡Julian, estamos hablando de mi carrera, la razón por la que fui a la universidad! ¡Puede que no sea tan importante como debutar en el número cuatro de la lista de éxitos, pero da la casualidad de que adoro lo que hago!

– Ya sé que lo adoras, pero pensé que quizá pudieras adorarlo de lejos durante un tiempo.

Le dio un codazo y sonrió. Ella lo miró.

– ¿Qué me estás sugiriendo?

Él intentó atraerla hacia sí y ponérsela encima, pero Brooke se escabulló. Julian suspiró.

– No te estoy sugiriendo nada espantoso, Brooke. Quizá si no estuvieras tan estresada por los horarios y la carga de trabajo, disfrutarías más del tiempo libre. Podrías viajar conmigo, venir a las fiestas…

Ella guardó silencio.

– ¿Te ha molestado algo de lo que he dicho? -preguntó él, intentando cogerla de la mano.

– No, no es eso -mintió ella-. Me parece que hago un esfuerzo enorme para encontrar un equilibrio entre mi trabajo y todo lo que está pasando contigo. Fuimos juntos al programa de Jay Leno, a la fiesta de «Friday Night Lights», al cumpleaños de Kristen Stewart en Miami y a Bonnaroo. Te visito en el estudio por la noche, cuando te quedas hasta tarde. No sé qué más puedo hacer, pero estoy bastante segura de que la respuesta no es renunciar a mi carrera para seguirte a todas partes. No creo que a ti te gustara eso, por muy divertido que fuera al principio, y sinceramente, me resultaría muy difícil respetarme a mí misma si lo hiciera.

– Sólo te pido que te lo pienses -dijo él, mientras se quitaba la camisa y se dirigía al baño-. Prométeme que te lo pensarás.

El ruido del agua de la ducha ahogó su respuesta. Brooke decidió no pensar más en ello por aquella noche. No era preciso que decidieran nada, y el hecho de que no fueran exactamente de la misma opinión no significaba que tuvieran un problema.

Brooke se quitó la ropa, apartó la cortina de la ducha y se metió dentro.

– ¿A qué debo este honor? -preguntó Julian, con los ojos entrecerrados y la cara cubierta de jabón.

– A que tenemos menos de media hora para ducharnos y vestirnos -dijo Brooke, mientras daba una vuelta completa al grifo del agua caliente.

Julian chilló.

– ¡Ten un poco de piedad!

Ella se deslizó contra él, disfrutando de la agradable sensación de su pecho enjabonado contra el de él, e inmediatamente acaparó el torrente de agua caliente.

– ¡Aaaaah! ¡Qué bien!

Julian puso cara de fingido enfado y se retiró al extremo más alejado de la bañera. Brooke se echó a reír.