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– ¿Estoy invitada? -sonrió Nola-. Podría ser tu acompañante.

– ¿Estás de broma? Me encantaría, pero pensé que no sería posible.

– ¿Creías que preferiría quedarme en Nueva York, para salir con algún perdedor, cuando puedo comer caviar con la mujer de una estrella de rock emergente?

– Hecho. Seguro que Julian estará encantado de no tener que ocuparse de mí toda la noche. -El móvil de Brooke vibró sobre la mesa baja-. Mira, hablando del rey de Roma…

– ¡Hola! -contestó Brooke-. Estaba hablando con Nola de la fiesta de este fin de semana.

– ¿Brooke? ¡Adivina! Me acaba de llamar Leo, que ha hablado con el vicepresidente de Sony. Dice que las cifras iniciales del álbum están muy por encima de sus expectativas.

Brooke oía música y ruido de fondo, pero no recordaba dónde estaba Julian aquella tarde. ¿En Atlanta? ¿O tocaba en Charleston aquella noche? Sí, eso debía de ser. En Atlanta había estado la noche anterior. Recordaba haber hablado con Julian, cuando la llamó a la una de la madrugada, con voz de haber bebido bastante, pero de buen humor. Llamaba desde el Ritz de Buckhead, en Atlanta.

– Nadie quiere asegurar nada todavía, porque aún faltan tres días para que termine la semana del control de radiodifusión, pero la semana del control de ventas ha terminado hoy y al parecer todo va perfectamente encaminado…

Brooke había pasado dos horas la noche anterior leyendo acerca de todos los cantantes y grupos que habían editado álbumes en las últimas dos semanas, pero todavía no podía entender cómo funcionaban los controles de ventas y radiodifusión. ¿Debía preguntárselo a Julian? ¿O se molestaría por su ignorancia?

– … para saltar por lo menos del número cuatro al número tres, ¡y posiblemente todavía más arriba!

– ¡Qué orgullosa estoy de ti! ¿Os estáis divirtiendo en Charleston? -preguntó en tono animado.

Hubo un silencio y por un instante sintió miedo. ¿Sería que no estaban en Charleston? Pero en seguida, Julian dijo:

– Lo creas o no, aquí estamos trabajando: ensayando, actuando, desmontando y volviendo a montar, y pasando cada noche en un hotel diferente… Aquí todos estamos currando como locos.

Brooke guardó silencio un momento.

– No pretendía decir que os pasarais el día de fiesta.

Con gran esfuerzo, consiguió contenerse para no mencionar que la noche anterior la había llamado borracho, de madrugada.

Nola captó la mirada de Brooke y le indicó con un gesto que se iba a la otra habitación, pero Brooke le hizo un ademán negativo y la miró con una expresión que significaba: «No seas ridícula.»

– ¿Todo esto es por haberme marchado en medio de la fiesta de tu padre? ¿Cuántas veces tendré que disculparme por eso? ¡No puedo creer que todavía me sigas castigando!

– No, no es por nada de eso, pero te recuerdo que me avisaste con unos seis segundos de antelación antes de marcharte y que desde entonces no te he vuelto a ver, y ya han pasado dos semanas. -Suavizó el tono-. Supongo que esperaba tenerte en casa uno o dos días después de la sesión de fotografía, antes de que volvieras a irte de gira.

– ¿A qué viene esa actitud?

Para Brooke, fue como una bofetada.

– ¿Actitud? ¿Es tan espantoso preguntarte si te estás divirtiendo? ¿O querer saber cuándo vamos a vernos? ¡Sí! ¡Soy malísima!

– Brooke, ahora mismo no tengo tiempo para una escena.

El modo en que la llamó por su nombre completo le hizo sentir escalofríos.

– ¿Una «escena», Julian? ¿De verdad?

Ella casi nunca le contaba cómo se sentía. Julian siempre estaba demasiado estresado, o demasiado ocupado, o demasiado distraído, o demasiado lejos, por lo que ella procuraba no quejarse y mostrarse animada y comprensiva, como le había aconsejado su madre. Pero no era fácil.

– Entonces ¿por qué te pones así? Siento mucho no poder volver a casa esta semana. ¿Cuántas veces quieres que me disculpe? Todo esto lo hago por los dos, ¿lo sabes? No estaría de más que lo recordaras de vez en cuando.

Brooke volvió a experimentar una sensación de angustia que ya había sentido otras veces.

– Creo que no lo entiendes -dijo en voz baja.

Julian suspiró.

– Intentaré coger una noche libre y volver a casa antes de este fin de semana en Miami, ¿de acuerdo? ¿Te sentirías mejor? No creas que es tan fácil, cuando sólo han pasado dos semanas desde que salió el álbum.

Brooke habría querido mandarlo a hacer gárgaras, pero en lugar de eso, hizo una inspiración profunda, contó hasta tres y dijo:

– Si puedes, sería estupendo. Me encantaría verte.

– Lo intentaré, Rook. Ahora te tengo que dejar, porque tengo prisa, pero recuerda que te quiero. Y que te echo de menos. Te llamo mañana, ¿de acuerdo?

Antes de que ella pudiera decir ni una palabra más, Julian cortó la comunicación.

– ¡Me ha colgado el teléfono! -gritó, antes de estrellar el móvil contra el sofá, donde el aparato botó sobre un cojín y aterrizó en el suelo.

– ¿Estás bien?

El tono de Nola era suave y apaciguador. Estaba en la puerta del cuarto de estar, con una pila de cartas de restaurantes que enviaban la comida a casa y una botella de vino. En el canal de radio del televisor, empezó a sonar Por lo perdido, y las dos se volvieron hacia el altavoz.

Mi sueño se escurrió entre las manos,

como si fuera arena, pero era mi hermano.

– ¿Podrías quitar eso, por favor? -dijo Brooke, cayendo en el sofá con las manos sobre los ojos, aunque no estaba llorando-. ¿Qué voy a hacer? -gimió.

Nola cambió rápidamente de estación.

– Primero, vas a decidir si quieres pollo al limón o gambones al curry del restaurante vietnamita, y después, vas a contarme qué os pasa a Julian y a ti. -Nola pareció recordar la botella que tenía en la mano-. Rectifico. Primero vas a tomar una copa.

Se apresuró a cortar el envoltorio de papel metálico con la punta del sacacorchos y se disponía a descorchar la botella, cuando dijo:

– Creí que habíais superado aquella tontería de la foto con Layla.

Brooke resopló y aceptó la copa de vino tinto, que en ambientes más exquisitos habría parecido demasiado llena, pero en aquel momento le pareció perfecta.

– ¿Qué foto? ¿Aquella donde mi marido aparece agarrando a Layla por la cinturita de sesenta centímetros, con una sonrisa tan enorme y tan decididamente beatífica que parece sorprendido en medio de un orgasmo?

Nola bebió un poco de vino y puso los pies sobre la mesa.

– No era más que una estrellita tonta, tratando de aprovechar el tirón en la prensa de un cantante en ascenso. A ella Julian le da igual.

– Ya lo sé. No es tanto la foto como… ¿Te das cuenta de que Julian salió del Nick's y de unas prácticas de media jornada en un estudio de grabación, para meterse directamente en esto? Todo ha cambiado de la noche a la mañana, Nola. Yo no estaba preparada.

No tenía sentido que lo siguiera negando. Julian Alter, su marido, era oficial e indiscutiblemente famoso. Racionalmente, Brooke sabía que el camino había sido muy largo y tremendamente difíciclass="underline" un montón de años de ensayos diarios, pequeñas actuaciones y muchas horas dedicadas a la composición (por no mencionar las incontables actuaciones y lo mucho que había trabajado Julian antes de conocerla). Había habido demos, maquetas de promoción y singles que siempre estaban a punto de tener éxito, pero nunca lo tenían. Incluso después de firmar el contrato para el álbum que supuestamente no iba a conducir a nada, había habido semanas y meses enteros de discutir minucias jurídicas, de consultar y trabajar con abogados especialistas en la industria del espectáculo y de hablar con artistas más experimentados para pedirles consejo y posiblemente guía. Después vinieron muchos meses en un estudio de grabación del Midtown, exprimiendo los teclados y la voz cientos o incluso miles de veces, hasta conseguir el sonido justo. Hubo reuniones interminables con los productores y con el departamento de nuevos talentos de Sony, y con ejecutivos temibles que tenían las llaves del futuro de Julian en sus manos (y se comportaban en consecuencia). Hubo un casting para elegir a los miembros de la banda y después vinieron las entrevistas y las audiciones; las idas y venidas entre Los Ángeles y Nueva York, para asegurarse de que todo funcionara bien; las consultas con la gente de relaciones públicas, para valorar las percepciones del público, y las instrucciones de los asesores del departamento de prensa sobre la forma de comportarse ante las cámaras, por no mencionar la intervención de la estilista, encargada de la imagen de Julian.