Pero después venía el artículo. No sabía ni por dónde empezar. Seguramente a Julian no le haría mucha gracia lo del «chico formal de buena sociedad». Por mucho que Brooke le repitiera que nadie se fijaba en los colegios en que había estudiado, Julian no podía soportar ni la más mínima insinuación de que sus logros tuvieran algo que ver con su educación privilegiada. El apartado sobre sus aficiones, donde el artículo decía que le gustaba pasar el tiempo con su perro, era un poco humillante para todos los implicados, porque ni siquiera mencionaba los ratos que pasaba con su familia o la de Brooke, ni señalaba ninguna auténtica afición. La sugerencia de que las lectoras de todo el país se sentirían decepcionadas al saber que Julian y Layla no tenían ningún romance era a la vez halagüeña y desconcertante. ¿Y el comentario entrecomillado sobre el apoyo que ella le había brindado a Julian y lo mal que se sentía ahora? Era cierto, pero ¿por qué parecía una insidiosa acusación? ¿Sería cierto que uno de sus amigos había hecho esa declaración, o las revistas se inventaban las cosas cada vez que les convenía y se las atribuían a fuentes anónimas? Pero de todo el artículo, la única línea que le aceleró el pulso fue la que decía que Julian y ella supuestamente estaban buscando «algo mejor» para mudarse. «¿Qué?» Julian sabía muy bien que Brooke estaba desesperada por volver a Brooklyn, pero no habían empezado a buscar, ni mucho menos.
Lanzó la revista al suelo, se puso en pie lentamente, para evitar el mareo del baño caliente, y salió de la bañera. No se había lavado el pelo ni se había enjabonado el cuerpo, pero eso ya le daba lo mismo. Lo único importante era hablar con Nola antes de que desconectara el teléfono y se fuera a dormir. Con una toalla anudada sobre el pecho y Walter lamiéndole el agua que se le escurría por las pantorrillas, Brooke cogió el teléfono y marcó de memoria el número de Nola.
Su amiga contestó después de cuatro tonos de llamada, justo antes de que saltara el buzón de voz.
– ¿Qué? ¿No hemos hablado lo suficiente esta noche?
– ¿Te he despertado?
– No, pero estoy en la cama. ¿Qué pasa? ¿Estás llena de remordimiento por insinuar hace un momento que soy una prostituta?
Brooke resopló.
– Para nada. ¿Has leído Last Night?
– ¡Oh, no! ¿Qué dice?
– Eres suscriptora, ¿no?
– Dime lo que has leído.
– Ve y mira por ti misma.
– Brooke, no seas ridícula. Estoy literalmente entre las sábanas, con la crema reparadora aplicada y me acabo de tomar un Lunesta. No hay nada en el mundo capaz de convencerme para que baje al buzón a ver una revista.
– Hay un recuadro enorme titulado «¿Quién es Julian Alter?» y una foto de nosotros dos en la página doce.
– De acuerdo, te llamo dentro de dos minutos.
Pese a su ansiedad, Brooke sonrió para sus adentros. Sólo tuvo tiempo de colgar la toalla y meterse desnuda en la cama, antes de que sonara el teléfono.
– ¿Lo tienes?
– ¿Tú qué crees?
– Me estás asustando. ¿De verdad es tan horrible?
Silencio.
– ¡Nola! ¡Di algo! Me está dando un ataque de pánico. Es todavía peor de lo que me ha parecido a mí, ¿verdad? ¿Me van a despedir del trabajo por ser una vergüenza para el hospital? A Margaret no le gustará nada que…
– Esto debe de ser lo más fabuloso y genial que he visto en toda mi vida.
– ¿Estamos mirando la misma página?
– ¿Quién es este cantante tan sexy? ¡Sí, claro que estamos mirando la misma página! ¡Y es impresionante!
– ¿Impresionante? -Brooke estuvo a punto de gritar-. ¿Qué tiene de impresionante eso de que mi matrimonio peligra porque no soporto que él sea el centro de atención? ¿O eso de que estamos buscando piso para mudarnos, cuando en realidad ni siquiera hemos empezado?
– Chis -dijo Nola-. Respira profundamente y cálmate. No voy a permitir que conviertas esto en algo negativo, como haces siempre. Párate un segundo a pensar y date cuenta de que tu marido (¡tu marido!) es lo suficientemente famoso para merecer un recuadro grande en Last Night, con un artículo que, en mi opinión, es enormemente halagador. Lo que dice, básicamente, es que todo el país se muere por él, pero es tuyo. ¡Piénsalo un segundo!
Brooke guardó silencio, mientras lo pensaba. Hasta ese momento, no lo había visto de aquel modo.
– Mira la foto grande. Ahora Julian es superfamoso, y tú no eres mala ni rara si toda la situación te coge un poco por sorpresa y te hace sentir un poco mal.
– Supongo que…
– ¡Ya lo sé! Si ha llegado donde ha llegado, en gran parte es gracias a ti. Es lo que hablamos antes. Se lo debe en gran medida a tu apoyo, tu esfuerzo y tu amor. ¡Ahora disfruta y siéntete orgullosa de él! ¿Te das cuenta de que tu marido es famoso y de que las mujeres de todo el país te tienen envidia? ¿Qué más quieres? ¡Disfrútalo!
Brooke estaba callada, mientras intentaba asimilar lo que le decía su amiga.
– Todo lo demás es pura tontería -prosiguió Nola-. No importa que escriban esto o lo otro, sino el hecho de que escriban acerca de Julian. Si te espantas ahora, ¿qué vas a pensar cuando el mes que viene sea portada de Vanity Fair, eh? Dime, ¿qué piensa Julian de todo esto? Imagino que estará eufórico.
Sólo entonces Brooke cayó en la cuenta.
– Todavía no lo he hablado con él.
– En ese caso, permíteme que te dé un consejo. Llámalo y felicítalo. ¡Esto es grande! ¡Es un gran momento para su carrera! Es la señal más clara de que lo ha conseguido. No te enredes en los pequeños detalles, ¿de acuerdo?
– Lo intentaré.
– Coge la revista, métete en la cama y piensa que a muchísimas mujeres de todo el país les gustaría estar ahora en tu lugar.
Brooke se echó a reír.
– Yo no estaría tan segura.
– Es verdad. Bueno, ahora tengo que dormir. Deja de estresarte y disfruta, ¿de acuerdo?
– Gracias, Nola. Lo intentaré. Besos.
– Besos para ti también.
Brooke cogió la revista y se puso a estudiar otra vez la foto, sólo que esta vez se concentró en Julian. Era cierto. No había duda de que en aquel momento, en el instante que captaba la foto, parecía lleno de amor por ella, afectuoso, dulce y feliz. ¿Qué más podía pedir? Y aunque jamás lo habría reconocido ante nadie, era bastante increíble y fantástico verse en una revista como Last Night y saber que tu marido estaba entre los famosos. Nola tenía razón. Tenía que relajarse y disfrutarlo un poco. No había nada malo en eso.
Agarró el teléfono móvil y tecleó un mensaje de texto para Julian:
Acabo de ver Last Night. ¡Impresionante! Estoy muy orgulloso de ti. Gracias por las flores ridículas. Me encantan. Te quiero. Besos y abrazos.
Ya estaba. Eso era justo lo que Julian necesitaba en aquel momento: amor y apoyo, en lugar de críticas y reconvenciones. Orgullosa de sí misma por haber logrado superar el pánico inicial, apartó el teléfono y cogió el libro que estaba leyendo. Mientras lo abría, se dijo que en todo matrimonio hay momentos buenos y malos. Los suyos eran un poco exagerados, porque las circunstancias eran extraordinarias, pero con un poco de dedicación y esfuerzo por parte de ambos, no había nada que no pudieran superar.