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– Y a ti ¿cómo te va el trabajo, Brooke? -preguntó Rohan, con la boca llena de pastelito de menta y chocolate.

Brooke dio un sorbo a su café y dijo:

– Bien. Me encanta el hospital, pero espero poder abrir una consulta propia dentro de un par de años.

– Podrías abrirla con Neha. Últimamente, no habla de otra cosa.

Brooke miró a su amiga.

– ¿De verdad? ¿Estás pensando en establecerte por tu cuenta?

Neha asintió con tanta fuerza, que la coleta se le sacudió arriba y abajo.

– ¡Claro que sí! Mis padres se han ofrecido a prestarme parte del dinero para empezar, pero necesito un socio para que las cosas funcionen. Lo empecé a pensar la última vez que vinimos a la ciudad.

– ¡No lo sabía! -exclamó Brooke, cada vez más entusiasmada.

– No puedo trabajar para siempre en la consulta de un ginecólogo. Si todo va bien, algún día tendremos niños… -Algo en la forma en que Neha miró a Rohan, que inmediatamente se sonrojó y apartó la vista, hizo que Brooke pensara que su amiga debía de estar embarazada de pocas semanas-… y necesitaré un horario más flexible. Lo ideal sería una pequeña consulta privada, especializada en asesoramiento nutricional pre y posnatal, para mamás y bebés. Quizá podríamos tener también una especialista en lactancia; no lo sé, aún no estoy segura.

– ¡Eso mismo, exactamente, he estado pensando yo! -exclamó Brooke-. Necesito entre nueve meses y un año más de experiencia clínica, y después…

Neha mordió delicadamente un trozo de burfi y sonrió. A continuación, se volvió hacia la otra punta de la mesa:

– Eh, Julian, ¿no podrías soltar un poco de dinero para darle un empujoncito a la consulta de tu mujer? -preguntó, y todos se echaron a reír.

Más tarde, cuando los invitados se habían ido a casa y ellos ya habían fregado los platos y plegado las sillas, Brooke se acurrucó junto a Julian en el sofá.

– ¿No te parece increíble que Neha esté planeando exactamente lo mismo que yo? -exclamó entusiasmada.

Aunque la conversación había derivado naturalmente hacia otros temas durante el postre, Brooke no había dejado de pensar en ello.

– Me parece absolutamente perfecto -dijo Julian, mientras le besaba la coronilla.

Su teléfono no había dejado de sonar en toda la noche, y aunque él lo había puesto en silencio y fingía no prestarle atención, era evidente que estaba distraído.

– Más que perfecto, porque en cuanto pueda establecerme por mi cuenta, tendré mucho más tiempo libre para viajar contigo y mucha más flexibilidad que ahora. ¿No crees que será fantástico?

– Hum. Sí, claro.

– Lo que quiero decir es que haría falta muchísimo tiempo y un esfuerzo enorme para hacerlo yo sola (¡por no hablar del dinero!), pero será perfecto hacerlo con Neha, porque podremos cubrirnos mutuamente las espaldas y, aun así, atender al doble de pacientes. ¡Es la solución ideal! -dijo Brooke con expresión de felicidad.

Era la buena noticia que necesitaba. Las ausencias de Julian, el acoso de los fotógrafos y el horrendo artículo todavía la preocupaban, pero una buena perspectiva de futuro era justo lo que le hacía falta para que todo lo demás la afectara menos.

El teléfono de Julian volvió a sonar.

– Responde ya, a ver si así acabamos de una vez -dijo ella, con más irritación de lo que hubiese pretendido.

Julian vio en la pantalla que era Leo y pulsó el botón para hablar.

– Hola, ¿qué hay? ¡Feliz día de Acción de Gracias! -Asintió un par de veces, rió y después dijo-: Sí, muy bien. Claro. Se lo preguntaré, pero estoy seguro de que podrá. Sí, cuenta con nosotros. Hasta pronto.

Se volvió y la miró con una gran sonrisa.

– Adivina adónde vamos…

– ¿Adónde?

– Tú y yo, cariño mío, estamos invitados a la ultraexclusiva recepción de Sony: a la comida y el cóctel. Leo dice que invitan a todo el mundo a la fiesta de la noche, en la ciudad; pero que sólo los principales artistas están invitados para reunirse con los jefazos, de día, en la recepción que organizan en una lujosa mansión de los Hamptons. Habrá actuaciones de invitados sorpresa y viajaremos ¡en helicóptero! Nunca nadie ha escrito nada sobre esa fiesta, porque es terriblemente secreta y exclusiva. ¡Y nosotros estamos invitados!

– ¡Vaya, es increíble! ¿Cuándo es? -preguntó Brooke, pensando ya en lo que iba a ponerse.

Julian se levantó de un salto y se dirigió a la cocina.

– El viernes antes de Navidad. No sé en qué fecha cae.

Brooke cogió el móvil y buscó el calendario.

– ¿El veinte de diciembre? ¡Julian, es el último día en Huntley, antes de las vacaciones de Navidad!

– ¿Y qué?

Julian sacó una cerveza del frigorífico.

– ¡Es el día de nuestra fiesta! ¡La fiesta de Huntley! Me han pedido que planifique el primer menú sano para la fiesta de las chicas. También le prometí a Kaylie que conocería a su padre y a su abuela. Los padres están invitados a la fiesta y ella está muy entusiasmada con la idea de presentarme a su familia.

Brooke estaba orgullosa de su enorme progreso con la niña en los últimos meses. Tras aumentar la frecuencia de sus sesiones y hacer un montón de hábiles preguntas sobre Whitney Weiss, había averiguado que Kaylie estaba coqueteando con la idea de provocarse el vómito y usar diuréticos y laxantes, pero también había podido establecer que la niña no cumplía ninguno de los criterios para diagnosticar un trastorno grave del comportamiento alimentario. Al poder hablar y ser escuchada, y gracias a que Brooke le había brindado atención en abundancia, había recuperado parte del peso que había perdido con tanta rapidez y parecía haber adquirido mayor confianza en sí misma. Probablemente, lo más importante de todo era que se había apuntado al club de teatro y había conseguido un papel secundario pero bastante importante en la producción de la obra West Side Story, que presentaría el colegio aquel año. Por fin tenía amigas.

Julian volvió a sentarse con Brooke en el sofá y encendió la televisión. La habitación se llenó de ruido.

– ¿Puedes bajar eso un poco? -preguntó ella, intentando disimular la irritación en la voz.

Él bajó el volumen, pero sólo después de mirarla con una expresión extraña.

– No quiero parecer insensible -dijo-, pero ¿no puedes llamar y decir que estás enferma? ¡Iremos en helicóptero a conocer a los ejecutivos de la división musical de Sony! ¿No hay nadie más que pueda elegir los pastelitos para la fiesta?

Brooke no recordaba que en ningún momento de sus cinco años de matrimonio Julian le hubiera hablado con tal tono de superioridad y condescendencia. Y lo peor de todo era que ni siquiera se daba cuenta de lo detestable y egoísta que había sido su comentario.

– ¿Sabes qué? Estoy segura de que hay mucha gente capaz de «elegir los pastelitos para la fiesta», como tú mismo has dicho. Después de todo, ¿qué puede importar mi trabajo pequeño y tonto, al lado del tuyo, que tiene categoría internacional? Pero se te olvida una cosa: me encanta lo que hago. Me gusta ayudar a esas chicas. He invertido toneladas de tiempo y energía en ayudar a Kaylie. ¿Y sabes qué? Está dando resultados. Ahora está más sana y feliz que nunca; ya no se culpa a sí misma, ni se pasa el día llorando. Ya sé que en tu mundo eso no es nada, en comparación con un número cuatro en la lista de Billboard; pero en el mío, es algo muy grande. Así que no, Julian, no voy a ir contigo a tu fiesta superselecta, porque yo ya tengo una fiesta a la que voy a asistir.