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– Si lo que está pasando ahora mismo en tu portal es un lejano reflejo de lo que pasó en Los Ángeles, debes de necesitar una copa -dijo, mientras le entregaba a Brooke un vaso de vodka turbio y se sentaba con ella en el sofá-. Bueno… ¿Estás lista para contarme lo que ha pasado? -preguntó.

Brooke suspiró y dio un sorbo a su bebida. El sabor era fuerte, pero le calentó la garganta y le cayó en el estómago de una manera asombrosamente agradable. Se resistía a revivir una vez más aquella noche en todos sus miserables detalles, y sabía que aunque Nola la escucharía con simpatía, nunca podría comprender cómo había sido realmente.

Por eso, le habló a Nola del enjambre de asistentes, de la fabulosa suite en el hotel y del modelo dorado de Valentino. La hizo reír con la historia del guardia de seguridad de Neil Lane y presumió de lo perfectos que le habían quedado el pelo y las uñas. Le contó a grandes rasgos la llamada de Margaret, diciéndole solamente que los directores del hospital estaban locos, pero que realmente había faltado muchos días, y desechó con un gesto la cara de horror de Nola, antes de reír y beber otro trago de vodka. Tal como le había prometido, le contó los pormenores de la experiencia en la alfombra roja («hacía mucho más calor de lo que te puedas imaginar; hasta que no estás ahí, no te das cuenta de la potencia de los focos») y le habló del aspecto de los famosos en persona («en su mayoría más delgados que en las fotos, pero casi todos más viejos»). Respondió a sus preguntas sobre Ryan Seacrest («encantador y adorable, pero ya sabes que soy una incondicional de Seacrest»); le dijo si le parecía o no que John Mayer era suficientemente atractivo en persona como para justificar su larga lista de relaciones femeninas («si quieres que te diga la verdad, yo encuentro más atractivo a Julian, lo que no es un buen augurio, ahora que lo pienso»), y le dio una opinión bastante inútil sobre si Taylor Swift era más guapa que Miley Cyrus o al contrario («todavía no estoy segura de distinguirlas»). Sin saber muy bien por qué, omitió mencionar el encuentro con Layla Lawson, la charla de las dos mujeres en los lavabos y los consejos de Carter Price.

No le dijo lo destrozada que se había sentido cuando colgó el teléfono, después de que Margaret la despidiera. Tampoco le describió la frialdad con que Julian le había contado lo de las fotos, ni que lo peor para ella había sido notar que él sólo pensaba en «reducir el impacto» y «mantener un frente unido». Omitió la parte del recorrido de la alfombra roja durante la cual los paparazzi los habían perseguido haciéndoles preguntas humillantes acerca de las fotos e insultándolos, con la esperanza de que se volvieran y miraran a la cámara. ¿Cómo iba a explicarle lo que había sentido al escuchar la interpretación que hizo Carrie Underwood del tema Before he cheats («Antes de que él me engañe»), preguntándose si todos los presentes en el auditorio la estarían mirando, para luego murmurar entre ellos? ¿Cómo iba a decir lo mucho que le había costado mantener la expresión impertérrita, mientras Carrie entonaba el estribillo de la canción («Porque la próxima vez que engañe a alguien, no será a mí»)?

Tampoco le contó que había llorado en el coche de camino al aeropuerto, ni que había rezado para que Julian le suplicara que se quedara y le prohibiera absolutamente marcharse, ni le dijo que sus protestas tibias y desganadas habían sido devastadoras para ella. No pudo reconocer ante su amiga que había sido la última en subir al avión, porque había conservado hasta el final la patética esperanza de que Julian llegara corriendo a la puerta de embarque, como en las películas, y le rogara que se quedara, ni le había dicho que cuando por fin se adentró por la pasarela y vio que la puerta se cerraba tras ella, lo detestó más por dejarla marchar que por todas las faltas idiotas que hubiera podido cometer.

Cuando terminó, se volvió hacia Nola y la miró, expectante.

– ¿Te ha gustado el informe?

Nola meneó la cabeza.

– Por favor, Brooke. ¿Estás segura de que ésa es la verdadera historia?

– ¿La verdadera historia? -Brooke se echó a reír, pero su risa sonó hueca y triste-. Puedes leerla en la página dieciocho del número de Last Night de esta semana.

Walter saltó al sofá y apoyó la barbilla sobre el muslo de Brooke.

– Brooke, ¿te has parado a pensar que puede haber una explicación lógica?

– No es fácil culpar a la prensa sensacionalista cuando tu propio marido lo confirma.

La expresión de Nola fue de incredulidad.

– ¿Julian ha admitido…?

– Así es.

Nola apoyó la copa y miró a Brooke.

– Para ser exactos, reconoció que hubo «eso de quitarse la ropa» (cito literalmente). Lo dijo como si no supiera cómo sucedió, pero lo cierto es que pasó «eso».

– Cielos.

– Dice que no se acostó con ella. Y se supone que tengo que creérmelo. -Sonó su teléfono móvil, pero ella lo silenció de inmediato-. ¡Oh, Nola! ¡No puedo quitarme de la cabeza la imagen de los dos desnudos, juntos! ¿Y sabes lo más raro de todo? Me siento todavía peor cuando pienso que ella es una chica totalmente normal, porque de ese modo Julian ni siquiera puede alegar como disculpa que estaba borracho y una supermodelo se le metió en la cama. -Levantó un ejemplar de Last Night y lo sacudió-. ¿Ves? Es común y corriente, ¡y eso siendo generosos! Y no olvidemos que él pasó toda la noche flirteando con ella, intentando seducirla. ¿Quieres que me crea que no se acostaron?

Nola bajó la vista.

– Aunque no lo hiciera, es evidente que lo intentó. -Brooke se levantó y se puso a recorrer la habitación de un lado a otro. Se sentía agotada, nerviosa y con ganas de vomitar, todo al mismo tiempo-. Ha tenido una aventura, o ha querido tenerla. Sería una idiota si no lo admitiera.

Nola permaneció en silencio.

– Casi nunca nos vemos, y cuando estamos juntos, discutimos. Ya casi no hacemos el amor. Cuando viaja, sale todo el tiempo; se oyen chicas y música de fondo, y nunca sé dónde está. ¡Ha habido tantos rumores! Supongo que todas las mujeres engañadas del planeta piensan que su situación es diferente, pero sería una tonta si creyera que no puede pasarme a mí. -Exhaló el aire y meneó la cabeza-. ¡Dios, somos iguales a mis padres! Siempre pensé que seríamos diferentes y mira…

– Brooke, tienes que hablar con él.

Brooke levantó las dos manos.

– Estoy completamente de acuerdo contigo, pero ¿dónde está? ¿Comiendo sushi en West Hollywood, antes de iniciar el circuito de los programas nocturnos de entrevistas? ¿No te parece difícil ignorar el hecho de que si verdaderamente quisiera solucionarlo, ahora estaría aquí?

Nola movió un poco el contenido de su vaso y pareció reflexionar sobre ello.

– ¿Podría venir?

– ¡Claro que sí! No es el presidente, ni está operando a corazón abierto, ni tiene que pilotar el transbordador espacial a través de la atmósfera para volver con todos sus ocupantes sanos y salvos. ¡Es sólo un cantante, por el amor de Dios! Y creo que él mismo debería darse cuenta.

– Entonces ¿cuándo vendrá?

Brooke se encogió de hombros y se puso a rascarle el cuello a Walter.

– Pasado mañana, pero no por mí, sino porque Nueva York casualmente está en su programa de viajes. Al parecer, la disolución de su matrimonio no es motivo suficiente para desviarse de su itinerario.

Nola dejó su vaso en la mesita y se volvió hacia Brooke.

– ¿La disolución de tu matrimonio? ¿De veras es eso lo que está pasando?

La frase quedó flotando en el aire.