Hay dieciocho en total y están ordenados cronológicamente. Empiezo por el más reciente. Es un artículo del mes de octubre en el que se comunica que están casi finalizados los preparativos para la creación de un instituto de medicina forense en Groenlandia, bajo la dirección del profesor, doctor en medicina, Johannes Loyen. El siguiente es del año pasado. Es una fotografía con un texto corto. «La comisión ética en la conferencia de Godthaab.» Con kamiks y gorras de pieles. Loyen es el segundo de la izquierda. Es tan alto como los que están en la segunda fila, subidos en unos escalones. El siguiente artículo es de cuando cumplió los setenta, un año antes. El texto dice que se ha prolongado extraordinariamente su contrato, merced a su trabajo relacionado con la creación de un centro estatal de autopsias para Groenlandia. Así continúan los artículos hacia atrás. «Felicidades en el día de su 60 aniversario, profesor Loyen», «El profesor Loyen da una conferencia en la Universidad de Groenlandia, recientemente inaugurada», «Los representantes de la Dirección General de Sanidad en Groenlandia», «de izquierda a derecha, primero el jefe médico municipal de Copenhague y segundo, el jefe médico J. Loyen, director del recientemente inaugurado Instituto de Medicina Ártica». Y así sucesivamente, a través de los setenta y sesenta. No se mencionan las expediciones del 91 y del 66.
El penúltimo recorte es de 1949. Es un pedacito de prostitución escrita. Una mención entusiasta de los nuevos «dumpsters», descargadores, de la Sociedad Criolita Danmark, los cuales han aligerado el transporte de los minerales desde las secciones más profundas de la cantera hasta la superficie de la tierra. Un homenaje cordial al director y consejero Ebel y a su esposa, que están en primer plano. Detrás se encuentran el ingeniero jefe, el doctor Wilhelm Ottesen, y el asesor médico de la sociedad, el doctor Johannes Loyen. La foto está tomada en la cantera de Saqqaq en el momento en que la nueva máquina transporta la primera vagonada hasta la superficie.
Tras esta foto, hay un vacío de diez años. El último recorte es de mayo de 1939.
Se trata de una foto con texto. La foto está tomada en un puerto. Al fondo, se ve una embarcación oscura. En primer plano hay una decena de personas. Caballeros en trajes claros, damas con largas faldas y ligeros guardapolvos. La escena da la impresión de ser un montaje. El texto es muy corto. «La audaz comitiva de Freia Film espera, llena de expectación, la partida hacia Groenlandia.» Seguidamente viene una lista con los nombres de los que componen la audaz comitiva, llena de expectación. El grupo lo componen actores y un director de cine. Y un médico del equipo y su ayudante. El médico se llama Rovsing. No se menciona el nombre del ayudante. Los ayudantes no tenían nombre en la prensa conservadora de los años treinta. Sin embargo, su destino posterior ha retenido incluso esta foto en un archivo y ha ocasionado que alguien haya añadido su nombre con un bolígrafo. Destaca en la fotografía. Es más alto que los demás. Y a pesar de su juventud, su situación de subordinado y su posición detrás de excéntricos que sonreían ante la cámara, se distinguía, ya entonces, su arrogancia. Es Loyen. Doblo el recorte de prensa.
Después del desayuno, me pongo un abrigo largo de ante y el gorro de pieles de Jane Eberlein. El abrigo tiene unos bolsillos interiores muy profundos. Meto en el bolsillo el recorte de prensa, un fajo de billetes, la cinta de Isaías y la carta para mi padre. Entonces salgo. El día ha empezado.
En la tienda de Prontaprint, cerca de la plaza, me hacen una copia de la cinta. También me prestan su listín telefónico. El Instituto Esquimal está en la calle Fiol. Les llamo desde la cabina telefónica de la plaza. Me ponen con un catedrático cuyo acento me hace pensar que debe de ser de origen groenlandés. Le explico que tengo una cinta en groenlandés oriental que no entiendo. Me pregunta por qué no voy a la Casa de los Groenlandeses.
– Quiero un experto. No sólo se trata de entender lo que dice. Quiero intentar identificar al que habla. Busco a una persona que, con sólo escuchar la voz, pueda decirme que el que habla en la cinta se ha teñido el pelo con henna, que sus padres lo azotaron cuando tenía cinco años mientras estaba sentado en el orinal y que, por sus vocales, suena como si hubiera ocurrido en Akunnaaq en 1947.
Empieza a reírse para sus adentros.
– ¿Tiene usted dinero, señora?
– ¿Y usted? Y no soy señora sino señorita.
– En el muelle Svajer. Está en el puerto Sur. El atracadero número 126. Pregunte por el director del museo. -Antes de colgar el teléfono, se vuelve a reír.
Tomo el tren hasta la estación de Enghave. Desde allí quiero ir paseando. He estado mirando el mapa de Copenhague de Krak en la biblioteca de la plaza. Conmigo llevo una impresión interior de un laberinto de calles sinuosas.
La estación está fría. En el andén opuesto hay un hombre. Tiene la mirada anhelosa, fija en el tren que lo llevará lejos, hacia la ciudad, junto con todos los demás. Él es la última persona que veo.
A estas horas, el centro de la ciudad es un hormiguero. La gente llena los grandes almacenes. Se preparan los grandes estrenos teatrales. Están haciendo cola delante de la taberna de Hviid.
El puerto Sur es una ciudad fantasma. El cielo está bajo y gris. El aire que se respira sabe a monóxido de carbono y a sustancias químicas.
Aquel que tenga miedo de que las máquinas estén a punto de tomar el poder, no debería darse un paseo por el puerto Sur. Nadie ha quitado la nieve. Las aceras son impracticables. Por la calzada aparecen, de vez en cuando, convoyes de camiones gigantescos, con cristales negros y vacíos. Por encima de una fábrica de jabones se extiende una alfombra de humo verde. Una cafetería anuncia huevos fritos con patatas. Tras los cristales brillan luces de señalización sobre freidoras solitarias en una cocina abandonada. En un almacén de carbón cubierto por la nieve, se desliza una grúa sin descanso ni finalidad, hacia delante y hacia atrás, sobre sus raíles. Por las aberturas de los portones cerrados de algunos almacenes, salen destellos azulados y chisporroteos de electrosoldadores, también se escapa el tintineo del dinero negro que se está ganando, pero no se oye, sin embargo, ni una sola voz humana. Entonces, la vía se ensancha, convirtiéndose en una imagen de postaclass="underline" una gran dársena, rodeada de bajos almacenes amarillos. El agua se ha helado y mientras me recupero del paisaje que ha venido a mi encuentro, sale el sol, bajo, blanquecino, con un sorprendente tono amarillo, y hace que el hielo reluzca, como una bombilla eléctrica subterránea tras cristales esmerilados. En el muelle, están amarrados pequeños barcos pesqueros de cascos tan azules como el horizonte. En la parte exterior de la dársena, en el puerto mismo, está amarrado un barco de vela de tres palos. Es el muelle de Svajer.
En el atracadero 126 hay un barco de vela. No me encuentro con nadie en el camino. Todos los ruidos de máquinas han desaparecido detrás de mí. Todo está en silencio.
Han levantado una tabla con un buzón blanco sobre el muelle. Encima del buzón han clavado un gran letrero que todavía está cubierto de plástico blanco.
En el espejo de popa pone, con letras doradas, que el barco se llama La Aurora Boreal. Su mascarón de proa está tallado con la forma de un hombre que sostiene una antorcha. El barco tiene un casco negro y lustroso de, por lo menos, treinta metros, mástiles que se pierden en el cielo y que te dan la sensación de estar ante una iglesia y un olor a brea y a serrín. Alguien se ha gastado, hace poco, una fortuna en arreglarlo.
Subo a bordo por una pasarela alfombrada y una barandilla con pomos de bronce pulidos. Toda la cubierta está ocupada por grandes cajas de madera, cerradas y marcadas con «frágil», y por pilas de tablones y cubos de pintura. Todos los cubos están adujados cuidadosamente, toda la madera tiene un profundo lustre oscuro, resultado de una decena de capas de barniz caro para embarcaciones. El esmalte blanco reluce como el cristal. El aire vibra con el olor de pasta para pulir, de epoxi de dos componentes y de estopa. Salvo esta vibración, el barco está aparentemente muerto.