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Ariakan habló con admiración de la disciplina y el entrenamiento de la caballería solámnica. Explicó cómo habían alcanzado la victoria sobre las fuerzas de la oscuridad merced a su disposición al sacrificio en aras de una buena causa.

—Somos nuestros peores enemigos —le dijo al oscuro guerrero—. Todos los comandantes de nuestros ejércitos tenían como único objetivo sus propios intereses. Nuestras tropas carecían de disciplina y no sentían respeto por sus comandantes, y éstos no se respetaban entre sí. Los Caballeros de Solamnia lo definen como «el Mal se vuelve contra sí mismo» y proclaman que es una característica inherente a todas las criaturas malignas. Semejante desorden, falta de disciplina y lealtad, siempre nos conducirá a la derrota.

—¿Y qué propones hacer al respecto? —demandó el oscuro guerrero.

Ariakan se sintió un tanto amilanado, pero continuó explicando su sueño, una misión sagrada que sería la obra de su vida. Quería instaurar una orden de caballeros que rivalizara y finalmente suplantara a los caballeros solámnicos como la fuerza dominante para el orden en el mundo.

Fue entonces cuando el oscuro guerrero se reveló como quien era: una visión de Takhisis desde el Abismo. Aunque no lo complacía aquella descripción tan sincera de sus propios fracasos, era lo bastante sabio para prestar oídos a la propuesta de Ariakan y la tomó en consideración.

Takhisis le ordenó que siguiera.

Sobrecogido, Ariakan abrió su corazón y su alma a su reina. Había visto los puntos fuertes de los Caballeros de Solamnia… y también sus puntos flacos.

—No debemos ser como el roble gigante, que no se dobla y a menudo acaba derribado de raíz. No debemos ser roca, que jamás cede pero puede quebrarse y se desgasta con la acción de los elementos. No debemos ser agua, que apenas presenta resistencia y discurre por cualquier cauce.

»Mis caballeros serán como quebrachos: los troncos fuertes e inmunes al soplo del viento, pero las ramas se mecerán con el aire. Esos árboles son eternos, conservan su firmeza a la vez que se amoldan lo suficiente a los modos del mundo para sobrevivir.

»Las claves para la victoria, reiteró Ariakan, son orden, disciplina y visión. Estableced orden en nuestros seguidores y tendrán éxito. Disciplinadlos, y obtendrán resultados. Dadles la visión, y avanzarán hacia un objetivo común.

A Takhisis le complació la idea de Ariakan y dio su aquiescencia al plan.

De modo que empezó el reclutamiento. Cauta, discretamente, Ariakan comenzó a crear la caballería.

Proclamó como fundamentos de los Caballeros de Takhisis la Visión, el Voto de Sangre y el Código.

La Visión, el Voto de Sangre y el Código

La Visión es, en pocas palabras, una declaración del objetivo final de la caballería. Para los caballeros con rango de guerrero o inferior, la Visión se resume en la frase «Un único orden mundial». El objetivo es ni más ni menos que el total e incuestionable dominio de todo Krynn. El Voto de Sangre y el Código se establecieron para alcanzar ese fin.

Cuando los caballeros que superan el rango de guerrero han pasado la Prueba de Takhisis (véase La Prueba de Takhisis), parte de la ceremonia para la investidura es la Visión Profunda, una percepción mágica en la mente del caballero de la voluntad de Takhisis y de las metas de la caballería. Experimentada tras cuatro días de ayuno y oración a la Reina Oscura, la Visión da al caballero una clara comprensión de los objetivos de la caballería y su propio papel en ese grandioso plan.

El Voto de Sangre es simple: «Sométete o muere». Al incorporarse a la Orden, cada caballero se dedica en cuerpo y alma a la causa. Todo pensamiento basado en «uno mismo» queda enterrado, sublimado. Sin embargo, esto no quiere decir que los caballeros no piensen por sí mismos, lo que dio lugar a la creación del Código.

El Código es complejo en extremo, aunque elegante en su minuciosidad. La exactitud estricta, inflexible, del Código y la Medida de los Caballeros de Solamnia ha causado su larga decadencia desde la Era del Poder, que desembocó en su constante debilitación. A despecho de que los caballeros y otras fuerzas del Bien salieron victoriosos, estaban muy lejos de establecer la paz y el orden en Ansalon.

Conocedor de la debilidad de toda criatura mortal, Ariakan desarrolló un detallado conjunto de leyes que en su mayor parte están relacionadas con situaciones militares, pero que también se extienden a la vida de todos los miembros de la caballería. Se requiere una adhesión estricta al Código, pero cada caso se juzga individualmente y se pueden hacer excepciones.

Los Caballeros de Solamnia celebran consejos para considerar cambios o alteraciones en su Medida. Habiendo asistido a muchos de esos consejos, Ariakan llegó a la conclusión de que eran una pérdida de tiempo, empleado en interminables discusiones y controversias en puntos triviales sobre ley y honor. Ariakan estableció su Código de manera que no hubiera necesidad de debatir matices sutiles. La ley era tal y como estaba escrita. Cualquier violación de la misma era evidente y se resolvía sumariamente.

Sin embargo, reconocía la necesidad de ser flexible según exigiera la ocasión, de modo que estableció recursos por los que podría tomarse en consideración la excepción del Código y aceptarse o denegarse dependiendo de cada caso.

Las excepciones del Código se juzgan por un único caballero que se elige entre varios seleccionados que ocupan un alto cargo. El papel de magistrado está reservado generalmente para caballeros oficiales de alta categoría. En ocasiones se les concede ese derecho a oficiales de rango inferior, aunque la decisión depende de lord Ariakan. (A muchos de los oficiales de alta graduación no se les concede ese derecho, entre ellos a la mayoría de los Caballeros de la Espina). El símbolo visible de un magistrado es un cetro, que le entrega al caballero en cuestión el propio lord Ariakan.

Si el magistrado decide que el Código se ha quebrantado y que no se puede admitir una excepción, al infractor se le impone el castigo. Habida cuenta de que un caballero que viola el Código también ha violado la Visión y ha roto el Voto de Sangre, por lo general el castigo es la muerte.

A diferencia de los Caballeros de Solamnia, a los Caballeros de Takhisis se les permite mentir, robar o cometer asesinato, pero sólo si tales actos están encaminados a la consecución de la Visión y no por interés personal o por perder el control de sí mismo. En consecuencia, los Caballeros de Takhisis no «violan, saquean ni expolian». Tales actos se consideran adversos a la consecución de la Visión, que es el establecimiento de un mundo ordenado, libre del caos.

La ejecución la lleva a cabo el padrino, si está presente, o, en su ausencia, el comandante del caballero. El caballero no ve la muerte como el fin último, sino más como un avance hacia un rango superior. Takhisis es la juez final de la vida de un caballero, y éste es recompensado o castigado eternamente por su Oscura Majestad según sea su decisión. En consecuencia, el caballero no teme a la muerte, pero sí podría temer la ira de la reina en la otra vida. Un caballero que desea apelar al fallo del padrino puede hacerlo; una vez que su alma ha sido enviada ante Takhisis, ésta escuchará esa petición.

Se sabe de caballeros condenados injustamente a los que la Reina Oscura ha enviado de vuelta para «corregir el error». A estos caballeros muertos vivientes se los conoce como «resucitados». Debido a esto, todos los padrinos querrán estar completamente seguros de los hechos y ordenarán la ejecución del caballero sólo tras largas reflexiones y preces.

Parte del Código trata específicamente del establecimiento y mantenimiento de las líneas de comunicación y autoridad. Así, cuando una orden se imparte desde arriba, se despacha rápidamente y se actúa en consecuencia. Pero Ariakan sabía que los caballeros probablemente podrían encontrarse en situaciones en las que estarían solos, incomunicados con la cadena de mando. Por consiguiente, amplias secciones del Código se dedican a la actuación conforme a la Visión. Cuando la comunicación con la Orden queda cortada, los individuos que tengan un concepto claro de la Visión actuarán independientemente a fin de llevar a cabo la voluntad de la organización hasta el momento en que se haya restablecido la comunicación. De este modo, el orden se mantiene en tiempos de caos.