Examinó el lugar cuidadosamente. Allí, en la escena del crimen, una cuesta empinada cubierta de desperdicios descendía desde el arcén de la ruta 112 a las orillas barrosas del río. Donde el suelo se nivelaba había sauces, cipreses y montones de pastos altos. Un muelle viejo y carcomido se extendía unos diez metros dentro del río y luego se sumergía bajo la superficie del agua.
No se veían casas en el área inmediata, a pesar de que Sachs había visto algunas grandes mansiones coloniales no lejos del río. Aunque eran obviamente costosas, notó que hasta esta porción residencial de Blackwater Landing, como la misma capital del condado, parecía fantasmal y abandonada. Le llevó un momento comprender la razón: no había niños jugando en los patios a pesar de estar en las vacaciones del verano. No había piscinas hinchables, ni bicicletas, ni patines. Esto le recordó el funeral con el que se habían cruzado hacía una hora -y el ataúd del niño- y se esforzó por alejar sus pensamientos de ese triste recuerdo para volver a la tarea.
Examinar la escena. Una cinta amarilla circundaba dos áreas. La más cercana incluía un sauce enfrente del cual habían depositado varios ramos de flores, era el lugar donde Garrett secuestró a Lydia. La otra era un claro polvoriento rodeado por una arboleda donde el muchacho había matado a Billy Stail, llevándose a Mary Beth el día anterior. En medio de esta escena había una cantidad de agujeros poco profundos en el suelo, donde la chica estuvo cavando para encontrar puntas de flechas y objetos antiguos. A sesenta centímetros del centro de la escena estaba la silueta pintada con aerosol que representaba el lugar en que cayó el cuerpo de Billy.
¿Pintura en aerosol?, pensó, apenada. Aquellos policías obviamente no estaban acostumbrados a las investigaciones de homicidios.
Un coche del departamento del sheriff se detuvo en el arcén y de él salió Lucy Kerr. Justo lo que necesito, más chapuceros, pensó. La policía saludó a Sachs con frialdad:
– ¿Encontraste algo útil en la casa?
– Unas pocas cosas -Sachs no explicó más y movió la cabeza hacia la ladera de la colina.
Por los cascos escuchó la voz de Rhyme:
– ¿La escena del crimen está tan pisoteada como aparece en las fotos?
– Como si una manada de reses hubiera pasado por aquí. Debe de haber dos docenas de huellas.
– Mierda -murmuró el criminalista.
Lucy había oído el comentario de Sachs pero no dijo nada, se limitó a seguir mirando hacia la oscura confluencia donde el canal se unía al río.
Sachs preguntó:
– ¿Ese es el bote en que el chico se fue? -miró hacia el esquife, varado en la barrosa orilla.
– Ése de allí, sí -dijo Jesse Corn-. No es de él. Lo robó a unas personas que viven río arriba. ¿Quieres examinarlo?
– Después. Ahora, ¿por dónde no habría venido para llegar hasta aquí? Ayer, quiero decir. Cuando mató a Billy.
– ¿Que no hubiera venido? -Jesse señaló el este-. No hay nada por allí. Pantanos y carrizos. Ni siquiera se puede atracar un bote. De manera que vino por la ruta 112 y bajó al embarcadero. O, como tenía bote, supongo que pudo haber llegado remando.
Sachs abrió el maletín de escena del crimen y le dijo a Jesse:
– Quiero una muestra de la tierra de por aquí.
– ¿Muestras?
– Porciones de tierra, ya sabes.
– De la tierra de aquí…
– Sí.
– Seguro -dijo el policía. Luego preguntó-: ¿Por qué?
– Porque si encontramos tierra que no se corresponda con la que hay aquí, podría ser del lugar donde Garrett tiene a esas dos chicas.
– También -dijo Lucy- podría ser del jardín de Lydia o del patio de Mary Beth o provenir de los zapatos de algunos chicos que hayan estado pescando hace unos días.
– Podría ser -dijo Sachs pacientemente-. Pero necesitamos hacerlo de todas formas. -Entregó a Jesse una bolsa de plástico. Se alejó caminando, contento de ser útil. Sachs comenzó a descender la colina. Se detuvo, abrió el maletín de la escena del crimen otra vez. No había bandas elásticas. Observó que Lucy Kerr sujetaba el final de su trenza con algunas-. ¿Me las prestas? -preguntó-. ¿Las bandas elásticas?
Después de una breve pausa la policía se las quitó. Sachs las puso alrededor de sus zapatos.
– Así sabré cuales son mis huellas -le explicó.
Como si con este lío eso supusiera alguna diferencia, pensó.
Caminó hacia la escena del crimen.
– Sachs, ¿qué tienes? -preguntó Rhyme. La recepción del sonido era peor que antes.
– Puedo ver el escenario muy claramente -dijo, estudiando el suelo-. Hay demasiadas huellas. Deben de haber sido ocho o diez personas diferentes las que han caminado por aquí en las últimas veinticuatro horas. Pero tengo una idea de lo que sucedió: Mary Beth estaba arrodillada. Los zapatos de un hombre se acercan por el oeste, en dirección del canal. Son de Garrett. Recuerdo la suela del zapato que encontró Jesse. Puedo ver dónde se para Mary Beth y da un paso hacia atrás. Los zapatos de un segundo hombre se acercan por el sur. Billy. Bajó al embarcadero. Se mueve rápido, en general sobre los dedos de los pies, de manera que corre a toda velocidad. Garrett va hacia él. Forcejean. Billy se apoya en un sauce. Garrett se le acerca. Más forcejeos. -Sachs estudió la blanca silueta del cuerpo de Billy-. La primera vez que Garrett golpea a Billy con la pala, le da en la cabeza. Billy cae. Ese golpe no lo mata. Entonces Garrett lo golpea en la nuca cuando está en el suelo. Ese golpe lo remató.
Jesse emitió una risa sorprendida, mirando fijamente la misma silueta como si estuviera viendo algo completamente diferente de lo que ella veía.
– ¿Cómo sabes todo eso?
Distraídamente ella dijo:
– Por las manchas de sangre. Hay unas pequeñas gotas aquí -señaló el suelo-. Significa que cayeron aproximadamente desde una altura de un metro noventa, de la cabeza de Billy. Pero esa gran mancha diseminada, que parece ser de una carótida o yugular cortada, se formó cuando estaba en el suelo… Bien, Rhyme, voy a comenzar la investigación.
Caminar la cuadrícula. Paso a paso. Los ojos en la tierra y el césped, los ojos en el tronco nudoso de los robles y sauces, hacia las ramas salientes («La escena de un crimen es tridimensional, Sachs», le recordaba a menudo Rhyme.)
– ¿Las colillas de cigarrillos todavía están allí? -preguntó Rhyme.
– Las tengo -Sachs se volvió hacia Lucy-. Esas colillas de cigarrillos -dijo, señalando el suelo-. ¿Por qué no las recogieron?
– Oh -respondió Jesse por Lucy-, esas son de Nathan.
– ¿De quién?