– Por mí, querrás decir. A Harris no le gusta que sus botas se ensucien.
– Usted estuvo muy bien -dijo Sachs secamente-. Sólo quiero asegurarme de que no perjudica nuestras posibilidades de encontrar a esas mujeres.
– Eso no va a pasar. No hay razón para que usted se ponga brava conmigo -Culbeau se dio vuelta alejándose pesadamente.
– ¿Brava? -preguntó Sachs.
– Significa enfadada, sabes.
Se lo dijo a Rhyme, al que le relató el encuentro.
Él le dio poca importancia.
– No tenemos tiempo para preocuparnos de los paisanos, Sachs. Debemos seguir el rastro… Y rápido. Vuelve aquí con lo que encontraste.
Cuando estaban sentados en el bote de camino hacia la otra orilla del canal, Sachs preguntó:
– ¿Cuántos problemas nos puede dar?
– ¿Culbeau? -respondió Lucy-. Es muy holgazán. Fuma droga y bebe demasiado pero nunca ha hecho algo peor que romper algunas mandíbulas en público. Creemos que tiene un escondite en algún lugar y ni siquiera por mil dólares puedo imaginar que se aleje demasiado de él.
– ¿Qué hacen él y sus compinches?
Jesse preguntó:
– ¿Oh, también los viste? Bueno, Sean, el delgaducho, y Rich no tienen lo que llamaríamos empleos de verdad. Limpian y hacen algunos trabajos ocasionales. Harris Tomel ha asistido al instituto, al menos dos años. Siempre está tratando de comprar algún negocio o de conseguir alguna transacción. Según he oído no le va bien con lo que emprende. Pero los tres tienen dinero y eso significa que están en la destilación ilegal.
– ¿De licor? ¿Y no los detenéis?
Tras un momento de silencio Jesse dijo:
– A veces, vas buscándote problemas. Y a veces no.
Lo que constituía un principio filosófico sobre la labor policial que Sachs sabía que difícilmente se limitaba al Sur.
Atracaron en la orilla sur del río, cerca de las escenas de los crímenes; Sachs salió del bote antes de que Jesse pudiera ofrecerle su mano, aunque lo hizo de todos modos.
De repente, una forma enorme y oscura apareció ante su vista. Una barcaza negra, motorizada, de 12 metros de largo bajó por el canal, luego los pasó y se dirigió al río. Leyó en uno de sus costados: DAVETT INDUSTRIES.
Sachs preguntó:
– ¿Qué es eso?
Lucy respondió:
– Una empresa de fuera de la ciudad. Transportan cargamentos por la Intracoastal a través del canal de Dismal Swamp y hasta Norfolk. Asfalto, papel alquitranado, cosas como ésas.
Rhyme la oyó a través de la radio y dijo:
– Pregúntale si había algún cargamento por los alrededores en el momento del asesinato. Consigue el nombre de la tripulación.
Sachs lo mencionó a Lucy pero esta dijo:
– Ya lo hice. Una de las primeras cosas que hicimos Jim y yo -su respuesta fue cortante-. Dio negativo. Si tienes interés en saberlo, también investigamos a todos los que en la ciudad generalmente se desplazan por la ruta del canal y la ruta 112. No hubo ninguna pista.
– Buena idea -dijo Sachs.
– Sólo una norma de procedimiento -respondió Lucy fríamente y caminó hacia su coche como una niña formal que está en la escuela secundaria y por fin ha logrado infligir un hiriente desaire a la primera de la clase.
Capítulo 7
– No le dejaré hacer nada hasta que coloquéis un acondicionador de aire en este cuarto.
– Thom, no tenemos tiempo para eso -exclamó Rhyme. Luego dijo a los trabajadores dónde descargar los instrumentos que había enviado la policía estatal.
Bell dijo:
– Steve anda por ahí tratando de conseguir uno. No es tan fácil como pensé.
– No lo necesito.
Thom explicó pacientemente:
– Estoy preocupado por la disrreflexia.
– No recuerdo haber oído que la temperatura sea mala para la presión sanguínea, Thom -siguió Rhyme-. ¿Lo has leído en algún lado? Yo no lo leí. Quizá me pudieras enseñar dónde lo leíste.
– No necesito tus sarcasmos, Lincoln.
– Oh, soy sarcástico, ¿verdad?
El ayudante se dirigió pacientemente a Belclass="underline"
– El calor hace que se hinchen los tejidos. El edema causa un aumento de la presión e irritación. Y eso puede provocar disreflexia. Que lo puede matar. Necesitamos un acondicionador de aire. Es tan simple como eso.
Thom era el único de los ayudantes cuidadores de Rhyme que había sobrevivido más de unos pocos meses al servicio del criminalista. Los otros o se habían ido o habían sido despedidos perentoriamente.
– Enchufa eso allí -ordenó Rhyme a un policía que colocaba en un rincón un baqueteado cromatógrafo de gases.
– No -Thom se cruzó de brazos y se paró frente a la extensión de cable. El policía vio la expresión en la cara del ayudante y se detuvo sin saber qué hacer, no estaba preparado para enfrentarse al persistente joven-. Cuando tengamos el acondicionador de aire instalado y en funcionamiento… entonces lo enchufamos.
– Dios mío -Rhyme hizo una mueca. Uno de los aspectos más frustrantes de un tetrapléjico consiste en la incapacidad de descargar la ira. Después de su accidente, Rhyme rápidamente se dio cuenta de cómo un acto tan simple como caminar o apretar los puños, sin mencionar arrojar un objeto pesado o dos (pasatiempo favorito de Blaine, la ex-mujer de Rhyme), ayudaba a disipar la furia-. Si me enfado podría comenzar a tener espasmos o contracturas -señaló Rhyme poniéndolo a prueba.
– Ni los espasmos ni las contracturas te matarán, pero la disrreflexia sí lo hará -Thom lo expresó con una pretendida ligereza que enfureció más a Rhyme.
Bell dijo con cautela:
– Dadme cinco minutos -desapareció y los policías siguieron transportando el equipo. El cromatógrafo quedó por el momento sin enchufar.
Lincoln Rhyme estudió los aparatos. Se preguntó cómo sería realmente cerrar los dedos nuevamente alrededor de un objeto. Con su dedo anular izquierdo podía tocar y tenía una leve sensación de presión. Pero asir realmente algo, sentir su textura, peso, temperatura… era algo inimaginable.
Terry Dobyns, el terapeuta del NYPD, el hombre que había estado sentado al lado de la cama de Rhyme cuando despertó después del accidente en una escena de crimen que lo dejó tetrapléjico, había explicado al criminalista todas las consabidas etapas del duelo. Le había asegurado a Rhyme que las experimentaría, y que sobreviviría a todas ellas. Pero lo que el doctor no le mencionó era que ciertas etapas vuelven a escondidas. Que las llevas contigo como virus inactivos que pueden irrumpir en cualquier momento.