– Bueno… -una mirada hacia Rhyme, pero sin fijar la vista- es que pronto tengo unas pruebas que hacer. Estoy en la universidad y muy liado. Como les dije…
Rhyme dijo pacientemente:
– No tenemos realmente más opciones en este caso, Ben. Garrett nos lleva tres horas de adelanto y podría matar a alguna de sus víctimas en cualquier momento, si no lo ha hecho ya.
El zoólogo miró alrededor del cuarto para encontrar un respiro pero no encontró nada.
– Pienso que puedo dedicarle algún tiempo, señor.
– Gracias -dijo Rhyme. Inhaló por el controlador y se movió hacia la mesa donde estaban los instrumentos. Se detuvo y los miró. Sus ojos se dirigieron a Ben-. Ahora, si puedes cambiarme el catéter nos pondremos a trabajar.
El hombretón pareció anonadado. Murmuró:
– Usted quiere que yo…
– Es una broma -dijo Thom.
Pero Ben no sonrió. Movió nerviosamente la cabeza y con la gracia de un bisonte. Caminó hacia el cromatógrafo y comenzó a estudiar el panel de control.
Sachs corrió hacia el laboratorio improvisado en el edificio del condado y Jesse Corn mantuvo el ritmo de la marcha a su lado.
Caminando más pausadamente, un momento después, Lucy Kerr se unió a ellos. Saludó a su sobrino Ben y presentó al muchacho a Sachs y a Jesse. Sachs sostenía en alto un grupo de bolsas.
– Estas son las evidencias del cuarto de Garrett -dijo, y luego levantó otras bolsas-. Estas son de Blackwater Landing, la escena primaria.
Rhyme miró las bolsas, pero lo hizo con desaliento. No sólo había allí muy pocas evidencias físicas sino que estaba preocupado nuevamente por lo que se le había ocurrido antes: tenía que analizar los indicios sin un conocimiento de primera mano de la región circundante.
Pez fuera del agua…
Tuvo una idea.
– Ben, ¿cuánto hace que vives aquí? -preguntó el criminalista.
– Toda mi vida, señor.
– Bien. ¿Cómo se llama esta región del estado?
Se aclaró la garganta.
– Creo que es North Coastal Plain.
– ¿Tienes algunos amigos que sean geólogos especializados en esta región? ¿Cartógrafos? ¿Naturalistas?
– No. Todos son biólogos marinos.
– Rhyme -dijo Sachs-, cuando estábamos en Blackwater Landing vi una barcaza, ¿recordáis? Transportaba asfalto o papel alquitranado proveniente de una fábrica de los alrededores.
– La empresa de Henry Davett -dijo Lucy.
Sachs preguntó:
– ¿No tendrían un geólogo en plantilla?
– No lo sé -respondió Bell-, pero Davett es ingeniero y ha vivido aquí durante años. Probablemente conoce el lugar mejor que nadie.
– Hazle una llamada, por favor.
– Enseguida -Bell desapareció y volvió un momento después-. Hablé con Davett. No tiene ningún geólogo en plantilla pero dijo que él podría ayudar. Estará aquí en media hora -luego el sheriff preguntó-: Entonces, Lincoln, ¿cómo quieres encarar la búsqueda?
– Yo estaré aquí, contigo y con Ben. Vamos a examinar las evidencias. Quiero un pequeño equipo de rescate en Blackwater Landing ya, en el lugar que Jesse vio desaparecer a Garrett y Lidia. Yo guiaré al grupo lo mejor que pueda, dependiendo de lo que revelen las evidencias.
– ¿A quién quieres en el grupo?
– Sachs al mando -ordenó Rhyme-. Y Lucy con ella.
Bell asintió y Rhyme se dio cuenta que Lucy no reaccionó ante esas órdenes acerca de la cadena de mando.
– Me gustaría ofrecerme para la tarea -dijo Jesse Corn rápidamente.
Bell miró a Rhyme, quien asintió. Luego agregó:
– Probablemente uno más…
– ¿Cuatro personas? ¿Eso es todo? -Preguntó Bell, frunciendo el ceño-. Diablos, podría conseguir docenas de voluntarios.
– No, en un caso como este son preferibles menos personas.
– ¿Quién es el cuarto? -preguntó Lucy-. ¿Mason Germain?
Rhyme miró hacia la puerta, no vio a nadie afuera. Bajó la voz.
– ¿Qué pasa con Mason? Tiene una historia. No me gustan los policías con historias. Me gustan las tablas rasas.
Bell se encogió de hombros.
– El hombre ha sobrellevado una vida dura. Creció al norte del Paquo, en el lado que no se debe. El padre trató de encauzar su vida con un par de negocios y luego comenzó a destilar licor ilegalmente y cuando los funcionarios fiscales lo atraparon se suicidó. El propio Mason comenzó desde la nada y llegó a donde está. Hay una expresión por aquí, que dice: demasiado pobre para pintar, demasiado orgulloso para blanquear con cal. Eso es Mason. Siempre se queja de que no lo dejan progresar, que no puede obtener lo que desea. Es un hombre ambicioso en una ciudad que no tiene lugar para la ambición.
– Y anda a la caza de Garrett. -observó Rhyme.
– Buen observador.
– ¿Por qué?
– Mason casi llegó a suplicar que lo nombraran investigador principal en ese caso del que te hablamos, la chica que murió de resultas de las picaduras de avispas en Blackwater, Meg Blanchard. A decir verdad, pienso que la víctima tenía, cómo explicarte, una conexión con Mason. Quizá estuvieran saliendo. Quizá habría algo más, no lo sé. Pero él quería detener a Garrett a toda costa. Sin embargo, no pudo presentar argumentos consistentes. Cuando el viejo sheriff se jubiló, la Junta de Supervisores esgrimió en contra de Mason lo de Garrett. Conseguí el puesto y él no, aun siendo de más edad y con más años en la fuerza.
Rhyme sacudió la cabeza.
– No necesitamos personas exaltadas en una operación como esta. Elige a otro.
– ¿Ned Spoto? -sugirió Lucy.
Bell se encogió de hombros.
– Es un buen hombre. Seguro. Puede tirar bien, pero no lo hará a menos que tenga necesidad.
Rhyme dijo:
– Sólo asegúrate de que Mason esté lejos de la búsqueda.
– No le va a gustar.
– Eso no nos importa -insistió Rhyme-. Encuéntrale otra cosa que hacer. Algo que parezca importante.