El dinero consistía en una masa arrugada de billetes de cinco y diez dólares. Notó que no había ninguna anotación útil al margen de los mismos (donde muchos criminales escriben mensajes o planes, ya que una manera rápida de deshacerse de pruebas incriminatorias es comprar algo y enviar el billete al agujero negro de la circulación). Rhyme hizo que Ben los pasara por el PoliLight -una fuente de luz alternativa- y encontró que tanto los dólares de papel como los de plata contenían fácilmente cien huellas dactilares parciales diferentes, demasiadas como para proporcionar indicios útiles. No se veía una etiqueta con el precio en el marco de la foto ni en el hilo de pescar y por ello ninguna manera de relacionarlos con alguna tienda que Garrett frecuentara.
– El hilo de pescar pesa muy poco -comentó Rhyme, mirando el ovillo-. Es demasiado delgado, ¿no es así, Ben?
– Difícilmente se podría pescar algún pez significativo con él, señor.
Los resultados de los vestigios en el pantalón del muchacho parpadearon en la pantalla del ordenador. Rhyme leyó en voz alta:
– Queroseno, más amoniaco, más nitratos y el canfeno otra vez. Otro diagrama, Thom, si eres tan amable.
Dictó.
ENCONTRADO EN LA ESCENA SECUNDARIA DEL CRIMEN EL CUARTO DE GARRETT
Almizcle de mofeta
Agujas de pino cortadas
Dibujos de insectos
Fotos de Mary Beth y de su familia
Libros de insectos
Hilo de pescar
Dinero
Llave desconocida
Queroseno
Amoniaco
Nitratos
Canfeno
Rhyme miró fijamente los diagramas. Por fin dijo:
– Thom, haz una llamada. A Mel Cooper.
El ayudante tomó el teléfono y marcó el número de memoria.
Cooper, que había trabajado en la oficina forense del NYPD, probablemente pesaba la mitad que Ben. Aunque parecía un tímido agente de seguros, era uno de los hombres más importantes del país en investigación forense.
– ¿Me puedes poner el altavoz, Thom?
Thom presionó un botón y un instante después se escuchó la suave voz de tenor de Cooper:
– Hola, Lincoln. Algo me dice que no estás en el hospital.
– ¿Cómo te has dado cuenta, Mel?
– No se necesita mucho razonamiento deductivo. La identificación de la llamada dice Edificio del Gobierno del Condado de Paquenoke. ¿Estás posponiendo tu operación?
– No. Sólo ayudando en un caso de este lugar. Escucha, Mel, no tengo mucho tiempo y necesito información sobre una sustancia llamada canfeno. ¿Has oído hablar de ella?
– No. Pero quédate en la línea. Voy a consultar la base de datos.
Rhyme oyó un tecleo frenético. Cooper también era el hombre más rápido en el teclado que Rhyme hubiera conocido.
– Bien, aquí estamos… Interesante…
– No necesito algo interesante, Mel. Necesito datos.
– Es un terpeno, carbono e hidrógeno. Derivado de plantas. Solía ser un ingrediente en pesticidas pero fue prohibido a comienzos de los ochenta. Su uso mayoritario comenzó a fines del siglo XIX. Entonces se utilizaba como combustible para lámparas. Era de alta tecnología en su época: reemplazó al aceite de ballena. Entonces era tan común como el gas natural. ¿Estás tratando de encontrar a un sospechoso desconocido?
– No es una persona desconocida, Mel. Es muy conocido. Lo que pasa es que no lo podemos encontrar. ¿Lámparas antiguas? De manera que los vestigios de canfeno probablemente significan que se ha estado ocultando en un lugar construido en el siglo XIX.
– Posiblemente. Pero hay otra posibilidad. Dice aquí que el único uso actual del canfeno es en los perfumes.
– ¿De qué tipo?
– Perfumes, lociones para después de afeitar y cosméticos mayormente.
Rhyme reflexionó sobre ello.
– ¿Qué porcentaje de canfeno hay en un perfume acabado? -preguntó.
– Sólo vestigios. Partes por mil.
Rhyme siempre había dicho a sus equipos forenses que nunca tuvieran miedo de hacer deducciones atrevidas al analizar las pruebas. Sin embargo, tenía en cuenta, a su pesar, el poco tiempo que les podría quedar de vida a las chicas y sentía que apenas tenía recursos suficientes como para seguir uno de los caminos potenciales.
– Tendremos que tirar a suertes en esta ocasión -anunció-. Supondremos que el canfeno proviene de viejas lámparas, no de perfumes, y actuaremos de acuerdo a ello. Ahora escucha, Mel, también voy a mandarte la fotocopia de una llave. Necesito que me digas de dónde es.
– Fácil. ¿De un coche?
– No lo sé.
– ¿De una casa?
– No lo sé.
– ¿Reciente?
– Ni idea.
Cooper dudó:
– Puede ser menos fácil de lo que pensé. Pero házmela llegar y haré lo que pueda.
Cuando cortaron, Rhyme ordenó a Ben que fotografiara ambos lados de la llave y le mandara un fax a Cooper. Luego trató de conseguir a Sachs por la radio. No funcionaba. La llamó a su teléfono móvil.
– ¿Diga?
– Sachs, soy yo.
– ¿Qué pasa con la radio?
– No hay recepción.
– ¿Por qué camino debemos ir, Rhyme? Hemos cruzado el río, pero perdimos la huella. Y, francamente… -su voz se hizo un susurro- los nativos están intranquilos. Lucy me quiere comer para la cena.
– Se han hecho los análisis básicos pero no sé qué hacer con todos los datos, estoy esperando a ese hombre de la fábrica de Blackwater Landing, Henry Davett. Tendría que estar aquí en cualquier momento. Pero escucha, Sachs, hay algo más que debo decirte. Encontré vestigios significativos de amoniaco y nitratos en las ropas de Garrett y en la zapatilla que perdió.
– ¿Una bomba? -preguntó Sachs, demostrando su estupor en la voz.
– Parece que sí. Y ese hilo de pescar que encontraste es demasiado liviano como para pescar en serio. Pienso que lo utiliza para preparar los cables para detonar el artefacto. Ve despacio. Busca trampas. Si ves algo que parezca un indicio, recuerda que podría estar amañado.
– Lo haré, Rhyme.