Davett consultó nuevamente el diagrama.
– Si se encontraron agujas de pino entonces debo pensar en este camino -señaló en el mapa 1-5 y J-8-. Hay pinos por todos lados en Carolina del Norte pero por aquí los bosques son generalmente de robles, cedros antiguos, cipreses y gomeros. El único bosque grande de pinos que conozco está al nordeste. Aquí. En camino al Great Dismal. -Miró con detenimiento los diagramas durante un instante, luego negó con la cabeza-. Me temo que no hay mucho más que pueda decir. ¿Cuántos grupos de búsqueda tenéis por allí?
– Uno – respondió Rhyme.
– ¿Qué? -Davett se volvió hacia él, frunciendo el ceño-. ¿Sólo uno? Está bromeando.
– No -dijo Bell, que parecía a la defensiva frente al firme interrogatorio de Davett.
– Bueno, ¿cuántos hombres lo componen?
– Cuatro policías -dijo Bell.
Davett sonrió con burla.
– Es una locura -mostró el mapa con la mano-. Tienen cientos de kilómetros cuadrados. Se trata de Garrett Hanlon… el Muchacho Insecto. Directamente vive al norte del Paquo. Puede dejaros fuera de terreno en un minuto.
El sheriff se aclaró la garganta.
– El señor Rhyme piensa que es mejor no utilizar demasiada gente.
– No se puede dejar de utilizar mucha gente en una situación como esta -dijo Davett a Rhyme-. Debería tener cincuenta hombres, proporcionarles rifles y hacer que explorasen la zona hasta que lo encontrasen. Lo está haciendo todo mal.
Rhyme se dio cuenta que Ben escuchaba el discurso de Davett con expresión mortificada. El zoólogo supondría, naturalmente, que uno debería usar guantes de seda cuando discute con inválidos. Sin embargo, el criminalista respondió con calma.
– Una gran cacería sólo conseguiría que Garrett mate a Lydia y luego desaparezca.
– No -dijo Davett con énfasis-, lo asustaría y la dejaría ir. Tengo cerca de cuarenta y cinco personas trabajando en un turno de la fábrica en estos momentos. Bueno, una docena son mujeres. No queremos que se impliquen. Pero los hombres… Déjeme traerlos. Encontraremos algunas armas de fuego. Los buscaríamos por Stone Creek.
Rhyme se podía imaginar lo que treinta o cuarenta cazadores aficionados al botín podrían hacer en una búsqueda como ésa. Negó con la cabeza.
– No, no es la manera de manejar la situación.
Sus ojos se encontraron y por un momento un pesado silencio se instaló en el cuarto. Davett se encogió de hombros y fue el primero en mirar para otro lado, pero su retirada no significaba que Rhyme tuviera razón. Significaba lo opuesto: una protesta enfática que decía que al ignorar sus consejos Rhyme y Bell actuaban por su cuenta y riesgo.
– Henry -dijo Bell-, acordé dejar que el señor Rhyme dirigiera la operación. Le estamos muy agradecidos.
Parte de los comentarios del sheriff iban dirigidos al propio Rhyme, y eran una forma implícita de pedir disculpas por las opiniones de Davett.
Por su parte Rhyme estaba encantado de ser la diana de la franqueza de Davett. Si bien admitirlo le resultaba chocante, ya que no creía para nada en premoniciones, pero sintió que la presencia de ese hombre allí constituía una señal de que la operación quirúrgica saldría bien y que tendría un efecto benéfico en su estado. Lo sintió a causa del breve intercambio que había tenido lugar, en el cual el inflexible empresario lo había mirado a los ojos y le había dicho que cometía un tremendo error. Davett ni siquiera se dio cuenta del estado de Rhyme; todo lo que consideró fueron las acciones de Rhyme, su decisión, sus actitudes. Su cuerpo dañado no tenía importancia para Davett. Las manos mágicas de la doctora Weaver lo acercarían un paso más al lugar en que todo el mundo lo trataría de esta forma.
El empresario dijo:
– Rezo por esas chicas -luego se volvió a Rhyme-. Rezaré también por usted, señor. -La mirada duró un segundo más que una despedida normal y Rhyme percibió que la última promesa fue hecha con sinceridad y literalmente.
– Henry es un poco obstinado -dijo Bell cuando Davett salió de la estancia.
– Tiene intereses propios aquí, ¿verdad? -preguntó Rhyme.
– La chica que murió a causa de las avispas el año pasado. Meg Blanchard…
La picaron 131 veces.
Rhyme asintió.
Bell continuó:
– Trabajaba en la compañía de Henry. Iba a la misma iglesia a la que pertenecen él y su familia. No es distinto a la mayoría de la gente de aquí: piensa que la ciudad estaría mejor sin Garrett Hanlon. Sólo que tiende a pensar que su manera de manejar las cosas es la mejor.
Iglesia… oración…
Rhyme de repente comprendió algo. Le preguntó a Belclass="underline"
– La pinza de la corbata de Davett… ¿La J es por Jesús?
Bell rió.
– Lo descubriste. Oh, Henry destrozaría a un competidor sin mover una ceja pero es diácono en la iglesia. Va tres veces a la semana o algo así. Una de las razones por las cuales le gustaría mandar un ejército contra Garrett es que piensa que el muchacho probablemente sea un pagano.
Rhyme todavía no lograba descifrar el resto de las iniciales.
– Me rindo. ¿Qué significan las otras letras?
– Quieren decir «¿Qué haría Jesús?» Eso es lo que los buenos cristianos de por aquí se preguntan cuando se enfrentan a una decisión importante. Yo mismo no tengo ni un indicio de lo que él haría en un caso como éste. Pero te digo lo que yo haré: llamar a Lucy y a tu amiga y ponerlas sobre el rastro de Garrett.
– ¿Stone Creek? -dijo Jesse Corn después que Sachs transmitiera el mensaje de Rhyme a la patrulla de rescate. El policía señaló-: Un kilómetro hacia allí.
Comenzó a caminar por los matorrales, seguido por Lucy y Amelia. Ned Spoto estaba en la retaguardia y sus ojos claros escudriñaban nerviosamente los alrededores.
En cinco minutos salieron de la maraña y tomaron un sendero muy transitado. Jesse les indicó que lo siguieran hacia la derecha, al este.
– ¿Este es el sendero? -Sachs preguntó a Lucy-. ¿El que pensabas que había tomado el chico?
– Exacto -respondió Lucy.
– Tenías razón -aceptó Sachs en voz baja, sólo para sus oídos-. Pero no obstante teníamos que esperar.
– No, tú tenías que demostrar quién estaba al mando -dijo Lucy con brusquedad.
Es completamente cierto, pensó Sachs. Luego añadió: