Como especialista en peces, Ben le había dicho que la conducta animal a veces constituye un buen modelo para los humanos, especialmente en lo que a asuntos de supervivencia se refiere.
La mantis religiosa se frota el abdomen contra las alas, produciendo un sonido espantoso que desorienta a sus perseguidores. La mantis, por otra parte, puede ingerir cualquier criatura viviente más pequeña que ella misma, incluyendo pájaros y mamíferos…
Se cree que los escarabajos peloteros proporcionaron al hombre antiguo la idea de la rueda…
Un naturalista llamado Réaumur observó en el siglo XVIII que las avispas hacen nidos de papel a partir de fibras de madera y saliva. Eso le dio la idea de hacer papel a partir de la pulpa de madera, no de tela, como los fabricante de papel venían haciendo hasta entonces…
Entre todo esto, ¿qué era valioso para el caso? ¿Habría algo que pudiera ayudar a Rhyme a encontrar a dos seres humanos que andaban por algún lugar en ciento sesenta kilómetros cuadrados de bosques y pantanos?
Los insectos hacen mucho uso del sentido del olfato. Para ellos es un sentido multidimensional. Realmente «sienten» los olores y los utilizan para muchas cosas. Para la educación, para la inteligencia, para la comunicación. Cuando una hormiga encuentra comida, vuelve al nido dejando una huella olorosa, al tocar esporádicamente el suelo con su abdomen. Cuando otras hormigas encuentran el rastro lo siguen hasta dar con la comida. Conocen en qué dirección ir porque el olor tiene «forma» el extremo más angosto del mismo señala hacia la comida como una flecha direccional. Los insectos también usan los olores para localizar a enemigos que se aproximan. Ya que un insecto puede detectar una sola molécula de olor a millas de distancia, raramente es sorprendido por un enemigo…
El sheriff Jim Bell entró rápidamente en el cuarto. En su atormentado rostro lucía una sonrisa.
– Acabo de hablar con una enfermera del hospital. Hay noticias de Ed. Parece que está saliendo del coma y dijo algo. Su médico nos va a llamar dentro de unos minutos. Espero descubrir lo que quiso decir con «oliva» y si vio algo específico en ese mapa del refugio.
A pesar de su escepticismo acerca del testimonio de las personas, Rhyme decidió que se sentiría feliz con un testigo. El desaliento, la desorientación de un pez fuera del agua pesaban con agobio sobre él.
Bell caminó lentamente por el laboratorio, mirando con expectación hacia la puerta cada vez que se acercaban unos pasos.
Lincoln Rhyme nuevamente se desperezó, apoyando la cabeza en el cabecero de la silla. Sus ojos iban al diagrama de las evidencias, luego al mapa, luego de vuelta al libro. Y todo el tiempo la mosca verde y negra volaba alrededor del cuarto con una desesperación sin objeto, que parecía equipararse con la suya.
En las cercanías un animal cruzó corriendo el sendero y desapareció.
– ¿Qué fue eso? -preguntó Sachs señalando con la cabeza. A ella el animal le había parecido un cruce entre un perro y un gran gato de albañal.
– Un zorro gris -dijo Jesse-. No los veo con demasiada frecuencia. Pero es cierto que no voy a menudo a pasear por el norte del Paquo.
Caminaron con lentitud mientras trataban de seguir las difusas indicaciones del paso de Garrett por el lugar. Todo el tiempo se mantenían alerta ante el temor que hubiera más trampas mortales y emboscadas en los bosques y matorrales circundantes.
Una vez más Sachs tuvo el presentimiento que la había acosado desde que vieron el funeral del niño esa mañana. Dejaron atrás los pinos y se encontraron en un tipo diferente de bosque. Los árboles eran los que se verían en una jungla tropical. Cuando le preguntó por ellos, Lucy le dijo que eran gomeros túpelo, viejos cipreses pelones, cedros. Estaban unidos por una red de musgos y viñas trepadoras que absorbían el sonido como una niebla espesa y que acentuaba la sensación de claustrofobia de Sachs. Había setas, moho y hongos por todas partes y los rodeaban ciénagas de aguas espumosas. El aroma en el aire era de podredumbre.
Sachs miró el suelo del camino. Le preguntó a Jesse:
– Estamos a millas de la ciudad, ¿quién hace estos senderos?
Él se encogió de hombros.
– En su mayoría malos pagadores.
– ¿Qué es eso? -preguntó Sachs, recordando que Rich Culbeau había dicho lo mismo.
– Ya sabes, alguien que no paga sus deudas. Básicamente significa gentuza. Destiladores de licor ilegal, chicos, gente del pantano, falsificadores.
Ned Spoto tomó un sorbo de agua y dijo:
– A veces recibimos llamadas: ha habido un tiroteo, alguien está gritando, alguien necesita ayuda, hay luces misteriosas que hacen señales. Cosas como esas. Sólo que en el momento que llegamos, no hay nada… Ni un cuerpo, ni un asesino, ni un testigo. A veces encontramos un rastro de sangre pero no lleva a ninguna parte. Respondemos a la llamada, debemos hacerlo, pero nadie del departamento viene solo por estos lugares, nunca.
Jesse dijo:
– Te sientes diferente por aquí. Ya sé que suena cómico, pero sientes que la vida es diferente, más barata. Prefiero arrestar a un par de chicos armados y drogados en un supermercado que venir aquí respondiendo a una llamada. Al menos en la ciudad hay reglas. De alguna manera sabes qué esperar. Por aquí… -se encogió de hombros.
Lucy asintió.
– Es verdad. Y las reglas normales no se aplican a nadie al norte del Paquo. Ni a nosotros, ni a ellos. Te puedes encontrar disparando antes de leerle a alguien sus derechos y estaría perfectamente bien. Es difícil de explicar.
A Sachs no le gustó esa conversación tensa. Si los demás policías no hubieran estado tan sombríos y calmos, hubiera pensado que estaban montando un espectáculo para asustar a la chica de Nueva York.
Finalmente se detuvieron en un lugar donde el sendero se bifurcaba en tres direcciones. Caminaron cerca de quince metros por cada una de ellas pero no pudieron encontrar ninguna pista de cuál habían tomado Garrett y Lydia. Volvieron al cruce.
Sachs escuchó las palabras de Rhyme resonando en su mente: «Ten cuidado, Sachs, pero avanza velozmente. No pienso que nos quede mucho tiempo».
Avanza velozmente…
Pero no había indicios de la dirección que deberían tomar y cuando Sachs miró los obstruidos senderos, pareció imposible que alguien, ni siquiera Lincoln Rhyme, descubriera por donde se había ido su presa.