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Pero el chico sacudió la cabeza.

– Me voy afuera -dijo. Seguidamente se levantó y empujó la puerta.

Ella se quedó unos instantes sentada sin saber qué hacer. Estaba completamente exhausta pero no se acostó en la estera que el chico le había dejado ni trató de dormir. Apagó la lámpara y quitó el trapo de la ventana, luego se sentó en el desvencijado sillón. Se inclinó hacia delante, oliendo el aroma picante del toronjil y observó la silueta encorvada del muchacho, sentado sobre el tocón de un roble mientras miraba fijamente las móviles constelaciones de bichitos de luz que llenaban el bosque a su alrededor.

Capítulo 32

Lincoln Rhyme murmuró:

– No lo creo.

Acababa de hablar con una furiosa Lucy Kerr, quien le informó que Sachs había disparado varias veces contra un policía bajo el puente Hobeth.

– No lo creo -repitió en un susurro a Thom.

El ayudante era un maestro en manejar cuerpos deshechos y espíritus quebrantados a causa de ello. Pero este era un asunto diferente, mucho peor, y todo lo que podía hacer era comentar:

– Se trata de una confusión. La han tomado por otra persona. Amelia no haría algo así.

– No lo haría -murmuró Rhyme. Esta vez dirigía su desmentido a Ben-. De ninguna manera. Ni siquiera para ahuyentarlos -se dijo que nunca dispararía contra un compañero, ni en el caso de tener que huir. Sin embargo, también pensaba en lo que hace la gente desesperada. Los demenciales riesgos que corre. (Oh, Sachs, ¿por qué tienes que ser tan impulsiva y terca? ¿Por qué tienes que parecerte tanto a mí?)

Bell estaba en la oficina frente al vestíbulo. Rhyme podía escuchar que murmuraba palabras tiernas en el teléfono. Supuso que la mujer del sheriff y su familia no estaban acostumbrados a aquellas ausencias nocturnas, la labor policial en una ciudad como Tanner's Corner probablemente no exigía tantas horas como el caso de Garrett Hanlon.

Ben Kerr estaba sentado al lado de uno de los microscopios, con los enormes brazos cruzados sobre el pecho. Miraba el mapa. A diferencia del sheriff, no había llamado a su casa y Rhyme se preguntó si tendría mujer o novia, o si la vida de aquel hombre tímido estaba totalmente dedicada a la ciencia y los misterios del océano.

El sheriff colgó. Volvió al laboratorio.

– ¿Tienes más ideas, Lincoln?

Rhyme señaló con la cabeza el diagrama de evidencias.

ENCONTRADO EN LA ESCENA SECUNDARIA DEL CRIMEN – EL MOLINO

Pintura marrón en los pantalones

Drosera

Arcilla

Musgo de turba

Zumo de frutas

Fibras de papel

Cebo de bolas malolientes

Azúcar

Canfeno

Alcohol

Keroseno

Levadura

Repitió lo que sabían de la casa donde estaba oculta Mary Beth.

– Hay un estanque camino de la casa o cerca de ella. La mitad de los pasajes marcados en sus libros de insectos trata de camuflaje y la pintura marrón de los pantalones es del color de la corteza de los árboles, de manera que el lugar está dentro de un bosque o en sus proximidades. Las lámparas de canfeno datan del siglo XIX, así que el lugar es antiguo, probablemente de la época victoriana. Pero el resto de las pistas no ayuda mucho. La levadura sería del molino. Las fibras de papel pueden provenir de cualquier parte. ¿El zumo de frutas y el azúcar? De la comida o las bebidas que Garrett tenia con él. Sólo que no puedo…

Sonó el teléfono.

El dedo anular izquierdo de Rhyme se crispó sobre el ECU y el criminalista contestó la llamada.

– Hola -dijo al altavoz.

– Lincoln.

Reconoció la voz suave y cansada de Mel Cooper.

– ¿Qué tienes, Mel? Necesito buenas noticias.

– Espero que sean buenas. Investigamos la llave que encontraron. Estuvimos consultando libros y bases de datos toda la noche. Finalmente descubrimos de dónde es.

– ¿De dónde?

– Es de un remolque construido por la McPherson Deluxe Mobile Home Company. Los remolques de este tipo se construyeron desde 1946 hasta principios de los setenta. La empresa ya no existe pero según los catálogos, el número de serie de la llave que tienes se ajusta a un remolque de 1969.

– ¿Alguna descripción?

– No hay imágenes en el catálogo.

– Demonios. Dime, ¿se puede vivir en esas cosas en un parque específico? ¿O se pueden conducir como si fuera un Winnebago?

– Vive en ellas, me imagino. Miden dos metros y medio por seis. No es la clase de vivienda en la que harías un viaje. De todas maneras, no tiene motor. Hay que remolcarla.

– Gracias, Mel. Duerme un poco.

Rhyme colgó el teléfono.

– ¿Qué piensas, Jim? ¿Hay algún parque para caravanas por aquí?

El sheriff parecía dudar.

– Hay un par a lo largo de la ruta 17 y 158. Pero no se hallan cerca del lugar a donde se dirigían Garrett y Amelia. Y están llenos. Es difícil ocultarse en un lugar así. ¿Debo mandar a alguien para que controle?

– ¿A qué distancia están?

– Once o doce kilómetros.

– No. Garrett probablemente encontró un remolque abandonado en algún lugar de los bosques y se lo apropió -Rhyme miró el mapa. Pensó: «Y está aparcado en algún lugar en cien millas cuadradas de territorio selvático».

También se preguntó si se habría librado el muchacho de las esposas. ¿Tenía el revólver de Sachs? En aquellos momentos, la chica estaría durmiendo, con la guardia baja y Garrett esperaría el instante en que estuviera inconsciente. Se levantaría, se acercaría agazapado con una roca o un nido de avispas…

Con la ansiedad carcomiéndolo, extendió la cabeza hacia atrás y sintió el ruido de un hueso. Se paralizó, preocupado por las atroces contracturas que ocasionalmente torturaban los músculos que todavía estaban conectados a los nervios sanos. Parecía por completo injusto que el mismo trauma que dejaba paralizada la mayor parte de su cuerpo también sometiera a la parte sensible a unos temblores de agonía.