Выбрать главу

Esta vez no hubo dolor, pero Thom notó la alarma en el rostro de su jefe.

El ayudante dijo:

– Lincoln, ya está bien… Te tomo la tensión y te vas a la cama. Sin discusión.

– Esta bien, Thom, Está bien. Sólo tengo que hacer una llamada telefónica antes.

– Mira la hora que es… ¿Quién puede estar despierto?

– No es cuestión de quién puede estar despierto ahora -dijo Rhyme con cansancio-. Es cuestión de quién está a punto de estarlo.

* * *

Medianoche, en el pantano.

Los sonidos de los insectos. Las sombras veloces de los murciélagos. Una lechuza o dos. La luz helada de la luna.

Lucy y los demás policías marcharon siete kilómetros hasta la ruta 30, donde les esperaba una caravana. Bell hizo uso de su influencia y «requisó» el vehículo de «Winnebagos Fred Fisher». Steve Farr lo había conducido hasta allí para encontrarse con la patrulla y proporcionarles un lugar para pasar la noche.

Entraron a la minúscula vivienda. Jesse, Trey y Ned comieron con apetito los bocadillos de ternera que Farr les trajo. Lucy bebió una botella de agua y dejó la comida. Farr y Bell, Dios los bendiga, también habían encontrado uniformes limpios para los exploradores.

Lucy llamó y contó a Jim Bell que habían seguido las huellas de los dos fugitivos hasta una casa de veraneo con techo a dos aguas, en la que habían entrado.

– Parece que estuvieron mirando la tele, por increíble que parezca.

Pero estaba demasiado oscuro para seguir las huellas desde allí y decidieron esperar hasta el alba para seguir con la búsqueda.

Lucy cogió ropas limpias y entró al aseo. En la pequeña ducha dejó que el débil chorro de agua cayera por su cuerpo. Se empezó a lavar el pelo, la cara y el cuello y luego, como siempre, sus manos tantearon el pecho liso, percibieron los bordes de las cicatrices y se hicieron más firmes al dirigirse al abdomen y muslos.

Se preguntó otra vez por qué sentía tanta aversión a la silicona o a la cirugía reconstructiva con la que según le explicó el doctor, sacando tejido adiposo de sus muslos o nalgas se podían rehacer los pechos. Hasta los pezones se podían reconstruir, o se los podía tatuar.

Porque era falsa, se contestó. Porque no era real.

Y entonces, ¿por qué preocuparse?

Pero entonces, Lucy pensó: Mira a ese Lincoln Rhyme. Es sólo un hombre a medias. Sus piernas y sus brazos son falsos, una silla de ruedas y un ayudante. Pensar en él le hizo recordar a Amelia y la cólera la invadió una vez más. Dejó a un lado sus cavilaciones, se secó y se puso una camiseta, mientras recordaba distraída el cajón de sostenes que guardaba en la cómoda del cuarto de huéspedes de su casa, y que tenía intención de tirar desde hacía dos años, aunque, por alguna razón, nunca lo había hecho. Después se vistió con la blusa y los pantalones del uniforme. Salió del aseo. Jesse estaba hablando por teléfono.

– ¿Novedades?

– No -dijo-. Todavía están trabajando con las evidencias, Jim y el señor Rhyme.

Lucy rechazó con un movimiento de cabeza la comida que Jesse le ofrecía, luego se sentó a la mesa y sacó el revólver de servicio de la funda.

– Steve -llamó a Farr.

El joven de pelo bien cortado dejó de leer el periódico y la miró con una ceja levantada.

– ¿Me trajiste lo que te pedí?

– Oh, sí. -Abrió la guantera y le entregó una caja amarilla y verde de balas Remington. Lucy retiró los cartuchos de punta redonda de su pistola y los reemplazó por las balas nuevas, de punta hueca, con mucho más poder de penetración y de causar daño en los tejidos blandos cuando alcanzan un ser humano.

Jesse Corn la observó con detenimiento pero pasó un instante hasta que habló, como ella sabría que haría.

– Amelia no es peligrosa -dijo en voz baja, pues las palabras iban dirigidas sólo a Lucy.

Ella dejó el arma sobre la mesa y lo miró a los ojos.

– Jesse, todos dijeron que Mary Beth estaba cerca del océano y resulta que está en la dirección opuesta. Todos decían que Garrett era sólo un chico estúpido, pero es listo como una víbora y nos engañó media docena de veces. No sabemos nada de nada. Quizá Garrett tenga un depósito de armas en algún lugar y algún que otro plan para eliminarnos cuando caigamos en su trampa.

– Pero Amelia está con él. No dejará que suceda.

– Amelia es una maldita traidora y no podemos fiarnos de ella ni una pizca. Escucha, Jesse, te vi esa mirada en la cara cuando te diste cuenta de que no estaba bajo el bote. Sentías alivio. Sé que te gusta y que esperas gustarle a ella… No, no, déjame terminar. Ella sacó por la fuerza a un asesino de la cárcel y si tú hubieras estado allá en el río en el lugar de Ned, Amelia te hubiera disparado lo mismo.

Jesse comenzó a protestar, pero la mirada helada de sus ojos lo hizo callarse.

– Es fácil enamorarse de alguien como ella -continuó Lucy-. Es guapa y viene de otro lugar, un lugar exótico… pero no entiende la vida de este pueblo y no comprende a Garrett. Tú lo conoces, es un muchacho enfermo y sólo por un golpe de suerte no está condenado a cadena perpetua.

–  que Garren es peligroso. No te lo discuto. Es en Amelia en quien pienso…

– Bueno, yo pienso en nosotros y en toda la gente de Blackwater Landing. El chico podría estar planeando matar mañana o la próxima semana o el próximo año si se nos escapa. Cosa que podría conseguir gracias a Amelia. Ahora necesito saber si puedo contar contigo. Si no, te puedes ir a casa y haré que Jim envíe a otra persona en tu lugar.

Jesse miró la caja de proyectiles y luego a Lucy.

– Puedes contar conmigo, Lucy. De verdad.

– Bien. Espero que lo digas en serio. Porque con las primeras luces seguiré su rastro y los traeré de vuelta. Espero que vivos, pero, te lo advierto, eso es secundario.

* * *

Mary Beth McConnell estaba sentada sola en la cabaña, exhausta pero con miedo a dormirse.

Escuchaba ruidos por todas partes.

Había dejado el canapé. Temía que si se quedaba allí se tumbaría y se quedaría dormida y luego se despertaría para encontrar al Misionero y a Tom mirándola por la ventana, listos para entrar. De manera que se hallaba sentada en el borde de una silla del comedor, que era tan cómoda como un ladrillo.

Ruidos…

En el techo, en el porche, en los bosques…