Выбрать главу

—Está la chica au pair, o lo que sea, y una hija… ¿Hay más personas?

—No creo… En realidad no puedo estar segura. A propósito, la hija no vive en la casa. Se presentó en ella para pasar el fin de semana solamente. Me imagino que no se lleva bien con su madrastra. Tiene un empleo en Londres. Me enteré de que anda por ahí con un muchacho al que no le tienen mucho apego los familiares…

—Burla burlando, usted parece conocer muchos detalles relativos a esa familia.

—¡Oh! Lo usual es que una vaya recogiendo datos de aquí y de allí, escarbando como quien dice. Los Lorrimer no paran de hablar. Siempre tienen algo que decir de éste o aquél… Y, normalmente, ¿qué sucede en todas partes? Sin querer, nos enteramos de cosas que realmente no nos importan. Luego, no es raro que de cuándo en cuando una se meta por en medio. Probablemente, es lo que me ha pasado a mí. No sé lo que daría por recordar el nombre de esa joven. Es una palabra relacionada con una canción… ¿Thora? Háblame, Thora, Thora, Thora… Algo así. O Myra… ¿Myra? ¡Oh, Myra! Mi amor es para ti. Algo así. Yo sueño con habitar entre marmóreas paredes. ¿Norma? ¿Vale Maritana? Norma… Norma Restarick. Sí. De eso estoy segura.

Una pausa. La señora Oliver, inconsecuente, añadió:

—Se trata de la tercera muchacha.

—A mí me parece que usted dijo antes que era hija única.

—Y lo es… Eso creo, al menos.

—¿Entonces, qué quiere darme a entender diciendo ahora que es la tercera muchacha?

—¡Santo Dios! ¿No sabe que significa la tercera muchacha? ¿Es que no lee The Times?

—Suelo leer en ese diario los ecos de sociedad: los nacimientos y bodas… ¡Ah! También me fijo en las esquelas mortuorias. Y por supuesto, leo, además, los artículos que me parecen interesantes.

—Yo estaba pensando en los anuncios de la primera página, que por cierto han dejado de aparecer en ella. Por tal razón, tengo el proyecto de cambiar de periódico. Espere. Voy a enseñársela…

Encima de la mesa auxiliar había un ejemplar del The Times.

La señora Oliver mostró aquél a su huésped.

—Aquí tiene… Fíjese en esto: «Tercera muchacha para piso segundo, muy cómodo. Habitación propia. Calefacción central. Sarl’s Court». «Se busca tercera muchacha para compartir piso. Cinco guineas semanales. Habitación propia». «Se busca cuarta muchacha. Regent’s Park. Habitación propia». Así gustan de vivir las jóvenes de hoy en día. El piso es mejor que la residencia o el hotel. La primera de las chicas alquila un piso amueblado y comparte con otras la renta a pagar. La segunda es, frecuentemente, una amiga. Luego, si no conocen a nadie, las dos buscan una tercera anunciándose en la prensa. Como ya ha visto, a veces necesitan una cuarta compañera. La primera se queda con la mejor habitación; la segunda paga algo menos; la tercera, menos todavía que ésta y se ve metida en un cuchitril. Se ponen de acuerdo para disponer del piso libremente una noche por semana, por ejemplo… Todo resulta bastante razonable.

—Y esta muchacha, cuya nombre es posible que sea Norma, ¿dónde vive, dentro de Londres?

—Como ya le he indicado, en realidad no sé nada acerca de ella.

—Pero usted podrá llevar a cabo algunas indagaciones.

—¡Oh, sí! Creo que no me será difícil…

—¿Está usted segura de que en esa conversación no se aludió a ninguna inesperada muerte?

—¿Se refiere usted a una muerte en Londres o en casa de los Restarick?

—Pienso en ambos casos…

—No creo… ¿He de probar, por si puedo averiguar algo de particular?

A la señora Oliver le brillaban los ojos. Le interesaba aquello. Comenzaba a comprender el sentido del diálogo.

—Se lo agradecería mucho.

—Telefonearé a los Lorrimer. No es mala hora ésta… —descolgó el micro—. Tendré que dar alguna excusa, inventar, quizás, alguna historia…

Contempló, vacilante, el rostro de Poirot.

—Naturalmente que sí. Eso se sobreentiende. Usted es una mujer dotada de fértil imaginación… No experimentará ninguna dificultad. Pero, bueno, no sea demasiado fantástica, ¿me comprende? Muéstrese moderada.

La señora Oliver asintió, comprendiendo.

Llamó a la central solicitando un número. Volviendo la cabeza hacia Poirot, siseó:

—¿Tiene usted a mano lápiz y papel o una agenda? Lo digo por si hay que tomar nota de algún nombre o señas… Poirot tenía ya preparada su agenda e hizo un gesto afirmativo, tranquilizándola.

La señora Oliver concentró su atención en el microteléfono, comenzando a hablar. Poirot, a su lado, la escuchaba.

—¡Oiga! ¿Podría hablar con…? ¿Ah? ¿Eres tú, Noami? Ariadne Oliver al habla. ¡Oh, sí! Demasiada gente… ¿Te refieres al viejo? No, tú sabes que yo… ¿Ciego, prácticamente?… Me figuré que iba a ir a Londres con la menuda extranjera… Sí. Debe de ser una preocupación para ellos, a veces… Pero ella parece arreglárselas bastante bien… Una de las cosas que deseaba preguntarte eran las señas de la chica… No. Me refiero a la Restarick… Por South Ken, ¿no? ¿Knighsbridge, quizás? Es que le prometí un libro, ¿sabes? Apunté su dirección en un papel y, como de costumbre, perdí éste. Ni siquiera recuerdo su nombre. ¿Es Thora o Norma? Sí. Yo me inclinaba por este último… Un momento. Voy a coger un lápiz… Sí. Ya estoy lista… Borodene Mansions, número sesenta y siete… Lo sé… Esa gran manzana de casas que recuerda la prisión de Wormwood Scrubs… Sí. Creo que los pisos son muy cómodos; que tienen calefacción central y todo lo demás… ¿Quiénes son las otras dos chicas que viven con ella? ¿Amigas suyas? ¿O bien se han conocido por medio de algún anuncio?… Claudia Reece-Holland… Su padre es miembro del Parlamento, ¿no? ¿Y la otra?… Claro, ya me lo imagino, no lo sabes… ¿A qué se dedican? Esas muchachas dan siempre la impresión de estar trabajando como secretarias en cualquier empresa… ¿No es así? ¡Ah! De manera que la otra es decoradora de interiores… Tendrá que ver con alguna galería de arte… No, Noami. No es que tenga tanto interés en averiguar esos detalles. Una se pregunta, ¿a qué se dedican, normalmente, las chicas de esta generación?… Pues sí. A mí me resulta conveniente el conocimiento de determinadas cosas para mis libros. Verás: hay que mantenerse al día… ¿Qué me contaste acerca de uno de sus amigos?… Los jóvenes suelen hacer ahora lo que les place.

»¿Que tiene un aspecto raro? ¿Es de esos que no se afeitan ni se lavan?… ¡Oh! Esos tipos… Chalecos de brocado, cabellos largos y ensortijados, que les llegan hasta los hombros… Desde luego. Cuesta trabajo, a primera vista, decir que se trata de chicos o de chicas… En efecto. Cuando son personas bien parecidas, uno se acuerda de ciertas figuras de Van Dyck… ¿Qué decías? ¿Que Andrew Restarick lo encuentra odioso?… Sí. Habitualmente, los hombres reaccionan así… ¿Mary Restarick?… No me extraña que una joven tenga discusiones frecuentes con su madrastra. Supongo que la mujer se alegraría al saber que ella había logrado colocarse en Londres… ¿Qué me quieres sugerir aludiendo a las murmuraciones de la gente?… ¿Qué? ¿No lograron saber qué era lo que le pasaba? ¿Quién habló así?… Sí, pero, ¿qué es lo que silenciaron?…

»¡Oh! ¿Una servidora que se puso en contacto con el ama de llaves de los Jenner? ¿Su esposo, quieres darme a entender? ¡Ah! Ya comprendo… Los médicos no pueden averiguarlo… Bueno. Es que la gente tiene malas intenciones. Estoy de acuerdo contigo. Con mucha frecuencia, estas cosas se reducen a simples mentiras… ¿Algo de estómago? Pero… ¡qué ridículo! ¿Que hubo quien pronunció su nombre?… Andrew. ¿Crees que sería posible con esas sustancias destructoras de malas hierbas?… Sí, pero, ¿por qué?… No es el caso de una esposa odiada por espacio de años (se trata de la segunda mujer)… Es mucho más joven que él, hallándose en posesión de un hermoso físico… Podría ser… Sin embargo, ¿por qué la muchacha extranjera había de querer una cosa u otra?… ¿Quieres decir que puede haberse ofendido por ciertas palabras que ante su presencia pronunciara la señora Restarick?… Era muy atractiva… Supongo que Andrew se aficionaría a ella. Nada serio, desde luego. Mary se enojaría y al enfrentarse con la joven…