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un chico de tres años. Alicita una vez dijo que Luisito le había dicho si quería sella novia de él, el idiota, con esa cara de burro. Las patadas que le daba al más chico, a mí me vio un día en el cine que fui a convidarle caramelos a Alicita al asiento y me miró, los zapatos los tiene con suela gruesa, «vos no le tengas miedo y pégale una buena trompada» dijo papá ¿y cómo supo? a mamá sola se lo dije, la trompada debe ser cuando Luisito está mirando para otro lado, en la barriga, y la puerta preparada para correr y cuando me ve otra vez a la salida de inglés? A Alicita la maestra la quiere más que a las otras, más que a todos, que la maestra va a la casa y es amiga de la tía que es linda blanca, no se pinta, cara de que va a la iglesia, flaca, mamá dice que es delicada de salud, porque se enferma de nada, y yo no tengo una tía maestra. Y un día le preguntó la maestra a Alicita cómo estaba la tía, que estaba esperando la cigüeña, y todos los días al pasar por el banco de Alicita a corregirle los deberes le preguntaba cómo estaba la tía, porque si estaba enferma cuaa-do venía el nene no le podía dar la teta, que la tía es flaca y no tiene tetas nada, sería por eso. Y un día Alicita estaba toda contenta y le dijo que la tía había tenido un nene y estaba bien, así que le habfá dado la teta, que se casó con uno del Banco de la cara linda, que siempre está vestido con un traje bueno que papá no se pone y la camisa blanca y la corbata nudito chiquito, como los dibujos del catálogo de Gath amp; Chavy, que es bueno nunca se enoja me parece, y está en el Banco de la Nación con el piso de mármol que encera la madre de la Felisa, todo grande que se puede bailar, y los barrotes dorados de las ventanitas y detrás hace cuentos el que se casó con la tía de Alicita, con cara de las cintas. Que el nenito recién "nacido cuando aprenda a hablar le va a dar un beso y le va a decir «te quiero mucho papá» ¿y no lo pinchará con la barba al nenito? No, porque no, que se afeita siempre, está detrás de los barrotes que brillan de oro, el piso brilla de mármol, la cara brilla de afeitada. Papá tiene la barba que pincha porque está nervioso, en el negocio que están las boídale-sas sucias con chorreadas violetas de vino, y siempre con el poncho de tío Perico que murió. El poncho marrón como tierra, los médanos si sopla el viento fuerte se cambian de lugar y hay que tapar las bordalesas que yo les saco el tapón para mirar adentro. Y lo dibujé al que se casó con la tía de Alicita y me salió igual, que hice los dos ojos bien iguales grandes abiertos con pestañas y una nariz chica y la boca chica con los bigotes finitos y el pelo con el pico en la frente y sin raya como Robert Taylor, que el tío de Alicita si fuera artista haría que se casa con Luisa Rainer en El gran Ziegfeld en vez de que ella se muera, cuando está enferma y se está por morir y lo llama por teléfono al ex esposo Ziegfeld que la dejó por otra y ella le dice que está sana para que Ziegfeld no se ponga triste, y apegas es la mitad de la cinta pero ella no sale más porque se muere enseguida, y mucho mejor sería que en eso suena el timbre y Luisa Rainer va a abrir y es uno que se equivocó de puerta, que es el tío de Alicita, pero Luisa Rainer está tan cansada después de levantarse a hablar por teléfono que se desmaya ahí mismo en la puerta, y él entra y la levanta y llama enseguida A mandadero del hotel, porque están en un hotel de lujo, que es un chico sin padre, que el padrastro le pega. Y lo manda a la farmacia a buscar remedios y mientras la pone a Luisa Rainer en el diván, y enciende la chimenea, la tapa con el quillango blanco de armiño, para que Luisa Rainer esté abrigada que estaba congelada, y se da cuenta de que ella está por morir. Pero con la ayuda del chico mandadero que llega cargado de remedios. Y en El gran Ziegfeld se muere de verdad, por la mitad de la película, y no sale más, que es una artista que me gusta, y después sale Myrna Loy que no me gusta mucho, alta, nunca se muere en ninguna cinta, a mí me gusta más Luisa Rainer que hace siempre de buena que todos la embroman, y a veces se muere, pero al final es lindo que mueran pero cuando se mueren por la mitad no aparecen más. Entonces sería lindo que siguiera la cinta con el que se casó con la tía de Alicita, ayudado por el mandaderito, empiezan a cuidarla a Luisa Rainer y el mandaderito se va a la cocina del hotel y se roba ravioles, una perdiz y tajadas de arrollado, no, mejor imperial ruso, y las trae y al principio ella dice que no tiene hambre pero el tío de Alicita le empieza a contar que con la nieve que empieza a caer van a hacer muñecos, van a ir a dar vueltas en trineo a la hora de la siesta y el mandaderito se pone triste porque no le dice que lo van a llevar, pero por lo menos contando esas cosas Luisa Rainer se va comiendo algunos ravioles, y un poco de perdiz y un buen pedazo de imperial, que nadie le traía nunca nada de comer. Y el hombre ve el piano y se pone a tocar y el mandaderito hace un zapateo y la Luisa Rainer se pone a cantar como al principio de la cinta y él se queda con la boca abierta y se miran con el mandaderito que se come un poco de imperial y el tío de Alicita no lo reta. Y todos los días después del Banco él viene a cuidarla a Luisa Rainer y el mandaderito le cuenta si ella comió o no, que ahora en la pieza tiene comida de sobra. Y el tío un día la besa en la boca y le dice que la quiere y yo desde la cocina del hotel le tiro una moneda al del organito que pasa por la calle para que toque una pieza y Luisa Rainer se levanta poco a poco y se da cuenta que se está curando y salen a bailar; Y ella está contenta, piensa que ahora van a salir juntos y se van a casar, pero él está triste. Y el mandaderito viene y los ve bailar y piensa que se van a casar y lo van a llevar a vivir con ellos. Y corre y lo abraza y le da un beso fuerte en los cachetes al hombre, que tiene esa cara linda de bueno bien afeitado, bien peinado con gomina, y le dice «¡no voy más con mi padrastro!» y el chico se da vuelta para decirle a Luisa Rainer que van a ir a vivir a una cabaña en el bosque nevado y ve que Luisa Rainer tiene los ojos llenos de lágrimas: es que el tío de Alicita se ha ido, y ya no vuelve más, porque ahora la tía de Alicita tuvo un nene y él no puede ir más a lo de Luisa Rainer después del Banco porque es casado. Y ya sería el final y no sé si se moriría Luisa Rainer, no importa porque si es al final ya no puede salir en la cinta, y el mandaderito llora todas las noches, bien despacito para que el padrastro nervioso no se despierte y le grite. Cachetada fuerte como le dio la maestra a la de Chávez nunca vi, pobre la de Chávez es buena y de las más petisas más que yo en la fila, que vive en la tierra, yo soy el que mejor dibuja, Alicita también pero menos que yo, yo soy el mejor alumno y después viene ella. El año pasado yo no iba a piano pero tenía el catecismo y tenía que estar con las monjas y no sé cuánto. Y mañana el cumpleaños de la de González, y viene la Paqui, grande de quinto, «a golpes se hacen los hombres» dice papá que me quiere comprar la bicicleta grande que me caigo, no se cae la Paqui que es grande está en quinto, es buena, medio linda pero con la cara flaca. Alicita cara gorda linda, los dientes lindos pero los de las esquinas largos de perro y en la risa los ojos de china y japonesa. La Hermana Clara es la que más me gustaba, jpvencita, mamá nunca la vio, no me cree que era tan linda, igual a Santa Teresita en el libro de misa. La cara de buena me la puso desde el primer día del catecismo, pero después cuando vio que me aprendía todos los rezos y los mandamientos y todo, todo, me empezó a querer, me dijo «curita», que iba a ponerme de cura, estar en la Iglesia. Al cura lo vimos poco y a la Hermana Mercedes seria recién cuando terminamos el primer librito de rezos: al colegio de Hermanas todos los días para el catecismo y me saqué las ganas de ver por dentro el colegio, que es para chicas nada más, Los cortinados sin fruncir negros como el hábito de las monjas, todo de la misma tela negra. La Hermana Clara no me asustó, en el primer librito eran los mandamientos y el niño Jesús y los Reyes, pero en el segundo libro empezaron con el fin del mundo. Empieza con una tormenta el fin del mundo. Puede venir cualquier noche. Y hay que rezar antes de dormir para estar preparado. Y hay que rezar aunque no sea el fin del mundo, que a la mañana siguiente mamá o papá pueden estar muertos, se mueren durmiendo. Empieza con una tormenta el fin del mundo, mientras todos están durmiendo y suena un trueno despacio. Y relampaguea un refucilo, pero todas las ventanas están cerradas y nadie lo ve. Después empieza a gotear la lluvia. Y un poco más de truenos, como una tormenta, pero nada más. Hasta que empeora de veras, y mamá se despierta para cerrar las canaletas que no se inunden los canteros, y mira porque hay refuciles, muchos juntos, que de golpe parecía de día y se ve todo en el patio, hasta las gallinas duras en el fondo, todas mirando paradas en el gallinero. Y los truenos más fuertes de a poco hasta que uno es como un cañonazo y ya no hay nada que hacer: cae un rayo lleno de electricidad que se hunde en el medio de la plaza y la tierra se parte como un pedazo de carbón. Y un chico le preguntó a la Hermana Mercedes si la lluvia no apagaba el incendio y ella contestó que «era peor», porque «era una lluvia de gotas de fuego», que entonces yo no sé dónde nos metemos, porque se irán quemando las casas como sánguches de arriba por la lluvia y de abajo por la tierra encendida y se viene todo abajo. Y la de González preguntó si la gente no se podía meter en la Iglesia y en el Colegio de Hermanas y dijo que no, que «estarán cerrados con llave y pasador, el Padre y las Hermanas serán los primeros que se presentarán a Dios para el juicio final». Entonces serán ellos los primeros que se reciben las gotas de fuego, que deben agujerear el hábito negro de las monjas y la sotana negra del cura, y los va a agujerear a ellos, y por los agujeros se va a ver todo lo feo, los racimitos, y los cañitos enredados, y la taza verde para abajo, en el aparato digestivo-reproductor. Pero es pecado pensar eso de las monjas y el cura que son de Dios, yo creo que a ellos les caerá una lluvia distinta, de gotas negras de alquitrán hirviendo que va agujereando y al mismo tiempo tapando todo de negro como al empedrar las calles. Lástima la Hermana Clara, es linda pero verde la cara buena de Olivia de Havilland y yo le dije que era buena como Santa Teresita, no me asustó con el fin del mundo. A la noche no hay que comer mucho que da sueños malos y mamá no me dio más huevos fritos de noche, ni siquiera pasados por agua. No me puedo dormir y después sueños de miedo, mamá y papá apagan la luz que ya se leyeron todo el diario, que a veces oigo que mamá le lee a papá en voz alta porque papá es mimoso, de Tobruk y de Rommel y de Pantelleria que ya me tienen cansado. La Paquita nu tiene miedo a las tormentas. Viene todos los sábados a la siesta a jugar con mi compañero de banco y yo. Lo mejor es a la selva. Y ahora lástima que no están más los árboles de peras que parecía más la selva, el día que los cortaron era temprano y cuando me levanté ya sabía que los árboles estaban cortados, casi de raíz y quedaba un poquito de tronco y nada más, había que dar toda vuelta al negocio para no pasar por el patio a verlos. No me acerqué a ver los tronquitos, pero le deben doler al árbol todos esos hachazos, esa madera clarita de adentro tiene que ser más blanda, papá, ¿se puede masticar la madera blanda? y «no, no hagas eso» y papá, ¿los árboles sienten algo? y «no, no sienten nada» pero tuvieron que agrandar el negocio y papá no quería hacer cortar los árboles y yo tampoco. Voy a hacer fuerza para no pensar más en eso. Y él tampoco pasó a mirar los árboles de pera recién cortados, dio toda la vuelta por el negocio para no ver, y le pregunté si había llorado que tenía los ojos rojos y dijo que los hombres no lloran, que era de dormir. Pero yo lo había visto cuando recién se levantó y no tenía los ojos así, el pelo revuelto y la barba que pincha. Mamá hizo como yo, se tapó la vista y ahora la selva son las bordalesas, todas en fila, un tablón va de una fila a la otra, es el río Amazonas. Los cocodrilos están escondidos debajo de los tablones, la chica tiene que pasar y se cae del tablón, se cae al río. Tiene que correr sin que la alcancen los cocodrilos, que con esa boca grande se la tragan. Y si por ahí la agarran, los buenos vienen y tienen que soltarla de los cocodrilos a la chica, pero si se la alcanzan a comer a la chica ya se termina el juego y entonces de golpe a cambiar, y la chica se transforma en el cocodrilo que la tiene agarrada la suelta y sale corriendo con los buenos porque se lo come la chica que parecía tan buena pero yo grité «cambiemos de juego a que la chica es el cocodrilo» y se volvió cocodrilo que con esas bocas que se tragan enteros un hombre dan más miedo que los leones, pero más miedo dan todavía las plantas carnívoras del fondo del mar. Que Alicita es buena yo creía, pero por ahí le guiña el ojo a la madre, o a la de González, «¡cambiemos juego!» le grito a la Paqui y se vuelve cocodrilo, Alicita de golpe se pone que no me muestra el dibujo que hizo, y no me contesta si le hablo, y me dice mentiras guiñando los ojos, y siempre los ojitos lindos de chinita como siempre, que se ríen, y los dientes de Alicita lindos aunque con los de los costados largos de perro… pero que a lo mejor no son de perro,… son ya medios de cocodrilo, y las piernas con zoquetes lisitas… pero que a lo mejor si en ese momento le toco… siento que no es lisita como parece, que tiene toda una costra filosa como los cocodrilos, dura y pegajosa que na se le puede clavar el cuchillo, los que caen al agua se gastan todos en clavarle el cuchillo en el lomo pero no pueden y es ahí que el cocodrilo gana tiempo y se los come. Solamente poniéndolos patas para arriba se les ve la parte blanca amarilla más clara, y por ahí es donde se les puede clavar el cuchillo. Pero no voy a pensar más en eso, que es feo. Yo sé una poesía en inglés. Pero la profesora no sabe la que canta John Payne en A La Habana me voy, que yo quería aprenderla en inglés. Rita Hayworth en Sangre y arena canta en castellano y a papá le gustó, que ese día era a beneficio de la Sociedad Española: el gallego Fernández vino a casa a vender entradas y papá se compró para él también. A papá no le va a gustar, ay qué miedo, no le va a gustar, y ¡sí! muchísimo, que salió contento de haber ido y «ahora voy a venir siempre con ustedes al cine», que viendo la cinta se había olvidado de todas las cuentas del negocio, y salíamos del cine caminando y papá decía que le gustaba Rita Hayworth más que ninguna artista, y a mí me empieza a gustar más que ninguna también, a papá le gusta culando le hacía «toro, taro» a Tyrone Power, él arrodillado como un bobo y ella de ropa transparente que se veía el corpino, y se le acercaba para jugar al toro, pero se reía de él, que al final lo deja. Y a veces pone cara de mala, es una artista linda pero que hace traiciones. Y decime papá todas las otras partes que te gustaron, cuál artista te gusta más. ¿Rita Hayworth? y así íbamos a hablar toda la cena de la cinta, y no sería como verla de nuevo? y mejor todavía era si íbamos a la confitería «La Unión» tomando un cívico con sánguches, que si pasan Alicita y la madre yo quería que lo vieran a papá que estaba todo vestido con la camisa blanca y el traje azul marino que nunca se pone, y la cara linda sin la barba y el pelo con gomina. Y ya se lo estaba por decir que fuéramos a la confitería pero en la esquina del cine estaban los empleados del negocio y lo empecé a tironear a papá pero agarró para donde estaban ellos y a decirles que fueran a ver la película y que por radio transmitían la pelea del campeonato, y el campeonato y el campeonato, y yo le dije a mamá que fuéramos a la confitería y mamá me miró que me callara, que si íbamos teníamos que invitar a todos y pagarles y yo se lo iba a decir lo mismo a papá sin que me oyeran los otros pero papá les dijo que vinieran a casa que algo comían, unos chorizos y un poco de vino y escuchaban la pelea y nada más que hablar de la pelea y esos tontos por la pelea no fueron a ver a la noche Sangre y arena que si íbamos con papá a la confitería hubiese sido lo más fantástico que hay, comiendo los sánguches de miga que son los más caros. Y después no volvió más a ir al cine, que dice que aunque vaya se le pasan por delante todas las cuentas del negocio con los pagarés y los vencimientos y no ve la cinta. Pero Sangre y arena la había podido ver. ¿Le gustó Sangre y arena a la maestra de primer grado? ganas de ir a convidarla con caramelos y mamá no me dejó. En las butacas de más atrás de todo con el marido de la nariz torcida. Llegué tarde al colegio el primer día de clase que hasta última hora me parecía que tenía ganas de hacer caca, primer grado y estaba la maestra con el guardapolvo apretado de cinturita de corsé de Lo que el viento se llevó y los tacos en punta de pies y los rulos y la cara linda de las bailarinas que bailan en fila, no la cara traicionera de Rita Hayworth: papá dice que es la más linda de todas. Voy a escribir en letras grandes R. de Rita y H. en letras grandes, le dibujo de fondo un peinetón y algunas castañuelas. Pero en Sangre y arena traiciona al muchacho bueno. No quiero dibujar R. H. en letras grandes. Y ya estaban empezadas las clases y «niño pase al pizarrón» que de lejos parecía negro lisito pero de cerca era lleno de pozos. La maestra con la mano de ella me lleva la mano y quedaron en el pizarrón dibujados los palotes, y por ahí me soltó la mano que en la mano tenía un anillo tan grande la maestra y le vi los dientes porque se estaba riendo y quedó dibujada otra fila de palotes en el pizarrón. Mamá no se quiso nunca poner los tacos altos como ella y yo no me daba vuelta a hacer bochinche con los chicos, siempre hay que mirar a la maestra, pintados los ojos con las cejas de hilito y los rulos negros en la frente con la peineta de piedritas y todas las vueltas del delantal y los tacos altos en punta de pie, que con brillo de dorado en los aros y el anillo, brillo de piedritas en la peineta y brillo de ganas de comer de dulce de ciruela en los dedos de los pies pintados con esmalte. Y en el cine siempre de lejos la saludo y ella me hace una risita y mamá no quiere nunca acercarse a quedarnos parados charlando un rato con la maestra de primer grado. Y yo me quedé parado charlando en la vereda de Raúl García, la segunda vez; la primera vez caminando subido por el tapial del fondo del negocio y miré y del otro lado estaba hachando leña Raúl García en la casa, miró para donde estaba yo y empezamos a hablar, le pregunté si era de Buenos Aires así le pude decir que había estado en Buenos Aires y que había visto obras de teatro y las ganas de preguntarle si la quería a la de Millán. La de Millán está de luto y pone cara de media muerta y la acompaña siempre Raúl García, que él no trabaja y no tiene madre y viven los dos hermanos con el padre y se lavan la ropa ellos, y el viejo hace la comida y no trabaja ninguno. Y cuando vamos para el cine con mamá vemos siempre en la puerta al viejo o a Raúl García o al hermano. Mamá dice que está una hora en el espejo para peinarse todos esos rulitos, con el pelo más largo que ninguno en Vallejos, cuando recién llegaron todos se reían, yo creía que era de algún circo que había venido de golpe, el hermano flaco con cara verde como la Hermana Clara, el padre con ojos saltones y Raúl García que cuando baila en el club con la de Millán pone cara de estar dormido con los ojos cerrados y que sueña que baila no sé dónde que le gustará tanto, en la corte de María Antonieta con Norma Shearer de la peluca más alta que hay. Y algunos muchachos andan con las chicas un tiempo y después las dejan y a veces no las dejan, más y se casan, si no con las maestras reas que andan con los viajantes, la de Millán no. Pero tiene las piernas gordas y cuando baila se larga toda para adelante que parece desmayada y le quería preguntar a Raúl García eso, cuando estaba subido en el tapial, si la quería para casarse, yo no quiero que se case, él más lindo que ella, pero estaba hachando la leña sin camisa y se le veían los brazos y el pecho de tener fuerza de boxeador como los malos pistoleros, ganas de pincharle la carne dura del brazo con una aguja de coser, o con un alfiler de gancho, o con la lanceta de hacer alfombras. Que no le debe salir sangre, la carne de fuerza es distinta. En la cara no tiene carne de fuerza, tiene carne de bueno que muere en la guerra. Y se levantan todos a las doce los García y el viejo alunado y los dos hermanos alunados no se hablan nunca y a la tarde cortando leña y yo le conté que había estado en Buenos Aires y él no conoce Buenos Aires, a mí me dio vergüenza que le pregunté, «en Buenos Aires fui al teatro de noche» y «vi El mercader de Venecia» que no vimos porque era la obra mejor y no había nunca entradas. Mamá me contó el argumento. Y él dijo que cómo tan chico entendía todo tan bien y casi le digo que tengo miedo a las tormentas, él no debe tener miedo a los truenos ni refocilos como los leñadores o de la policía montada del Canadá, qué lindo irnos a vivir a una cabaña, porque con la fuerza que tiene puede matar a los osos y si yo me quedo en el trineo desmayado en la nieve viene y me salva y en la cabaña tiene preparado un cívico de cerveza con sánguches de miga que trajimos del pueblo, y yo le cuento todo como es Buenos Aires y después todas las noches le cuento una obra distinta y después empiezo a contarle cintas y jugamos a cuál es la cinta más linda y hacemos una lista, y después de cuál es la artista más linda y cuál trabaja mejor y cuál es el número musical que le gustó más de los que le conté, que él vio pocos: casi todas cintas de pistoleros. Raúl García tendría que sacar a bailar a la maestra de primer grado, pero es casada, si no sería lo mejor, porque ella no tiene las patonas gordas de la Millán, y va siempre en tacos de los más altos, y es linda de las que son pobres al principio y se meten de batadanas y un pistolero la mandonea y un muchacho de la banda se enamora, que es Raúl García, y juntos deciden escaparse y pasan mil peligros, hasta que se esconden en un barco que va al Japón, en el camarote de un marinero borracho muy viejo que no se da cuenta, y ellos se tienen que desvestir, y ella al principio no quiere pero él empieza a besarla y deciden casarse en secreto ante Dios en el medio del mar, y de día están escondidos en un bote salvavidas, y de noche cuando el marinero borracho se va a hacer la guardia en el timón, ellos van al camarote, se desnudan y se besan y se acuestan y se duermen besándose agarrados, que ella no tiene más vergüenza de estar desnuda porque se han casado. Y se dan unos besos largos, larguísimos de quererse mucho, y ella está contenta con Raúl García que es tan bueno y nada le da miedo, mientras que el pistolero lo que quería era hacerle lastimaduras con el pito, que era malísimo. Y piden un nene, ella se pone a rezar a Santa Teresita para que le haga tener un nene, y no sabe si va a venir o no, y el viaje es largo que no se termina nunca, y por ahí ella ve que se le empieza a poner grande la barriga que se le está llenando de la leche que le va a dar al nene, y una mañana se siente mal de anta barriga que tiene y le dan mareos y Raúl García la cuida, y trata de consolarla que ella no da más del viaje tan largo, siempre en ese bote salvavidas, y están en eso cuando oyen un nene que llora, y se miran entre ellos y ella que estaba verde como la Hermana Clara se pone linda, linda de la alegría y lo manda a él a que busque al nene, que Dios lo ha dejado escondidito adentro de una soga arrollada, y el padre lo encuentra y lo besa, y se lo lleva a la madre que enseguida le empieza a dar la teta y al día siguiente llegan a una isla de palmeras y a ella le penen un collar de flores y la policía no los encuentran nunca más. Ahora voy a dibujar los carteles de una cinta policial y no pasa más la hora de la siesta, por suerte mañana no importa que el patio esté embarrado y no podemos jugar porque está el cumpleaños de la de González a las cuatro y vamos todos los chicos, los que pueden ir bien arreglados. Mamá me prometió que hoy no dormía y papá no la dejó hasta que a las tres hoy voy a piano, la porquería de escalas, y después inglés y después juego un poco con el Lalo y después paso en limpio el problema de regla del tres con la ilustración del molino, no como el molino del tanque que hay al fondo del negocio, mucho mejor un molino holandés, y las cuatro aspas grandes caladas amarillas y el paisaje con lomitas casi tapadas de tulipanes de todos los colores, Alicita dijo que es la flor que más le gusta y dijo que estaba en penitencia «Toto, no vengas a jugar» y a mamá le dije-y-le-dije vamos a La Plata que dan cintas nuevas y hay tortas más altas que en Vallejos y las jugueterías que me quedo una hora en la vidriera, y la casa de altos de abuelita, y lo único que no hay son collares de flores como en las cintas hawaianas, y no hay tulipanes, que solamente hay en Holanda y no los pueden mandar por la guerra. Si Alicita un día se pone a llorar a los gritos que quiere tulipanes no se los van a poder comprar porque no hay y no hay y no hay. Lo que se podría es dibujar uno o mejor comprar cartulina cara de todos colores y recortar tulipanes rojos, anaranjados, eremitas, amarillos, celestes, violáceos, lilas, azules, rosas, blancos, y echarles perfume y ella después no sé lo que hará, los pegará en la pared, o los guardará en el cuaderno, o lo mejor de todo es si me salieran recortados muy lindos que se los pusiera con una horquilla, un tulipán rosa un día, y un tulipán celeste otro día, en el pelo, que es ese cabello tan lindo como hilos de bordar plantas brillosas en el cubrecama de mamá. Las siete, las siete, todavía sigue el cumpleaños, oscuro como a las doce de la noche en este zaguán no vive nadie, me pego contra la pared y si pasa papá no me ve. Mamá… no le cuentes a nadie! Mamá está en el cine… un rayo se va a hundir en pleno cumpleaños, en el patio de la de González; y si hubiese caído antes de la rumba María de Bahía, al empezar María de Bahía tendría que haber caído el rayo. Mamá… no se lo digas a nadie! si supiera donde no lo voy a encontrar… ¿en casa o en el cine? los chicos todavía en el cumpleaños, al final sirven más torta, a esta hora no hay nadie en la calle, en esta vereda podrían asesinar a alguien y no habría testigos, y todo lo salado del copetín de grandes, iba a sobrar mucho ¿y estará en casa? o se habrá ido con mamá al cine? ¿la habrá dejado ir sola al cine? papá. En este zaguán me puedo esconder como en el patio de la Paqui inmunda y de Raúl García ¿la habrá dejado ir al cine a mamá sola? ¡a lo mejor mami en el cine con la Felisa, y papá en casa, y yo puedo meterme en el cine, que no va a estar papá sentado con mamá y va a saber lo que pasó, que es pecado mentir y le voy a tener que contar todo a papá, no, papá está en el cine, hoy está en el cine, yo me meto en casa y me lavo y papá no va a saber que lloré, entro al baño, voy al lavatorio… y papá está haciendo pis y yo no lo había visto! y me ve que lloré en el cumpleaños de la de González! ¿y si no está? pero siempre está al volver del cine… pero se fue a alguna parte, a lo mejor que lo llamaron a un partido en la cancha vasca, y resulta que empezaron a jugar y se fueron del entusiasmo a otro pueblo para un desafío… y a otro… y mañana domingo no va a tener colectivo para volver. Con el sombrero de papel con flecos, Alicita se dio vuelta y me dijo (ya le había tocado torta) que era repugnante con demasiada manteca, con el mismo sombrero yo me senté al lado de ella, a repetir chocolate y todos los chicos a correr al patio, la Paqui se hizo la grande y se quedó con los grandes en el comedor hablando. A jugar de correr y chocarse y caerse que el hermano gordo más chico de la de González no se podía levantar. ¿Y ahora qué harán? hasta las ocho dura el cumpleaños, le llevé de regalo Robinson Crusoe. Y el padre de la de González vino a decir que eran juegos brutos y ya estaba viniendo un poco de frío, con el sudor las gotas frías abajo de los brazos y nos hizo entrar a todos de nuevo: el que más líos y gritos había pegado era el bobo de Luisito Castro que levantaba polvareda y adentro qué vamos a hacer? los grandes bailan, y a bailar los chicos y yo la saqué a Alicita siguiendo el compás y nos salió bien sin saber, terminaba una pieza, empezaba otra y Alicita al lado mío diciendo cuál tenía el vestido más feo de todas, que Alicita no se escapaba para secretos con la de González al lado mío esperando otra conga, y un vals es de vueltas y la conga en fila, la rumba una hamaca y por ahí Alicita se fue al baño. ¡La mesa de los grandes! una jarra llena de copetín y me dieron un chupito: una jarra llena de agua que quema la garganta color de limón. ¡Y esta es otra rumba, María de Bahía, la pieza más linda para bailar! ¿y Alicita justo se fue ahora al baño? no contesta nadie pero en el baño no hay nadie y en la pieza de arriba la puerta está cerrada: ¿se abre la puerta en casa ajena? y adentro estaba una parecida a Alicita, una que se había puesto el vestido de Alicita, que la había agarrado en el baño y le había quitado el vestido. Pero era Alicita. Sentada jugando al dominó, con Luisito Castro. Con ese patas de caballo. Y me miraba con los ojitos que se ríen. Los cuatro jugando al dominó, la de González con otro del grado del Castro y con los ojitos chinos me dice que estaba jugando a los secretos y que me tenía que ir. Y yo la agarré del brazo y tironeando que viniera a jugar a bailar. Y Luisito Castro me dijo que me rompía una pierna que me fuera, papá, ¿pero cómo va a ser tan malo ese chico? papá, Luisito me dice que me va a romper la pierna, pero es que dice así, pero no va a ser malo, no me va a hacer nada ¿yo le tenía que pegar antes? ¿me había quebrado la pierna? las agujas, mil agujas clavadas al mismo tiempo son como un martillazo, son como la patada de Luisito Castro, con toda la fuerza largó el pie con el zapato puesto. Y enseguida me acordé que no tenía que llorar, papá, papá, nada de llorar fuerte, lo más despacio que pude: si Alicita se hubiese dado vuelta a mirar una murga de carnaval por la ventana no se habría dado cuenta que me dolía tanto de no aguantar las lágrimas y no se dio vuelta? ¿me subo a una palmera?… y salto de un techo al otro y con una soga del campanario pego