Выбрать главу

Madre se acuerda del final del humano Edmond. Eso fue cuando la primera guerra contra las enanas. Edmond había querido ayudarlas. Había salido del subterráneo. Pero a fuerza de manipular las feromonas estaba completamente impregnado de ellas. Hasta tal punto que, sin saberlo, pasaba en el bosque por… una hormiga roja de la Federación. Y cuando las avispas del abeto (con las que entonces estaban en guerra) descubrieron sus olores pasaporte, se abalanzaron todas contra él.

Le mataron, tomándole por una belokaniana. Debió de morir feliz.

Más adelante, ese Jonathan y su comunidad habían reanudado el contacto…

Vierte un poco más de hidromiel en los vasos de los tres nuevos, que no dejan de atosigarle con preguntas.

– Así que el Doctor Livingstone puede transcribir nuestras palabras ahí arriba…

– Sí, y nosotros recibimos las suyas. Sus respuestas aparecen en esta pantalla. Bien se puede decir que Edmond lo consiguió.

– ¿Qué se decían? Y ¿qué se dicen ahora?

– Bien… Después de su éxito, las notas de Edmond pierden concreción. Se diría que ya no le interesaba anotarlo todo. Digamos que, al principio, se describieron el uno al otro y que cada uno describió su mundo. Así supimos que su ciudad se llama Bel-o-kan, que es el eje de una federación de muchos centenares de millones de hormigas.

– ¿Es increíble!

– A continuación, ambas partes consideraron que era demasiado pronto para que la información se difundiese entre sus respectivas poblaciones. Así, establecieron un acuerdo que garantizaba el secreto absoluto sobre su «contacto»

– Por eso Edmond insistía tanto en que Jonathan construyese todos esos trucos -interviene un bombero. Sobre todo, no quería que la gente se enterase de todo demasiado pronto. Imaginaba con horror la porquería que la televisión, la radio y los periódicos harían con semejante noticia. ¡Las hormigas convertidas en una moda! Veía ya la publicidad, los llaveros, las camisetas, los espectáculos de las estrellas del rock…, todas las estupideces que se podían hacer en torno a este descubrimiento.

– Por su parte, Belo-kiu-kiuni, la reina, pensaba que sus hijas querrían inmediatamente luchar contra esos peligrosos extranjeros -añade Lucie.

– No, las dos civilizaciones no están aún preparadas para conocerse y, no soñemos, comprenderse… Las hormigas no son ni fascistas, ni anarquistas, ni monárquicas… Son hormigas, y todo lo que concierne a su mundo es diferente de lo nuestro. Eso es lo que crea riqueza.

El comisario Bilsheim es quien hace esta declaración apasionada; decididamente ha cambiado mucho desde que abandonó la superficie, y a su jefe, Solange Doumeng.

– La escuela alemana y la italiana se equivocan -dice Jonathan. Porque tratan de englobarlas en un sistema de comprensión «humano» El análisis, así, resulta forzosamente burdo. Es como si ellas intentasen comprender nuestra vida comparándola con la suya. Una especie de mirmeomorfismo. Y el caso es que la menor de sus peculiaridades es fascinante. No comprendemos a los japoneses, a los tibetanos o a los hindúes, pero su cultura, su música, su filosofía son apasionantes, incluso deformadas por nuestro espíritu occidental. Y el futuro de nuestra Tierra es el mestizaje, no puede estar más claro.

– Y ¡qué es lo que las hormigas pueden aportarnos culturalmente? -se sorprende Augusta.

Jonathan, sin contestar, le hace una señal a Lucie. Ésta se eclipsa unos segundos y vuelve con la que parece un bote de confitura.

– Miren; sólo esto ya es un tesoro. Melado de pulgón. Vamos, pruébenlo.

Augusta se aventura con un índice prudente.

– Hummmm…, muy azucarado… ¡Pero es muy bueno! Y no se parece en nada al paladar de la miel de abeja.

– Ya lo ves. ¿No te has preguntado cómo nos las arreglábamos para sobrevivir diariamente en este doble callejón sin salida del subsuelo?

– Ah, bueno, sí, precisamente…

– Son las hormigas quienes nos alimentan con su melado y su harina. Almacenan reservas para nosotros ahí arriba. Pero eso no es todo; hemos copiado su técnica agrícola para cultivar setas agáricas.

Levanta la tapa de una gran caja de madera. Y ahí aparecen unas setas blancas que se asientan en un lecho de hojas fermentadas.

– Galin es nuestro gran especialista en hongos.

Este último sonríe con modestia.

– Aún tengo mucho que aprender.

– Muy bien. Setas, miel… Sólo con eso deben de tener carencia de proteínas…

– Quien se cuida de las proteínas es Max.

Uno de los bomberos señala el suelo con el dedo.

– Yo recojo todos los insectos que las hormigas meten en la cajita que hay a la derecha de la caja grande. Los hervimos para que las cutículas se desprendan. Son como gambas muy pequeñas, tanto por su gusto como por su apariencia.

– Sepan ustedes que aquí, haciendo las cosas bien, existe toda la comodidad que se pueda desear -añade un policía. La electricidad la produce una minicentral atómica, cuya perspectiva de mantenerse en funcionamiento es de quinientos años. Fue Edmond quien la instaló los primeros días de su estancia aquí… El aire pasa por las chimeneas, el alimento procede de las hormigas, tenemos nuestra fuente de agua fresca y, además, tenemos una tarea apasionante. Tenemos la sensación de ser los pioneros de algo muy importante.

– En realidad somos como cosmonautas que viviesen permanentemente en una base, dialogando a veces con unos vecinos extraterrestres.

Risas. Una corriente de buen humor electriza las médulas espinales. Jonathan propone volver al salón.

– ¿Saben? Durante mucho tiempo estuve buscando la manera de conseguir que mis amigos viviesen juntos a mi alrededor. Probé con las comunidades, los falansterios… Pero nunca lo conseguí. Acabé creyendo que no era más que un tono utopista, por no decir un imbécil sin más. Pero aquí…, aquí están pasando cosas. Nos vemos obligados a convivir, a completarnos, a pensar juntos. No tenemos elección. Si no nos entendemos, morimos. No hay posibilidad de fuga. No sé si eso procede del descubrimiento de mi tío o de lo que nos enseñan las hormigas con su simple existencia por encima de nuestras cabezas, pero por el momento nuestra comunidad funciona de maravilla.

– Funciona, incluso a pesar de nosotros…

– A veces tenemos la sensación de que producimos una energía común de la que cada uno puede libremente aprovecharse. Es raro.

– Ya he oído hablar de eso en relación con los rosacruces y algunos grupos de francmasones -dice Jason. Ellos lo llaman egregor: el capital espiritual del «rebaño» Como un depósito en el que cada uno vierte su energía para hacer una «sopa» que cada uno puede aprovechar… Por regla general, siempre hay un ladrón que se aprovecha de la energía de los demás para fines personales.

– Aquí no tenemos ese tipo de problemas. No puede haber ambiciones personales cuando se vive en una pequeña comunidad bajo tierra…

Silencio.

– Y cada vez se habla menos, porque no hace falta para comprenderse.

– Sí, aquí están pasando cosas. Pero aún no las comprendemos ni las controlamos. Aún no hemos llegado, sólo estamos a mitad del viaje.

Otro silencio.

– Bueno, resumiendo, espero que les guste vivir en nuestra pequeña comunidad.

La 801 llega agotada a su ciudad natal. ¡Lo ha conseguido! ¡Lo ha conseguido!

Chli-pu-ni opera inmediatamente una CA para saber lo que ha pasado. Lo que oye le confirma sus peores suposiciones en cuanto al secreto oculto bajo la losa de granito.

Decide de inmediato atacar militarmente Bel-o-kan. Las soldados se pertrechan. La novísima legión volante de rinocerontes está dispuesta.

La 103.683 emite una sugerencia. Mientras una parte del ejército estará combatiendo de frente, doce legiones rodearán silenciosamente la Ciudad para intentar el asalto a los aposentos reales.