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– Soy la persona que le ha salvado su lamentable culo y créame, siento haberle molestado. Dejé caer dos redes llenas de erizos por salvar su lamentable culo muerto. Soy el capitán, así que puede salir de mi puto barco. Y mientras está en ello, quitase de encima de mí.

No se atrevió a moverse otra vez porque el cuchillo no lo hizo, pero más pronto o más tarde, iba a desmayarse sobre ella otra vez. No podía imaginar que no lo haría y entonces arrojaría su culo desagradecido a los tiburones.

* * *

Lev Prakenskii mantuvo su peso sólidamente sobre la pequeña arpía que escupía y gruñía bajo él. Estaba mareado, desorientado y la cabeza le dolía como una hija de puta. No tenía ni idea de donde estaba o que estaba sucediendo, pero tenía que valorar y dar sentido a la situación rápidamente. Estaba en un barco pesquero. Sólo parecía haber una persona a bordo, una mujer con un problema de actitud.

No era fría y tranquila como un operativo. No estaba atemorizada como estaría un objetivo. Estaba furiosa. No podía ver que tuviera ninguna arma, sólo las herramientas de su arte. Nunca había visto un barco pesquero inmaculado, pero si había tal cosa, era este. Todo parecía estar en una condición prístina, aunque gastado por la edad y el tiempo. La podría matar instantáneamente, con el cuchillo o simplemente rompiéndole el cuello y tirando su cuerpo por la borda, coger su buque y escapar, o…

Ella hizo un sonido de pura ira, la rabia la recorría como una marea. Podía sentir como su resistencia le llegaba en ondas, cuando debería haber estado asustada a muerte. Había algo valiente en ella. Y ella realmente le había sacado del mar y revivido, eso era verdad, así que quizá le debía más que una muerte rápida. Ella hablaba inglés con acento norteamericano.

– ¿Quién es usted? -siseó con voz amenazadora. "Empujó" temor en ella, queriendo dominarla rápidamente porque su fuerza se estaba acabando.

– Soy su peor pesadilla -le respondió siseando, de ninguna manera intimidada. Los ojos oscuros no abandonaban su cara, no parpadeaban. Ella tenía una mirada feroz que le intrigaba cuando poco lo hacía ya. No parecía intimidada. De hecho, estaba tan furiosa, que se le ocurrió que podría estar pensando en intentar atacarle.

La risa onduló por su mente. Él no se había reído en años. No podía recordar sentir diversión, pero allí estaba. Estaba agotado, la cabeza parecía estar partiéndosele, no tenía la menor idea de donde estaba o quien trataba de matarlo y quería reír. Esta cosita de mujer pensaba que ella era su peor pesadilla. No tenía la mejor idea de qué había sacado del mar. Había utilizado una elección interesante de palabras para describirse. Estaba bastante seguro que ella era exactamente lo que parecía, un buzo, uno que había arriesgado su vida para salvarle. Él era exactamente lo que ella había dicho que era, la peor pesadilla de cualquiera, la auténtica.

Ella se tensó al oír el sonido que escapó de la garganta del hombre, algo entre un gemido y risa. Su diversión sólo descargó más combustible en su rabia.

– Pagará por esto -siseó.

– Lo siento. -Era sólo que ella era… extraordinaria. Y por primera vez en su vida, no estaba seguro de qué hacer con alguien.

– Mientras se ríe, mejor que no me haga ni un corte en mi traje de neopreno. Ya ha roto la radio. Suélteme. -Pronunció cada sílaba-. Pesa una tonelada.

Había tenido cuidado con el cuchillo. Su cuerpo temblaba por el frío, pero había mantenido las manos quietas. Era un insulto que ella pensara que podría cortarle ligeramente el traje de neopreno. Y debería haber estado preocupada por si le cortaba la garganta. Dejó salir el aliento y supo que su fuerza disminuía. Tenía que tomar una decisión. Vida o muerte. Estaba seguro que podría manipular a una mujer, tenía más armas en su arsenal que pistolas, pero estaba débil y eso le hacía vulnerable.

Un poco de mala gana, le quitó el cuchillo de la garganta y apartó su peso de ella. En el momento que estuvo libre, la mujer se lanzó sobre la espalda y se sentó, empujándose hacia atrás con los talones para poner distancia entre ellos. Reanimada, se arrancó la parte superior del traje de neopreno, indiferente a si exponía la piel suave a la mirada sorprendida del hombre. Arrastró una camiseta gruesa de detrás de ella y se la puso por la cabeza.

Se miraron mutuamente a través de la cubierta. En el momento que sus ojos se encontraron otra vez, el corazón de él se contrajo. La mujer tenía los ojos más oscuros que había visto jamás, turbulentos, tempestuosos, un terciopelo oscuro y feroz que parecía casi tan líquido como el mar mismo. Parecía una cosa salvaje, de humor variable, hermosa y fuera de alcance.

– ¿Quién es usted? -preguntó ella.

Esa era una buena pregunta. ¿Quién era él exactamente? Tenía muchos nombres. Muchas caras. Las personas que le veían raramente sobrevivían. Maldición, estaba cansado. Se frotó la cara y se manchó la mano con sangre. ¿Qué debía contarle? La necesitaba ahora. Necesitaba un aliado, un lugar donde ocultarse, recuperarse. ¿Qué llamaría la atención de una mujer como ella? Y ese era el problema: era difícil de entender.

Leía a las personas fácilmente. Era un regalo de nacimiento, de entrenamiento, de años de experiencia. Pero ella era difícil. Luchaba con la furia del diablo, era obviamente un alma libre aquí en el mar y tenía la mirada más directa que jamás hubiera visto en alguien. Se encorvó para hacerse parecer más pequeño y menos intimidante y se limpió la cara otra vez, manchándose deliberadamente con más sangre.

– Tiene un aspecto infernal -observó ella-. No puedo llamar al servicio de guardacostas porque arrancó mi VHF. Tendré que llevarle a la costa tan rápidamente como sea posible.

Él levantó la mano.

– No. No puedo ser visto. -Forzó una nota temblorosa en su voz-. Creo que alguien está tratando de matarme.

– Sorpresa -dijo, el sarcasmo goteaba de su voz.

No era exactamente la reacción que buscaba. Y la gente pensaba que él era una pesadilla social. ¿Dónde estaban toda la preocupación y la simpatía femenina? Le miraba con ojos oscuros y tempestuosos que todavía decían que quería darle una paliza. Ella no era la mujer más indulgente con quien se hubiera topado jamás. Intentó una sonrisa tentativa.

– No puedo culparla por estar molesta. Estaba desorientado. Creo que estaba en modo supervivencia. -Eso tenía mucho de verdad-. No comprendí realmente que estaba sucediendo. Pensé que usted me había atacado.

Ella respiró y asintió, aceptando su explicación. Lev tuvo la sensación de que se había acercado mucho a la verdad con ella. ¿Y cuál demonios era la verdad? Ya no lo sabía. Se encontró frotándose la sien y respingando cuando tocó los bordes mellados, en carne viva, de una herida.

– No puedo recordar que sucedió. ¿Usted lo sabe? -Eso sonó lo bastante patético para tocar incluso a un escéptico. Y empezaba a gustarle el rostro femenino, esa cara de duendecillo con las facciones increíbles. Ella no había apartado los enormes ojos de él, casi no había parpadeado. Le miraba como si él fuera un tigre agachado en la cubierta de su barco, preparado para atacar en cualquier momento. No se había relajado exactamente.

Los ojos eran demasiado grandes para esa cara y estaban bordeados con espesas pestañas negras. El cabello era espeso y un poco salvaje, con bordes desiguales que le daban más aspecto de duendecillo. El mentón era terco, la boca generosa. Ella le miraba con sospecha, pero él podía ver que tenía un talón de Aquiles, un punto delicado para alguien en problemas.

– Una ola asesina me sacó del barco de golpe. Le encontré en el agua, pero no tengo la menor idea de donde vino. Hay una plataforma a aproximadamente diez metros y usted se estaba estrellando contra ella La línea de la falla corre allí adelante y logré engancharle antes de que cayera. -Vertió agua fría en un trapo limpio y se lo entregó, manteniendo las manos a la vista y los movimientos lentos. Entonces le entregó un vaso-. Beba esto.