Llamado a declarar ante el diputado Walkcr Bushnell y el Comité de Actividades Antiamericanas, éste lo presionó duramente para que identificara a los personajes del libro, pero él se negó alegando que se trataba de una obra de ficción, y pasó seis meses en prisión por desacato al tribunal. Más tarde, como escritor incluido en la lista negra, encontró dificultades para publicar su trabajo y escribió novelas románticas bajo el pseudónimo «Rosemary Burke». Murió el jueves de neumonía, agravada por su estado de desnutrición, a la edad de setenta y ocho años.
Pelletier escribió otra novela antes de Historia de dos países, y dos más en la década siguiente. Las cuatro fueron publicadas con éxito de crítica y ventas, a pesar de que todos los entendidos coincidieron en que Historia de dos países era su obra maestra. Después de eso hubo una laguna de cerca de diez años hasta que terminó Tierra sombría, y parece ser que presionó a Calvin para que la comprara, pues Bayard la publicó en 1960.
Encontramos otra carta en papel carbón de 1962 dirigida a Calvin, en la que le decía que no le sorprendía que Bayard sólo hubiera vendido ochocientos ejemplares de Tierra sombría, pues se negaban a gastar un centavo en publicidad.
Ochocientas personas estaban pasando el rato en una librería, curioseando o intentando evitar al cobrador de impuestos, cuando de repente cayó en sus manos un ejemplar de Tierra sombría. ¿Qué hizo Olin contigo en esa sala del tribunal? ¿Te dijo que te dejaría en paz si pisoteabas a tus amigos de juventud?
Me restregué los ojos.
– Esto es más que un día normal de trabajo. Casi quisiera que Pelletier no hubiese conocido a Bushnell y Taverner; me encantaría saber quiénes fueron sus compañeros comunistas en los años treinta.
– ¿Eso tiene algo que ver con el asesinato de Marc? -preguntó Amy.
– No lo sé -dije con petulancia-. Pero al repasar las reseñas, veo que en Historia de dos países aparece un fotógrafo homosexual negro; quizás ese personaje era en realidad Llewellyn. También muchos intelectuales y otras personas relacionadas con la universidad. Sería estupendo que él nos proporcionara la clave de todo esto.
Amy hizo una mueca.
– Esto parece una tesis doctoral, y no la obra de un gran escritor. Yo leí Historia de dos países para una clase de literatura. Está maravillosamente escrita, y es más profunda que Por quién doblan las campanas, pero creo que Tierra sombría no se vendió bien porque no era un buen libro. Tal vez Pelletier estaba demasiado angustiado cuando lo escribió, o quizá había perdido la práctica. Aun antes de estar en la lista negra, dejó de escribir ficción y trabajaba mucho para Hollywood.
– ¿Tierra sombría contenía detalles autobiográficos, al estilo de Historia de dos países? Es decir, ¿podría enterarme de algo acerca de Calvin y su grupo si lo leo? Porque Pelletier se hizo amigo de Calvin después de que Ediciones Bayard comprara Historia de dos países.
– ¿Quieres decir que es otra novela de clave? Si Tierra sombría lo es, no me di cuenta al leerlo, porque no reconocí a ninguno de los personajes. Supongo que podría sacarlo de la biblioteca y ver ahora reconozco a alguno.
El bibliotecario nos lanzó una mirada de advertencia: había más gente intentando leer en la sala. Continuamos trabajando en silencio, parando sólo brevemente para comer unos sándwiches de aspecto extraño de una máquina. Mientras comíamos, le dije a Amy que la policía estaba abriendo su propia investigación sobre la muerte de Marc.
– Las malas noticias son que piensan que lo mató Benjamín Sadawi, el chico del ático de Larchmont, así que no les interesa seguir nuestra línea de investigación. Pero al menos aseguran que comprobarán cómo llegó Marc a Larchmont. Y pidieron una autopsia completa al doctor Vishnikov. Él ya ha descartado cualquier golpe o herida externa que pudiera tener Marc antes de caer en el estanque, pero está furioso conmigo; cree que lo dejé en evidencia ante la policía, así que no me va a dar los resultados del análisis toxicológico cuando esté listo. ¿Puedes hacer que Harriet se los pida, como pariente cercana de Marc? No tengo inconveniente en prestarle a mi abogado para que actúe en su nombre.
Amy garabateó una nota en su agenda y apuntó los datos de Freeman Carter.
– Harriet se muda a mi casa esta noche. Sus padres vuelven a Atlanta esta tarde, ¡gracias a Dios!
Nos sacudimos las migas de encima y volvimos a la sala de libros raros. A las dos, sabiendo que tendría que marcharme pronto, dejé de leer cartas y comencé a hojear el contenido de las otras carpetas. En medio de un fajo de manuscritos encontré un sobre con la etiqueta «Eclipse totaclass="underline" manuscrito inconcluso e inédito, 122 pp.». Estaba mecanografiado sobre papel amarillento, con notas del puño de Pelletier en los márgenes. La caligrafía era temblorosa; debió de escribirlas al final de su vida, cuando solía estar borracho o enfermo o ambas cosas a la vez.
Quieren que creamos que cuando Lázaro se levantó de su lecho, sus amigos y hermanas saltaron de alegría. Pero dentro del dolor por su entierro había pensamientos secretos: gracias a Dios está seguro bajo tierra ese borracho repugnante que ni siquiera podía utilizar sus manos. Gracias a Dios que no vivió para contarle a nadie esa noche en Jericó que me pilló con la sirvienta de mi madre detrás del granero. No tendremos que preocuparnos nunca más de cuando regrese tarde de la taberna exigiendo algo caliente para comer y al instante.
Y entonces él volvió a levantarse, y detrás de la alegría vio escritos los pensamientos de sus seres queridos: acabábamos de reacomodarnos a esta nueva vida, sin sus palabras y sus exigencias, y aquí está ahora, resucitado de entre los muertos.
Lo sé. Estaba muerto, y ahora que he resurgido de la tumba arrastrando mi mortaja hecha jirones, puedo oler la pestilencia del miedo que brota de mis familiares. Aunque tal vez sea la pestilencia de mi carne podrida.
Gene, el más aterrado, predeciblemente fue quien lloró con más amargura frente a mi tumba. El niño, el adorado, solía decirme cuando tenía cinco años: déjame jugar, Herman, enséñame, Herman, siguiéndome de los bailes a las tabernas [tachado; «bares» escrito a mano] y luego con las mujeres. Debería haberlo sabido por la forma en que me miraba, pero eso era cuando todavía era mi querido hermano, aquel con el que bromeaba y al que le prestaba poca atención.
Fui héroe al volver de la guerra, al menos en algunos lugares, con mi brazo en un interesante cabestrillo y los ojos impresionados ante tanta sangre, tanta sangre que no podría acabármela. Un héroe para mi hermano dorado, que pasó los años de guerra haciéndose rico. Mientras peleaba en el frente, él sacaba adelante la empresa familiar.
No hubo un papel a lo George Hailey para Gene, no señor. Gene tuvo una vida verdaderamente maravillosa. El hermano mayor arriesgaba su vida en el Ebro, el menor llenaba sus arcas, convirtiendo un negocio familiar dormido en un poder internacional. Así que cuando volví, aunque las chicas se arremolinaban a mi alrededor para oír mis batallitas, al ver a Gene salían corriendo tras él. Por aquel entonces tenía alquilado un apartamento en la calle Elm para llevar allí a sus conquistas, para que su madre no las viera, y luego iba a misa el domingo, inclinándose solícitamente ante ella.