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La ley de Texas exige que cualquier persona que de positivo en una enfermedad de transmisión sexual, incluyendo pero no limitándose a clamidia, gonorea, papiloma humano o SIDA, debe proporcionar una lista de sus parejas sexuales recientes. Esto es para notificarle que Meg Koranda le ha incluido como una de esas parejas. Se le recomienda que visite a su médico inmediatamente. También se le insta a que cese todo contacto sexual con la persona infectada anteriormente citada.

Meg lo miró sintiéndose enferma. -¿Persona infectada?

– Gonorrea está mal escrito -, señaló. -Y el membrete es falso.

Ella arrugó el papel en su puño. -¿Por qué no me lo enseñaste tan pronto como llegaste?

– Me temía que te pusiera de mal humor.

– Ted…

Él la miró casualmente. -¿Tienes idea de quién podría estar detrás de esto?

Pensó en el mensaje en el espejo del baño. -Cualquiera de los millones de mujeres que te codician.

Él lo ignoró. -La carta se ha mandado desde Austin, pero eso no significa mucho.

Ahora era el momento de decirle que su madre había intentado que la despidieran, pero Meg no imaginaba a Francesca Beaudine haciendo algo tan vil como enviar esta carta. Además, casi seguro que Francesca habría revisado la ortografía. Y dudaba que Sunny, en primer lugar, hubiera cometido un error, a menos que lo hubiera hecho deliberadamente para no levantar sospechas. En cuanto a Kayla, Zoey y las otras mujeres que se aferraban a la fantasía de estar con Ted… Meg difícilmente podría lanzar acusaciones basándose en miradas asesinas. Tiró el papel al suelo. -¿Por qué Lucy no tuvo que aguantar esta mierda?

– Pasamos mucho tiempo en Washington. Y, francamente, Lucy no irritaba a la gente como lo haces tú.

Meg se levantó del sillón. -Nadie sabe lo nuestro excepto tu madre y a quien quiera que ella se lo haya dicho.

– A mi padre y Lady Emma, quién probablemente se lo haya dicho a Kenny.

– Quién estoy segura se lo dijo a Torie. Y si la bocazas de Torie lo sabe…

– Si Torie lo supiera, me habría llamado inmediatamente.

– Eso nos deja a nuestro misterioso visitante de hace tres noche -, dijo ella. Los ojos errantes de Ted le indicaron que se le estaba cayendo el pareo, y lo apretó. -La idea de que alguien podría haber estado mirándonos por la ventana…

– Exactamente -. Dejo su botella de cerveza sobre la caja de vino. -Estoy empezando a pensar que las pegatinas de tu coche no era una broma de unos niños.

– Alguien intentó romper mis limpiaparabrisas.

Él frunció el ceño, y ella una vez más pensó en mencionar los garabatos en el espejo, pero no quería que la sacaran de su casa, y eso era exactamente lo que ocurriría. -¿Cuántas personas tienen las llaves de la iglesia? -preguntó ella.

– ¿Por qué?

– Me estaba preguntando si debería estar preocupada.

– Cambié las cerraduras cuando me hice cargo de este sitio -, dijo él. -Tú tienes la llave que tenía escondida fuera. Yo tengo una. Lucy todavía podría tener una y hay una copia en la casa.

Lo que quería decir que probablemente el intruso entró por la puerta abierta de atrás. Dejarla abierta había sido un error que Meg se aseguraría de no repetir.

Era la hora de hacer la gran pregunta y empujó la bola de papel arrugado con sus pies desnudos. -Ese membrete parece auténtico. Y muchos de los empleados del gobierno no son muy buenos en ortografía -. Se humedeció los labios. -Podría haber sido verdad -. Ella finalmente lo miró a los ojos. -Así que, ¿por qué no me preguntaste si era verdad?

Increíblemente su pregunta pareció molestarle. -¿Qué quieres decir? Si hubiera habido un problema, me lo habrías dicho hace mucho tiempo.

Ella se sentía como si él le hubiera quitado el trozo de suelo sobre el que ella permanecía de pie. Confiaba completamente en… su integridad. Justo entonces ella supo que lo peor había ocurrido. El estómago le dio un vuelco. Se había enamorado de él.

Quería tirarse de los pelos. Por supuesto que se había enamorado de él. ¿Qué mujer no lo haría? Enamorarse de Ted era un rito femenino al pasar por Wynette, y ella acababa de unirse a la hermandad.

Estaba empezando a hiperventilar, así que hizo lo que siempre hacia cuando se sentía acorralada. -Te tienes que ir, ahora.

La mirada de él vago por el fino pareo de seda. -Si lo hago, esto no será más que una relación donde nos vemos sólo para acostarnos.

– Exactamente. Eso es justo lo que quiero. Tu glorioso cuerpo, con tan poca conversación como sea posible.

– Estoy empezando a sentirme como la chica en esta relación.

– Considéralo como una experiencia enriquecedora.

Él sonrió, se levantó del sofá, la envolvió entre sus brazos y comenzó a besarla inconscientemente. Justo cuando ella empezaba a caer en otro coma sexual inducido por Beaudine, él puso de manifiesto su legendario autocontrol y se alejó. -Lo siento, nena. Si quieres más de lo que tengo, tienes que salir conmigo. Ve a vestirte.

Ella volvió a la realidad. -Dos palabras que nunca quise oír salir de tu boca. De todas formas, ¿qué pasa contigo?

– Quiero salir a cenar -, dijo llanamente. -Nosotros dos. Como la gente normal. A un restaurante de verdad.

– Una idea realmente mala.

– Spence y Sunny tienen una feria internacional de comercio que los mantendrá fuera del país durante un tiempo y, mientras están lejos, voy a aprovechar a ponerme al día con mis negocios tristemente descuidados -. Él le puso un rizo detrás de la oreja. -Estaré fuera casi dos semanas. Antes de irme, quiero salir una noche, estoy harto de andar a escondidas.

– Imposible -, replicó ella. -Deja de ser tan egoísta. Piensa en tu precioso pueblo y luego en la expresión de la cara de Sunny si se entera que nosotros dos…

Su calma desapareció. -Sunny y el pueblo son cosa mía, no tuya.

– Con esa actitud egocéntrica, señor Alcalde, nunca serás reelegido.

– ¡No quise ser elegido la primera vez!

Al final accedió a ir a un restaurante Tex-Mex en Fredericksburg, pero una vez que estuvieron allí, lo colocó en una silla que daba a la pared para que ella pudiera observar desde su sitio. Eso le molestó tanto que pidió para los dos sin consultarle a ella.

– Nunca te enfadas -, dijo ella cuando su camarero dejó la mesa. -Excepto conmigo.

– Eso no es verdad -, dijo firmemente. -Torie consigue que me enfade.

– Torie no cuenta. Tú, obviamente, fuiste su madre en una vida anterior.

Él se vengó acaparando el cuenco de patatas fritas.

– Nunca te habría tomado por un malhumorado -, dijo ella después de un largo y tenso silencio. -Sin embargo, mírate.

Metió una patata en el bol caliente de salsa. -Odio tener que andar a escondidas y no lo voy hacer más. Está relación va a salir del armario.

Su testaruda determinación la asustaba. -Alto ahí. Spence ha vuelto para conseguir lo que quiere para Sunny y para él mismo. Si no creyeses eso, no me habrías animado a aguantarle todas sus estupideces.

Él rompió una patata por la mitad. -También eso va acabar. Ahora mismo.

– No, no lo va hacer. Yo me encargaré de Spence. Tú te encargas de Sunny. En cuanto a nosotros dos… te dije desde un principio como iba a ser.

– Y yo te esto diciendo… -Le lanzó la patata rota en dirección a la cara. -Nunca he escondido nada en mi vida, y no voy a empezar ahora.