– Ni idea. -«Joder, ni me importa tampoco.» Pero tuvo que fingir que quería saberlo. A la mujer le encantaba ser el centro de atención.
– La chica hizo de todo. Absolutamente de todo. Perfeccionó el arte de las mamadas. Perdió la virginidad. Sus padres creían que con su plan estaba todo seguro, creían que podían darle entera libertad porque su hija tenía demasiadas inhibiciones como para utilizarla de verdad. Creyeron que la chica no iba a creer que ellos pensaban cumplir su palabra y que, temiendo que la espiaran, andaría con mucho cuidado antes de hacer según qué. De manera que esa chica encantadora, tan querida por todos sus compañeros, prácticamente hacía de actriz porno en su propia casa, y todo lo que ocurrió no alteró en lo más mínimo su reputación.
– ¿Me está contando algo de su propia vida?
– No. Le cuento una historia que ilustra que la imagen pública no coincide necesariamente con la realidad privada. En este momento de mi vida yo tengo una imagen. Soy una persona anónima, desconocida, corriente. Pero en cuanto empiece a contarle a usted lo que me pasó, pensará enseguida que soy un ser sucio. Horrible. Y no podrá evitar pensar así. La chica encantadora de la sala de juegos puede hacer todas las mamadas que le dé la gana. Pero la niña que no trata de huir del hombre que la secuestra y que abusa de ella, la niña que es violada cada noche, parece tener una conducta incomprensible. Si no huyó es porque le gustaba, ¿entiende? Y sólo falta que, encima, el hombre sea un poli.
– Yo soy policía -dijo Infante-. No creo que las víctimas sean culpables.
– Pero usted seguramente las clasifica. Digamos que lo que piensa de una mujer a la que su marido mata a palos no es lo mismo que lo que piensa de un traficante de drogas asesinado por su rival. La naturaleza humana es así. Y usted es un ser humano, ¿no? -Kevin aprovechó la pausa para mirar a Gloria. Todos los clientes de la abogada con los que había tratado eran controlados muy estrictamente por ella, que siempre estaba presente en los interrogatorios y siempre los interrumpía cuando ella lo juzgaba necesario. En este caso, sin embargo, permitía que aquella mujer dominase el espectáculo. Podría incluso decirse que aquella mujer la hipnotizaba-. Quiero ayudarle, pero quiero conservar la escasa normalidad que he logrado conquistar. No quiero ser el bicho raro de la semana en los reality shows. No quiero permitir que los polis metan las narices en mi vida actual, que vayan a hablar con mis vecinos, con los colegas de la oficina, con los jefes…
– ¿O los amigos y parientes?
– De eso no tengo.
– Sabe, sin embargo, que estamos tratando de localizar en México a Miriam, su madre.
– ¿Está seguro de que vive? Porque… -Se calló de golpe.
– ¿Porque qué…? ¿Porque usted cree que murió? ¿Porque usted contaba con que hubiese fallecido?
– ¿Por qué no me llama usted por mi nombre cuando habla conmigo?
– ¿Cómo?
– Gloria me llama Heather. Y Kay también. Usted no usa ningún nombre cuando habla conmigo. Acaba de pronunciar el nombre de mi madre, ahora mismo, pero el mío, jamás. ¿No me cree?
Esa mujer escuchaba bien, mucho mejor que la mayoría. Había que estar muy atento para haber captado ese nombre pronunciado por él, y para notar que había otro que no pronunciaba nunca. Porque esa mujer tenía razón, no la llamaba Heather ni pensaba hacerlo. Lisa y llanamente, Infante no la creía, le había puesto la etiqueta de mentirosa desde el primer momento.
– Mire, no es problema de que alguien te caiga bien ni de que yo confíe o deje de confiar. Me gusta trabajar a partir de datos comprobados. Las cosas se pueden verificar, y no me ha dado usted ningún dato comprobado. ¿Por qué está tan segura de que su madre falleció?
– Falleció más o menos al cumplir yo los dieciocho años…
– ¿En qué año fue eso?
– En 1981, el tres de abril. Por favor, señor inspector, sé muy bien mi fecha de nacimiento. Lo cual es casi un milagro, teniendo en cuenta cuántas fechas de nacimiento he tenido que tener a lo largo de mi vida.
– La fecha de nacimiento de Heather Bethany puede encontrarse a través de Internet. Las noticias del momento mencionaban esa fecha. Todo el mundo sabe que a Heather le faltaban unos días solamente para su cumplir los doce años cuando desapareció.
La mujer no se tomaba nunca la molestia de responder las cosas que no quería responder, una prueba más de su astucia.
– Fuera como fuese, más o menos por la época en que cumplí los dieciocho años, me encontré de repente sola. Me dejaron ir, me metieron en un autocar, me dieron unos preciosos regalos de despedida, y me dijeron «sayonara».
– ¿Dice que ese hombre la dejó libre, por las buenas? ¿Que el hombre la retuvo durante seis años y luego le dijo adiós, como si no le diera miedo adonde pudiera ir usted, ni qué iba a contar por ahí?
– Me estuvo diciendo cada día de mi vida que mis padres no me querían, que no me buscaba nadie, que no me quedaba familia a la que regresar, que mis padres se habían separado y alejado de la casa familiar. Terminé creyéndolo todo.
– En cualquier caso, ¿qué fue lo que pasó al cumplir usted los dieciocho? ¿Por qué la dejó ir?
– Yo no le interesaba ya -dijo ella encogiéndose de hombros-. Con el paso del tiempo, yo era cada vez menos maleable. Seguía manteniendo su dominio sobre mí con mano férrea, pero yo empezaba a darle mordiscos a esa mano, exigía cosas. Llegó el momento de dejar que me las apañara sola. Subí a un autocar…
– ¿En qué ciudad?
– Es pronto para decirlo. No voy a contarle dónde empezó todo. Pero me bajé en Chicago. Era abril y aún hacía muchísimo frío. Yo no sabía que abril pudiera ser un mes tan invernal. Ese día habían organizado en el centro de la ciudad un gran desfile de bienvenida para unos astronautas que acababan de regresar del espacio tras una larga estancia. Salí de la estación de autobuses, me fui hacia el centro y me encontré con el final de aquel desfile. Me había perdido lo más interesante. Me quedaba sólo la basura.
– Es una anécdota muy bonita, sin duda. ¿Es verdad, o sólo una metáfora?
– Qué listo es usted. -En labios de ella, era a la vez un piropo y un insulto.
– ¿Qué pasa, que los polis han de ser todos unos tontos?
– No, sorprende que sea listo porque es guapo. -Infante se sonrojó, cosa que le produjo un enfado notable. Y no era la primera vez en que una mujer se lo decía-. Estas cosas funcionan en las dos direcciones. Los hombres creen que las mujeres guapas son tontas, pero también las mujeres piensan eso mismo de cierto tipo de hombres. Una de las cosas peores que puede hacer una mujer es buscarse un novio más guapo que ella. Inspector Infante, usted no podría nunca ser mi novio.
Durante todo este largo diálogo Gloria Bustamante había permanecido tan quieta y callada como una gárgola de piedra, pero en ese momento carraspeó sonoramente, y su tosecilla llenó el tenso silencio que se había producido. Este giro de la conversación había resultado más violento para ella que para Infante.
– Heather ha decidido darte algo -dijo Gloria-. Un dato o algo así, algo que puedes comprobar y que servirá para demostrar de manera bastante irrebatible la autenticidad de todo lo que dice.