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Alguien encendió la luz.

El anciano me estaba mirando con ojos centelleantes.

– Está a salvo -exclamó-. No le alcanzarán a tiempo… Se ha ido… Ha triunfado… Der ’schwarze Stein’ist in der Siegeskrone.

Esos ojos reflejaban algo más que triunfo. Habían parpadeado como los de un ave de presa, y ahora centelleaban con el orgullo de un halcón. La llama del fanatismo ardía en ellos, y por primera vez comprendí con quién me había enfrentado. Aquel hombre era más que un espía; a su modo había sido un patriota.

Mientras las esposas se cerraban en torno a sus muñecas, le dije mis últimas palabras:

– Espero que Franz soporte bien su triunfo. Debo decirle que el Ariadne está en nuestras manos desde hace una hora.

Tres semanas después, como todo el mundo sabe, entramos en guerra. Yo me incorporé al Nuevo Ejército la primera semana, y debido a mi experiencia en Matabele obtuve inmediatamente el grado de capitán. Sin embargo, creo que presté mi mejor servicio antes de ponerme el uniforme.

John Buchan

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