Regresó a la casa Sherbrooke de la ciudad a las diez de la noche, para encontrar la biblioteca de su padre llena de amigos, todos ellos serios como prisioneros en el muelle, maldiciendo al cielo indignados, exigiendo ser quienes mataran al bastardo que iba tras el conde.
– Primero tenemos que descubrir quiénes son -dijo Jason. -Como dije, el nombre del único hombre que tenemos es Georges Cadoudal, pero cuando murió algún tiempo atrás, supuestamente no era enemigo de mi padre. Padre está en Francia intentando descubrir si Cadoudal tenía hijos. Podría ser venganza, pero bueno, como mi padre y Cadoudal no eran enemigos, no tiene mucho sentido.
– Los hijos, especialmente los hijos varones, pueden tener todo tipo de ideas, Jason. Si el padre está muerto, entonces tienen que ser los hijos.
– Ya veremos. Ahora, no tenemos ninguna otra pista. Sólo mantengan los oídos abiertos a ese nombre y cualquier otro que pudieran descubrir.
James sonrió al ver a su hermano escribiendo en un pequeño anotador, sin dudas las tareas que había asignado. Jason era lógico y astuto. James sabía que había asignado el hombre adecuado a la tarea adecuada.
A medianoche, cada joven en la habitación tenía un propósito. Iban a salvar al conde de Northcliffe, convertirse en héroes en el proceso, y ganar su eterna gratitud.
Mientras los hermanos subían las escaleras para ir a acostarse, James dijo:
– ¿Cómo se te ocurrieron tantas tareas diferentes?
– No son tantas, ya que las asigné en pares. Johnny Blair, por ejemplo, conoce a la mayoría de los franceses en Londres, ya que está comprometido con una hija de Frog. Johnny es discreto mientras no esté bebiendo, y Horace Mickelby lo mantendrá sobrio y alerta. Reddy Montblanc, que está casi ciego de un ojo es, no obstante, uno de los mejores rastreadores de Inglaterra. Él y Charles Cranmer chequearán el área donde el asesinó intentó disparar a padre. Y así los demás. En cuanto a nosotros, dentro de dos noches, ese capitán francés debería estar aquí. Lo veremos nosotros mismos. ¿Cómo fue tu charla en la sociedad?
– Breve y concreta, y pude ver que todos los viejos ancianos en el grupo querían palmearme en la cabeza. Me pregunto si padre y madre ya estarán en París.
– Deberían llegar pronto, si ya no están allí. Como dijo padre, tiene muchos amigos ahí. Alguien debe saber algo o haber oído algo. Debe haber gente que conociera a Cadoudal, y sabrán si hay alguna familia. Espero que madre no esté hablando francés.
– Realmente lo intenta -dijo James, y se rió.
– Tiene suerte de que no vivamos en el siglo pasado, con la llegada de los reyes Hannoverianos. ¿Puedes imaginarla intentando aprender alemán?
CAPÍTULO 14
El gallo podrá cantar, pero es la gallina quien pone los huevos.
~Margaret Thatcher
Era una noche tranquila para el primero de octubre, pero como la madre de Remie Willicombe le había dicho que llovería a medianoche, James llevaba un abrigo más pesado.
No deseaba particularmente ir al baile Lanscombe en la plaza Putnam, pero había prometido a la señorita Lorimer que iría, aunque no tenía intenciones de quedarse. No tenía intenciones de terminar en el libro de apuestas de White’s tampoco. Un baile con la señorita Lorimer, nada más.
Jason anunció que iría con amigos a uno de sus clubs, logrando que James codeara a su hermano y le preguntara porqué la señorita McCrae no había solicitado su presencia esta noche. Jason lo había mirado, con el ceño fruncido, y había dicho que tenía entendido que lady Arbuckle no se sentía bien y Judith se había quedado en casa para atenderla.
Los gemelos se encontrarían en White’s a medianoche para ir a los muelles, a la taberna Gato Chueco, donde se decía que frecuentaba el capitán francés.
Cuando James finalmente vio a la señorita Lorimer, tuvo que admitir que se veía increíblemente encantadora, toda de lila, sus enormes mangas incluidas, que sobresalían unos buenos quince centímetros de sus brazos, la tela tensada por barras de madera, le había dicho su madre, y ¿no era eso ingenioso?
Las faldas lila se abrieron en abanico alrededor suyo, al menos seis enaguas las mantenían a flote. Su cabello estaba atado en un nudo en su nuca, con una cantidad de ricitos cayendo sobre su frente y en cascada sobre sus orejas, como las partículas plateadas de Titán.
Entonces vio a Corrie, parada con su tía al otro lado del salón de baile, su vestido de un luminoso blanco, de estilo simple, la mano de su padre visible en cada encantador pliegue y caída, y estaba bastante satisfecho hasta que llegó a sus senos y frunció el ceño. Demasiado prominentemente expuestos, pensó, y seguramente su tía Maybella debería decirle algo. No era apropiado para una joven dama de dieciocho años.
Tal vez la ayudaría a mejorar su danza después de haber cumplido con su promesa a la señorita Lorimer. Sin dudas eso diluiría el chisme, a menos que todos supieran que Corrie era como una hermana para él, y entonces bailar un vals con ella no contaría.
Así que la señorita Lorimer había decidido casarse con él, ¿no? Probablemente sería más la elección de su madre, pensó James cínicamente, mientras se abría paso lentamente hasta ella.
Descubrió bastante pronto que todos habían oído sobre los intentos de acabar con la vida de su padre.
Todos los amigos de su padre lo detuvieron, le preguntaron, y levantaron sus cejas cuando él repitió una vez más que sus padres habían ido a Brighton porque su madre no estaba bien, lo cual sonaba más estúpido cada vez que lo repetía.
– Alexandra no ha estado enferma un solo día en toda su vida -dijo lord Ponsonby, -excepto cuando tuvo que recostarse un momento para dar a luz a ti y a tu hermano, y no estaba realmente enferma, ¿cierto? -Él acordó en que no, señor, no estaba realmente enferma entonces, y quiso huir desesperadamente. -Hum -dijo lord Ponsonby. -¿Dijiste Brighton, James? Hay algo sospechoso aquí, muchacho mío, el tipo de sospecha que me hace dar cuenta lo mal mentiroso que eres. Ahora, tu padre, un excelente mentiroso, te miraría directo a los ojos.
James maldijo en voz baja. Iba a arrojar a su hermano por el balcón cuando llegara a casa.
La señorita Lorimer, finalmente, estaba en la mira. Lo miraba por encima del hombro de su madre, con los ojos reluciendo. No, pensó él, más que eso. Calculando.
Cuando llegó hasta ella, Juliette dijo:
– Bueno, es un placer verlo, señor. ¿Es usted James?
– Sí, soy James -le respondió. -¿Le gustaría bailar, señorita Lorimer? -y miró a la madre, que asintió plácidamente.
– Sí, si aceptas llamarme Juliette.
– Muy bien, Juliette.
Tomó su blanca mano, la apoyó suavemente sobre su brazo y la condujo a la pista de baile.
A decir verdad era tan ligera y grácil, absoluta perfección. Pero, ¿no podía distinguirlo de su hermano? Eso dolía.
En el momento en que el vals terminó, la llevó de regreso con su madre. Hizo una reverencia y se retiró. El aire en el salón de baile estaba cargado, con el peso de los perfumes de todas las damas llenando sus fosas nasales, haciendo que quisiera estornudar. Vio a Corrie saludarlo.
Quería marcharse, porque probablemente lord Ponsonby le había contado a todos sus compinches que James era un despreciable mentiroso y que deberían sujetarlo y sacarle la verdad a golpes, pero allí estaba ella, viéndose bastante aceptable excepto por esos senos suyos que harían que un hombre se tragara la lengua y quisiera hundirle las manos en el canesú.
Se acercó a ella, le pasó un dedo por la mejilla y dijo:
– La crema ha hecho maravillas. Creo que es piel suave lo que siento.
Sonrió y se volvió hacia lady Maybella, que llevaba un vestido de seda azul que hizo que James quisiera decirle que necesitaba cortar al menos tres volados.
– ¿Estás aquí para bailar con Corrie? Tienes suerte. Apenas la he tenido conmigo esta noche, porque tantos caballeros querían bailar con ella.