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– Por favor, no exageres, tía Maybella. No han sido más de una docena o así -dijo Corrie, haciendo sonreír a James.

Maybella dijo, golpeteándole el brazo con su abanico:

– No más de dos danzas, James. No queremos que la gente malentienda. Además, mira esa horda de jóvenes viniendo hacia aquí.

James no vio una horda, pero había dos caballeros, uno de ellos lo suficientemente viejo como para ser el padre de Corrie, marchando hacia ella.

James ofreció una encantadora sonrisa a Maybella y llevó a Corrie a la pista de baile, consciente de los dedos de ella dando golpecitos contra su brazo, y la introdujo en la multitud de bailarines.

– Vas a hacerme un agujero en la manga. ¿Qué te pasa?

– Quiero ayudarte -dijo ella. Una ceja se arqueó hacia arriba. -Tu padre. No soporto la idea de que alguien lo lastime, James. ¿Qué haría sin él para decirme qué debo vestir? Vamos, no te pongas todo estirado conmigo. He conocido a tu padre toda mi vida. Quiero ayudar a descubrir quién está intentando matarlo. Soy inteligente. Soy rápida. Déjame ayudar.

James suspiró. Ni siquiera se preguntó cómo se había enterado. Con todos sus amigos investigando, probablemente se sabría en todo Londres en quince minutos. De hecho, estaba dispuesto a apostar que todos en el salón de baile estaban hablando de eso. Y tal vez eso era bueno.

James quería decirle que no había absolutamente ninguna posibilidad de que fuera a permitirle acercarse siquiera a cien metros de cualquier peligro, así que dijo:

– Siempre has sido capaz de distinguir a Jason de mí.

Eso la distrajo, pero bien. Corrie se burló. Y se mofó.

– Siempre te he dicho que eres tú mismo, muy diferente de tu hermano.

– La señorita Lorimer no puede distinguirnos, evidentemente.

– Ahí tienes, ves, no puedes casarte con ella, James. Ni siquiera sabe quién eres.

Tenía un buen punto.

Entonces el diablo clavó su codo en las costillas de James y sacó palabras de su boca.

– Hablando del Ángel, la señorita Lorimer se ve tan celestial esta noche, ¿no lo crees? Viste de lila, no púrpura.

– ¿Ángel?

James asintió.

– Ese es el nombre seleccionado para ella.

– ¿Por quién?

Él se encogió de hombros.

– Por los caballeros, supongo.

– Quizás ella misma inició ese nombre.

– ¿A quién le importa si lo hizo? ¿No crees que es acertado?

– Si te gusta la perfección, entonces sí, supongo que sí. Me pregunto qué nombre debería escoger para mí misma. Ya sé, ¿qué tal si me llaman Señorita Crema?

Él echó atrás la cabeza y rió.

– ¿Señorita Crema? Eso es rico, Corrie.

– Y ese fue un mal chiste.

– ¿Qué tal Diablo?

– No, no soy lo bastante perversa, al menos todavía no.

– Nunca serás perversa -dijo James, duro ahora, mirándole los pechos. -Bueno, no lo serías si sólo levantaras tu vestido unos cinco centímetros.

– Este es el estilo, James. Si puedo acostumbrarme a mostrarme, tú también puedes. Deja de preocuparte por eso. Entonces, si no puedo ser perversa, puedes llamarme la Princesa de Hielo. Oí que llamaban así a una tal señorita Franks cinco temporadas atrás. Ella se casó con un duque que tenía ochenta años y estaba casi muerto. ¿No es interesante?

– Santísimo Señor Jesús -dijo James, y la dio vueltas, haciéndola reír y distrayéndola una vez más. -Estás mejorando en esto. Olvida eso de Princesa de Hielo. Eso hará que el caballero quiera enseñarte todo tipo de cosas que no aprenderás por mucho tiempo. Ahora, me has obedecido, ¿verdad?

– ¿Obedecido a ti? ¿Acerca de qué?

– No has bailado con Devlin Monroe, ¿cierto? No le has ofrecido tu cuello a medianoche, ¿verdad?

Ella rió, una adorable risa sonora que lo hizo sonreír.

– Le ofrecí un mordisquito, nada más. -Dio vuelta la cabeza. -¿Puedes ver la marca, allí, justo bajo mi oreja izquierda?

James quiso darse una patada cuando, de hecho, miró.

– Recuérdame volver a azotarte.

– Já. Esa primera vez me atrapaste por sorpresa.

Las cejas de él se arquearon bastante.

– Eso crees, ¿verdad? No creo haberte oído jamás quejándote tanto como ese día.

Antes de que Corrie pudiera responder, él bailó más y más rápido, hasta que ella estuvo jadeando y riendo, apenas capaz de recobrar el aliento, detestando el condenado corsé. Cuando James fue más despacio, ella dijo con voz entrecortada:

– Oh, James, eso es tan hermoso. Cuando quiero golpearte en la cabeza, sólo tienes que hacerme bailar hasta el cansancio y estoy lista para perdonarte absolutamente todo.

– Estás volviéndote más competente para mover los pies. Mantente alejada de Devlin, lo digo en serio, Corrie.

– Él me llevó al Bazar Panteón ayer -dijo ella. -Quería comprarme una encantadora cinta para trenzar en mi cabello; a propósito, piensa que mi cabello es precioso, con todo tipo de interesantes sombras de otoño mezcladas juntas, pero soy una muchacha decente, y por lo tanto no permití que lo hiciera. Parecía bastante íntimo, especialmente porque él quería hacer el trenzado. ¿Sabías que se acercó tanto con esa cinta que pude sentir su respiración sobre mi nariz?

Corrie hizo un delicioso temblorcito que casi logró que James estuviera preparado para matar. Vio el brillo en los ojos de ella y recuperó el control.

– Tu tía jamás debería haber permitido que salieras con él. Hablaré con ella acerca de eso. Él no tiene madera de marido, Corrie.

– ¿Madera de marido? ¿Quieres saber la verdad, James? He estado pensando, y realmente no puedo imaginarme atándome a un hombre y cambiando mi nombre. Cielos, sería Corrie Tybourne-Barrett Monroe. En cuanto a un esposo, él me daría órdenes y esperaría que haga cualquier cosa que él quisiera cuando él quisiera. -Se vio pensativa un momento, con los ojos entrecerrados. -Por otro lado, debo ser sincera en esto. He pasado junto a la recámara de tía Maybella y tío Simon antes, ¿y sabes qué?

James estaba seguro de que se le iban a poner los ojos en blanco. No quería escuchar esto. Quería ir a China antes que escuchar esto. Dijo:

– ¿Qué?

Ella se inclinó hacia él.

– Los escuché riendo. Sí, riendo, y entonces tío Simon dijo, con bastante claridad, “Mordisquearé tu encantadora persona un rato, Bella.” ¿Qué piensas de eso, James?

Bueno, él había preguntado. Se preguntó si tía Maybella llevaría un camisón azul. No, tenía que alejar su mente de eso. Dijo:

– Mantente alejada de Devlin Monroe.

– Ya lo veremos, ¿verdad? -Corrie le ofreció una sonrisa alegre, y entonces pareció que iba a estallar en lágrimas. -Oh, demonios, el vals está terminando. Fue demasiado breve. Alguien lo detuvo antes de tiempo. Apuesto a que esa Juliette Lorimer los sobornó para que se detuvieran. Creo que alguien debería ir a hablar con ellos. Tal vez…

Lo miró esperanzada, pero él negó con la cabeza.

– No, tengo que irme ahora, Corrie. Me gusta tu cabello lindo y sencillo, todo trenzado en la coronilla. No te verías bien con un ejército de rizos marchando sobre tu cabeza. O con cintas. Olvida las cintas, más que nada esas compradas por un hombre.

Corrie supuso que era un elogio. Quería otro vals, así que dijo:

– Creo que Devlin está más allá de esa mujer muy obesa, hablando con otro joven que también se ve notablemente perverso. Hmm. Déjame ver si puedo llamar su atención. -Se puso en puntas de pie y le susurró al oído: -Creo que debo decirle que mi nombre es Princesa de Hielo. Me pregunto qué tendrá para decir acerca de eso.

Pero su actuación fue desperdiciada porque James no estaba escuchando. Se había dado vuelta ante el tirón en su manga. Era uno de los camareros contratados para esa noche, y apretó una nota en la mano de James.