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– Lo sé, James. Según recuerdo, no estabas aquí para preguntarte, así que no tuve más opción que suministrar tu regalo.

– Mamá, ¿no podías haberle comprado algunas ropas… ya sabes, ¿tal vez un lindo conjunto o un par de botas para montar y haberlo firmado con mi nombre?

– Eso, querido mío, no sería apropiado. Corrie es ahora una joven dama y tú eres un joven caballero no emparentado con ella.

– Los jóvenes caballeros -dijo Douglas Sherbrooke, moviendo su tenedor hacia James desde la cabeza de la mesa del almuerzo, -sólo le dan ropas y botas de montar a sus amantes. Seguramente ya hemos hablado de eso, James.

Alexandra dijo:

– Douglas, por favor, James es mi adorable pequeñito. Seguramente no es lo correcto que le hables de amantes. Seguramente necesita años para madurar antes de que realmente tome parte en tales, eh, actividades.

Tanto su esposo como su hijo la miraron fijo y luego, lentamente, ambos asintieron. James dijo:

– Eh, sí, por supuesto, mamá. Muchos años.

Ella dijo:

– Douglas, no soy una amante y me has comprado ropas y botas para montar.

– Bueno, naturalmente, alguien debía vestirte adecuadamente.

James dijo:

– Al igual que alguien necesita vestir a Corrie apropiadamente, señor. Ella es más muchacho que muchacha. Si llega a convertirse en una jovencita, aún no tiene noción de cómo son las cosas. No tiene nada de experiencia. Nunca ha estado en Londres. No creo, mamá, que un libro sobre conducta vaya a ser de mucha ayuda si no sabe cómo vestirse y ataviarse.

– Quizá pueda darle a su tía Maybella algunas sugerencias -dijo Alexandra. -Me he preguntado muchas veces porqué Maybella no ha vestido adecuadamente a Corrie. Tanto ella como Simon la han dejado continuar vagando por los campos vestida como un muchacho.

– También me he preguntado eso -dijo James, y dio un mordisco a su pan. -Quizá no le gustan los vestidos. El buen señor sabe que puede ser tan obstinada, que su tío probablemente se ha dado por vencido y deja que ella mande.

– No -dijo Douglas. -No es eso. No hay nadie más obstinado que Simon Ambrose en toda Inglaterra. Debe ser algo más.

– ¿Te gustaría un buñuelo de durazno, querido? -Los dos queridos la miraron. -Qué agradable. Tengo su atención ahora, la de ambos. ¿Les gustaría acompañarme a Eastbourne esta tarde?

Douglas, que había querido ir a ver a un nuevo cazador en Squire Beglie’s, masticó más vigorosamente su bocadillo de camarón.

– Eh, es por tu madre -dijo Alexandra.

– Discúlpenme, madre, padre, me marcho.

– James es rápido cuando necesita serlo -dijo Douglas, siguiendo el veloz progreso de su hijo por el comedor. Suspiró. -Muy bien. ¿Qué quiere mi madre?

– Quiere que traiga al menos seis nuevas muestras de papel de empapelar para su recámara.

– ¿Seis?

– Bueno, verás, ella no confía en mi gusto, así que en realidad traeré tantos como sea posible, para que ella pueda hacer su selección aquí.

– Que vaya ella misma.

– Ah, ¿y la llevarías tú?

– ¿A qué hora quieres partir?

Alexandra rió, arrojó su servilleta y se puso de pie.

– En una hora, más o menos. -Se inclinó, con las palmas sobre el mantel blanco nieve, y le dijo a lo largo de la mesa a su esposo: -Douglas, hay algo más…

Antes de que pudiera pronunciar otra palabra, su marido dijo:

– Por Dios, Alexandra, tu vestido es profundo casi hasta las rodillas. Es obviamente un vestido de libertina, con tus senos casi cayéndose de él. Espera… estás haciendo esto a propósito, inclinándote de ese modo sobre la mesa. -Golpeó su puño sobre la mesa, haciendo que su copa de vino saltara. -¿Por qué nunca aprendo? He tenido década tras década para aprender.

– Bueno, no tantas décadas. Y realmente aprecio tu admiración por mis mejores puntos.

– No me harás sonrojar, madame. Estás notablemente bien arreglada… muy bien, estoy totalmente enganchado, ¿qué es lo que quieres de mí?

Ella le ofreció la más dulce sonrisa.

– Quiero hablarte sobre la Novia Virgen. Una conversación seria, no una de tus eres una idiota por siquiera mencionar a ese ridículo fantasma que ni siquiera existe.

– ¿Qué hizo ese condenado fantasma ahora?

Alexandra se enderezó y miró a través de las altas ventanas, hacia el jardín oriental.

– Dijo que habría problemas.

Él contuvo el sarcasmo a raya por el momento.

– ¿Estás diciendo que nuestro fantasma virgen residente de cientos de años, que nunca se ha aparecido a ningún hombre en esta casa por la simple razón de que nuestros cerebros no permiten semejante insensatez, ha venido a ti y te ha dicho que habría problemas?

– Así sería aproximadamente.

– Creí que ella no hablaba, que sólo andaba flotando, viéndose desamparada y transparente.

– Y adorable. Es realmente bastante increíble. Ahora, sabes que no habla en realidad, te hace sentir lo que está pensando. No me ha visitado en siglos, no desde que Ryder fue agredido por esos tres matones que ese miserable mercader de ropas contrató.

– Pero Ryder se las arregló para hacer caer a uno de ellos con un excelente lanzamiento de una roca a la barriga. Metió a otro en un barril de arenque medio lleno. No recuerdo qué le hizo al tercero, probablemente porque no era divertido.

– Pero aun así, fue herido en esa lucha y la Novia Virgen me lo dijo.

Douglas se quedó callado. Era verdad que Alexandra había sabido acerca de la pelea de su hermano antes que él, maldición. Al menos su hermana, Sinjun no había venido como loca desde Escocia para ver qué había sucedido. Había escrito media docena de cartas exigiendo saber todos los hechos. La esposa de Ryder, Sophie, no había escrito ni enviado a un mensajero, porque había sabido que la Novia Virgen le diría a Alexandra y Sinjun. ¿La Novia Virgen? No, él ni siquiera iba a evaluarlo.

– Ryder no fue gravemente herido. Me parece que tu Novia Virgen sufre de histeria femenina. Sabes, se le quiebra una uña a un tipo y ella se desmorona.

– ¿Histeria femenina? ¿Uña rota? Hablo en serio. Estoy preocupada. Cuando me hizo sentir la situación de Ryder, realmente vi a tres hombres golpeándolo.

Douglas quería decirle que dejara de contarle historias que le daban escalofríos, pero pensó en la premeditada muestra del adorable escote de ella y, como no era estúpido, se contuvo. Se burlaría del maldito fantasma sólo consigo mismo. Las tácticas de Alexandra deberían ser alentadas. Pero esto era difícil de soportar. Parecía que desde el fallecimiento de la desafortunada novia en algún momento de la última parte del siglo dieciséis -siendo aún virgen cuando dio su último respiro- así era la historia, que todas las mujeres Sherbrooke habían creído en este flotante oráculo fantasma desde entonces.

Douglas tragó el sarcasmo que seguía rondando justo encima de su lengua y dijo:

– ¿Ninguna mención sobre un tipo específico de problema?

– No, y eso me hace pensar que en realidad no sabe exactamente qué se aproxima, sólo que hay algo, y no es bueno. -Respiró hondo. -Sé que tiene que ver contigo, Douglas. Simplemente entendí eso de lo que me hizo sentir.

– Ya veo, pero ¿ella te envió esta vaga interpretación? ¿Ningún nombre? Siempre ha sabido todo antes.

– Creo que eso es porque ya ha sucedido o está sucediendo en ese momento. -Alexandra dio un gran respiro. -Lo que sea que no sabe, igualmente es suficiente para preocuparla, Douglas. Como es sobre ti, por eso fue que me advirtió a mí. Está preocupada por ti, aunque no me lo dijo exactamente. Eres tú. No hay una sola duda en mi mente.

– Tonterías -dijo él, -estúpidas tonterías -y entonces deseó poder morderse la lengua. Su esposa se retrajo. -Muy bien, muy bien, habla con ella otra vez, ve si puede darte algunos detalles. Mientras tanto, haré que ensillen nuestros caballos. ¿Mi madre quiere que traigas seis muestras de papel de empapelar?