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James tragó demasiado rápido y se ahogó. Su padre estaba a punto de dejar su asiento cuando James levantó la mano y dijo:

– No, señor, estoy bien. Estaba pensando, madre, que quizás sería mejor si Corrie y yo nos reuniésemos primero.

– ¿Qué es esto, James? ¿Todavía no has logrado convencerla? ¿Ella sigue amenazando con huir?

James se volvió hacia su padre.

– Si le doy más de un minuto sola, entrará en pánico. Sí, probablemente huirá. Me dijo que esto no es justo, dijo que acababa de comenzar a hacer sus travesuras, verán, mientras que yo he tenido siete años más para ser tan libertino como deseaba.

– Hmm -dijo la futura suegra de Corrie. -Tiene un buen punto, James. No lo había pensado de ese modo. Sabes, fue lo mismo con tu padre y conmigo, sólo que él era diez años mayor que yo, y él sabía muchísimo más que yo y…

– No creo que debas revisitar el pasado, Alex -dijo Douglas. -Podrías no recordar las cosas del modo en que realmente sucedieron.

– Bueno, eso es ciertamente algo bueno de envejecer. -Le sonrió a sus hijos. -Uno suaviza un poquito las cosas a través de la bruma de los años. James, si quieres, puedo buscar a Corrie y traerla aquí.

– No, gracias, madre. Como me siento más en forma esta mañana, creo que llevaré a Corrie a montar por el parque. Pero primero debo escribir un anuncio. -James se disculpó, y dijo por encima de su hombro mientras abandonaba el comedor:

– Me afeité solo esta mañana. Petrie predijo que cortaría esa encantadora vena en mi cuello. Juro que estaba desilusionado cuando no lo hice.

– Y -dijo Jason, poniéndose de pie, -yo voy a encontrarme con varios de nuestros amigos. Ninguno de ellos tuvo novedades la otra noche, como bien saben, pero entiendo que Peter Marmot dijo que nos encontraríamos con un tipo en Covent Garden. Supuestamente él habló sobre este tipo, Cadoudal. Probablemente no sea nada, pero nunca se sabe. -Jason jugueteó con su servilleta un momento, y luego dijo, en voz baja: -En realidad fue James quien se suponía que fuera con Peter, pero no creo que esté totalmente bien aún; al menos no quiero que se arriesgue tan pronto nuevamente.

– Iré contigo -dijo Douglas, y arrojó su servilleta.

– No, padre, hemos discutido esto. Todos creemos firmemente que tienes que mantenerte cerca de casa los próximos días. El hombre que hizo secuestrar a James debe saber ahora que fracasó. Sé que otra cosa surgirá muy pronto. Por favor, señor, déjenos ver qué podemos descubrir.

– Si sales herido, Jason -dijo su padre, -estaré muy molesto.

– Simplemente no le cuenten a James sobre esto. Es probable que intente aplastarme contra una pared.

– Si haces que te hieran, yo te aplastaré contra una pared -dijo Douglas.

Jason le ofreció una sonrisa engreída, se inclinó para besar la mejilla de su madre y salió del desayunador, silbando.

– Los jóvenes creen que son inmortales -dijo Douglas. -Me mata de miedo.

¿Los jóvenes? Alexandra pensó en cómo su esposo había salido tarde por la noche una vez en Rouen, solo, silbando, de hecho, a visitar a algunos rufianes que operaban en las sombras de los arbotantes de la catedral. Sin embargo, habiendo estado casada durante veintisiete años, no dijo una palabra.

Corrie estaba masticándose la uña del pulgar, mirando por el extenso y estrecho parque al otro lado de la calle de la casa de ciudad de tío Simon en Great Little Street, preguntándose qué iba a hacer. ¿Subir a bordo de un barco con destino a Boston -un nombre extraño para una ciudad- en las remotas tierras de América? ¿O, y esto era más probable, simplemente darse por vencida y caminar hacia el altar, con James a su lado? Y, a decir verdad, ¿qué tenía eso de malo? Cuando la había besado, ella había querido arrojarlo al piso y sujetarlo allí. Gimió en voz alta, ecos de esos sentimientos absolutamente asombrosos que habían abrumado las partes más profundas de ella, aquellos sentimientos que la habían hecho volar a los cielos en el instante en que la boca de él había tocado la suya, todavía retumbando dentro de ella. Se estremeció ante el recuerdo de esos pequeños chispazos de lujuria.

Corrie sacudió la cabeza, y entonces vio a una jovencita atravesando el parque, yendo en su dirección. Era la señorita Judith McCrae, y era tan hermosa. Quizás tan hermosa como la señorita Juliette Lorimer, que había perdido a James, ¿y no era eso una pena?

Al menos si Corrie se casaba con James, él no terminaría con una esposa espantosa como Juliette, que no apreciaría lo inteligente, lo astuto e ingenioso que él era, que se quejaría si tuviera que recostarse en una pequeña colina y mirar las estrellas mientras James espiaba por su telescopio la constelación de Andrómeda en el cielo boreal. Juliette probablemente pensaría que Andrómeda era un nuevo perfume de Francia.

Corrie suspiró. Cuando James había deslizado la lengua en su boca, un millón de estrellas habían explotado en su cabeza, Andrómeda probablemente entre ellas, y sabía que las estrellas eran sólo el comienzo. ¿Habría sido igual para James? Probablemente no. Él era hombre.

Judith McCrae estaba casi en la puerta principal. ¿Qué querría? Apenas conocía a la muchacha, sólo sabía que había estado flirteando con Jason. Se levantó, sacudió sus faldas y esperó a que Tamerlane, el mayordomo de Londres de tío Simon, la anunciara, lo cual hizo, con su cabello rojo brillando a la luz de la mañana.

Él se quedó parado en la puerta abierta de la sala de dibujo, se aclaró la garganta y bramó:

– La señorita Judith McCrae de los McCrae de Irlanda en Waterford ruega que le permitan ver a la señorita Corrie Tybourne-Barrett.

Corrie oyó una risita femenina, y ¿era eso una carcajada ahogada de Tamerlane? Entonces entró la señorita McCrae, caminando con gracia en la sala de dibujo, con una enorme sonrisa en su rostro, sabiendo que había cautivado con esa hábil presentación. Corrie le devolvió la sonrisa, efectivamente encantada.

– Qué agradable verla, señorita Tybourne-Barrett. Entiendo por mi tía Arbuckle que usted y James Sherbrooke se casarán. -Corrie gruñó. -¿Cree que estaremos emparentadas?

Esto era hablar con franqueza, sin dudas. Y enormemente astuto, tan astuto que uno no quería golpearla, quería reír, así que eso significaba que la señorita McCrae era una muchacha muy inteligente.

Corrie dijo:

– No, señorita McCrae, James y yo no hemos decidido casarnos, así que diría que se ve sombrío que estemos emparentadas. ¿Le gustaría un poco de té?

– Por favor, llámeme Judith. Hubiese tomado su gruñido por un sí. Creo que lord Hammersmith es un hombre muy persistente, posiblemente tan persistente como su hermano. Persistente es un modo muy agradable de decir que los dos son tan tercos como mulas. Pero, ¿quién sabe? Yo soy muy persistente también. Jason me necesita, sabe, tal como lord Hammersmith la necesita a usted.

– Señorita McCrae…

– Llámeme Judith -dijo con una alegre sonrisa que acentuaba los profundos hoyuelos a cada lado de su encantadora boca.

Corrie suspiró.

– Judith, James no necesita a nadie, especialmente a mí. Este matrimonio, si debe haber uno, está siendo endilgado a los dos. Oh, cielos, realmente no la conozco, y aquí estoy contándole todo.

– Lo sé, en ocasiones hago lo mismo, especialmente cuando algo muy profundo dentro mío reconoce que puedo confiar en otra persona.

Corrie buscó a alguien que hubiese conocido que fuera al menos un poquito parecido a esta jovencita, pero no pudo. Judith parecía ser única.

– No sabía que usted conocía tan bien a Jason.

– Para nada bien aún, pero sí sé que lo quiero con bastante desesperación. Nunca he visto a un hombre más encantador en toda mi vida, pero, ya sabe… eso no es tan importante, ¿verdad?

Corrie vio a James claramente en su mente, y sacudió la cabeza muy despacio.

– No, supongo que no lo es, excepto cuando una simplemente quiere mirarlo y suspirar de placer.