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Y se desplomó en el vestíbulo de entrada.

Fue en ese momento que Hollis recuperó la compostura. Sin importar lo que hubiera sucedido, dependía de él arreglar las cosas. Se arrodilló al lado de Ollie Trunk y dijo:

– Estarás bien, Ollie, estarás bien. Ahora estoy aquí.

Douglas miró al doctor Milton, vio a James, y pensó que gritaría de alivio. Levantó lentamente la palma que había estado presionando con fuerza contra el hombro de Jason y vio que la herida ahora sólo sangraba lentamente.

– La bala le dio en el hombro izquierdo, demasiado cerca de su corazón, maldita sea; sigue dentro de él. Se ve mal. Charles… por favor, apresúrese.

En ese momento reconoció que había estado asustado cuando Freddie había llegado a Londres y les había dicho que James estaba enfermo, pero no era nada comparado con esto. Su muchacho le había salvado la vida, maldito fuera. Douglas estaba más allá del miedo ahora; él mismo planeaba matar a Jason si sobrevivía a esto.

James se quedó allí parado, pálido, vio a su padre moverse a un lado para dejar lugar al doctor Milton y le miró las manos, cubiertas con la sangre de Jason. Vio a su padre tomar a su madre entre sus brazos, y se quedaron allí parados juntos, abrazándose, sin hacer ni un sonido, con sus miradas sobre Jason. Entonces oyó a alguien susurrar su nombre.

– Corrie, oh, Dios, Corrie -y ella estaba en sus brazos, apretada fuerte contra él, y susurraba acerca de Judith y Annabelle Trelawny.

Judith, pensó James. Judith. Entonces vio la manta que cubría un cuerpo a algunos metros de donde Jason yacía en el sofá.

– La maté, James -dijo Corrie, pero no lloraba, se aferraba con fuerza. -Le disparé justo cuando ella disparaba a tu padre, sólo que Jason se metió frente a él, luego maté a Annabelle Trelawny porque iba a matar a Hollis. En realidad es la tía de Judith.

– Bien por ti -le dijo él contra el cabello. -Estoy muy orgulloso de ti, Corrie, más orgulloso de lo que puedo expresar. Me perteneces. Nunca lo olvides.

Ella se quedó perfectamente quieta contra James, luego suspiró, un profundo y suave suspiro, y se apoyó contra él, con la cabeza sobre su hombro.

Permanecieron en silencio hasta que el doctor Milton levantó la mirada y dijo:

– No les mentiré, milord, milady. Será complicado. Sin embargo, Jason es joven, sano y muy fuerte. Si alguien puede superar esto, es él. Ahora debemos llevarlo arriba a su cama, y tengo que sacarle esa bala.

Dos noches más tarde.

– Sabía que iba a morir -dijo Douglas, su rostro contra el cabello de su esposa. -A medianoche su respiración se dificultó y luego simplemente se detuvo. Sabía que estaba muerto, Alex. Casi morí yo mismo. Lo sostuve contra mí y lo sacudí, estaba tan furioso con él por arrojarse enfrente mío. Entonces, gracias a Dios, empezó a respirar otra vez.

Ella lo abrazó aun más fuerte.

– Está bien ahora, Douglas. Sobrevivirá a esto.

– Sí, ahora lo sé.

No estaban solos en el dormitorio de Jason. James y Corrie estaban sentados muy juntos en un sofá que había sido llevado allí, ambos despiertos cuando Douglas había llevado al doctor Milton de su dormitorio para ver a Jason.

Douglas dijo:

– Jason no me dijo nada pero abrió los ojos, Alex. Abrió sus ojos y sonrió. Entonces volvió a quedar inconsciente.

Douglas miró al doctor Milton, que tomó el pulso de Jason y después le levantó los párpados. Dijo con calma:

– No está inconsciente, milord, está dormido. Por primera vez. Su respiración es más profunda ahora. Creo que ha escapado a la fiebre. -El doctor Milton se levantó, tocó ligeramente el hombro de Jason con su mano y se enderezó. -Creo que superará esto. Ahora, todos ustedes, vayan a descansar un poco. Yo me quedaré a su lado.

Por supuesto, nadie abandonó la habitación de Jason.

Douglas no descansó mucho rato. James y Corrie estaban apoyados uno contra el otro, finalmente dormidos. La cabeza de Alexandra estaba sobre su hombro, y oía su suave respiración. Pensó en la terrible experiencia de lady Arbuckle; Douglas había enviado a Ollie Trunk, recuperado del golpe en la cabeza, de regreso con ella a Cornualles esa mañana, Hollis seguía cloqueando a su alrededor. Lady Arbuckle estaba muerta de miedo por su esposo, y no era nada extraño. También Douglas. Dudaba que lord Arbuckle siguiera vivo, pero no iba a decir eso en voz alta.

Nadie había dicho una palabra acerca de Annabelle Trelawny. Hollis había entrado en el dormitorio de Jason esa primera noche, se había parado junto a la puerta, erguido y alto.

– Estoy preparado para retirarme, milord.

Douglas había levantado la mirada, se había dado cuenta de lo que Hollis había dicho, y había fruncido el ceño.

– ¿Qué son estas tonterías? No te jubilarás, viejo. Un miembro de la familia no se jubila de la familia.

Hollis miraba fijamente a Jason, inconsciente, su respiración tan superficial que no parecía que estuviera respirando en absoluto. Miraba su pecho desnudo, cubierto con una enorme venda blanca. Su muchacho estaba inconsciente, su rostro quieto, demasiado pálido. La respiración de Hollis se dificultó.

– Debo hacerlo, milord. Soy responsable de todo esto.

Douglas estaba muerto de miedo por su hijo, y allí estaba Hollis, queriendo asumir toda la culpa. Quería decir a Hollis que fuera a acostarse y que durmiera por todos ellos, pero una mirada al rostro del anciano y se calló.

– No eres responsable por nada de esto, Hollis.

No dijo el nombre de Annabelle Trelawny. Nunca quería volver a decir ese nombre mientras viviera.

Hollis se puso aun más recto.

– Yo traje a esa mujer aquí. Estaba tan embobado, mi cerebro dejó de funcionar correctamente. Ella me usó, milord, para hacer que todos ustedes confiaran en ella. Debo retirarme, milord. Los he herido a todos. De algún modo debo cumplir un castigo.

Alexandra, con los ojos rojos por la falta de sueño, la preocupación y las lágrimas, dijo:

– Pensaré en esto, Hollis. Habrá un castigo adecuado por tus crímenes. Ahora, queremos que vayas a acostarte. Bebe un poco del brandy de Su Señoría. Duerme, Hollis, o no podrás cumplir con tu castigo. Créeme, el retiro es demasiado fácil.

Hollis hizo una reverencia, dijo “Sí, milady,” y abandonó el dormitorio de Jason.

Douglas miró a su esposa.

– Bien hecho -le dijo. -Creo que sus hombros estaban aun más erguidos cuando se fue que cuando llegó.

Douglas finalmente estaba dormitando, soñando con un día mucho tiempo atrás en que había llevado por primera vez a sus muchachos a pescar, y Jason había atrapado una trucha y se había emocionado tanto que había perdido el equilibrio y caído al agua, perdiendo ese pez. Douglas sonreía por el recuerdo cuando de pronto despertó. Miró el reloj de bronce dorado sobre la repisa de la chimenea. Eran casi las cuatro de la mañana. Tres ramas de velas mantenían las sombras alejadas de la cama, pero el resto de la habitación estaba en penumbras. El doctor Milton estaba dormido sobre la carriola a un metro. Tanto Corrie como James estaban dormidos, al igual que Alexandra. El dormitorio estaba en absoluto silencio. ¿Qué lo había despertado?

Se levantó inmediatamente y fue al lado de la cama de Jason. Se sentó a su lado, le tomó la mano, una mano bien formada, bronceada, fuerte.

Jason abrió sus ojos y dijo, su voz un susurro oxidado:

– ¿Supongo que estoy vivo?

– Sí, y seguirás así -dijo Douglas.

Quería abrazar a su hijo y nunca soltarlo, pero eso lo lastimaría. Levantó su mano, la acarició, sintió el calor de su piel, la sangre que fluía a través del cuerpo de su hijo. Gracias a Dios que estaba vivo. Entonces Douglas quiso gritarle. Pero no gritó, o casi.

– Te amo, Jason. También pretendo totalmente golpearte hasta que estés casi muerto por arrojarte enfrente mío para salvar mi vida.

Jason sonrió y entonces un espasmo de dolor palideció sus ojos.