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Lord Peter Wimsey, después de ver cómo desmontaban el eje delantero del coche y de decidir que el señor Brownlow y el señor Wilderspin podrían arreglarlo solos, fue a la oficina de Correos para enviar un mensaje a los amigos que lo estaban esperando en Walbeach, y luego intentó buscar algo que hacer. En el pueblo no encontró nada interesante, así que decidió ir a echar una ojeada a la iglesia. Las campanas ya habían dejado de repicar y Hezekiah se había ido a casa; sin embargo, la puerta sur estaba abierta y, al entrar, vio a la señora Venables cambiando el agua de los floreros del altar. Ella lo observó mientras él estaba entretenido admirando la exquisita ornamentación de roble de las vidrieras.

– Es precioso, ¿no le parece? -le dijo la mujer, cuando se acercó a saludarlo-. Theodore está muy orgulloso de su iglesia. Y, desde que llegamos, ha trabajado mucho para que fuera una de las más bonitas. Afortunadamente, el hombre que se encargaba de la iglesia antes era muy serio e hizo las reformas necesarias, aunque no era demasiado estricto y permitía cosas que a nosotros nos sorprendieron bastante. ¿Puede creerse que dejó que utilizaran esta preciosa capilla como horno de carbón? Nosotros, por supuesto, la limpiamos de arriba abajo. A Theodore le gustaría colocar un altar femenino aquí, pero nos tememos que a los feligreses no les gustaría demasiado la idea. Sí, es una ventana magnífica, ¿no es cierto? Es posterior a las demás, claro, pero es una suerte que todavía mantenga los cristales originales. Cuando llegaron los Zeppelin pasamos mucho miedo. Lanzaron una bomba sobre Walbeach, que está a unos treinta kilómetros, pero podría haber caído aquí perfectamente. ¿No cree que es preciosa la pantalla que separa la capilla y la iglesia? Siempre digo que parece hecha de encaje. Las tumbas pertenecen a la familia Gaudy. Vivieron aquí hasta los tiempos de la reina Isabel, pero ahora están todos muertos. Verá el nombre inscrito en la campana Treble: gaude, gaudy, domini in laude. En el ala norte había una capilla privada: la capilla del abad Thomas y ésa es su tumba. Bautizaron la campana Batty Thomas en su honor, aunque Batty es el diminutivo de abad, claro. En el siglo XIX, algún vándalo tiró la pared que había detrás del coro para colocar el órgano. Es espantoso, ¿no cree? Hace unos años cambiamos los tubos y ahora tenemos que agrandar los fuelles. Al pobre Loco le cuesta mantener las cámaras del órgano llenas de aire cuando la señorita Snnot lo toca al completo. Le llaman Loco Peake, pero no está realmente loco, sólo es que a veces no sabe lo que hace. Obviamente, el ángel del techo es nuestra obra más preciada; personalmente opino que es incluso más bonito que el de March o el del Needham Market, porque todavía conserva el colorido y la pintura originales. Lo hicimos restaurar hará unos doce años, pero no añadimos nada. Nos costó diez años convencer a los que cuidaban la iglesia de que podíamos añadirle un poco de pan de oro a los ángeles sin tener que pedir permiso a Roma, pero ahora están muy orgullosos del resultado. Esperamos, algún día, poder hacer el techo del cancel. Hay que pintar todos los arcos, todavía se ve un poco de color, y se tiene que dorar toda la ornamentación. La ventana del ala este es la bestia negra de Theodore. Ese horrible y rudimentario cristal es de 1840, creo. Theodore dice que es el peor período. El cristal de la nave ha desaparecido todo, claro, fueron los hombres de Cromwell. Gracias a Dios que dejaron parte de las ventanas de la nave. Supongo que subir hasta allí arriba les habría costado mucho trabajo. Los bancos son modernos; Theodore los encargó hace diez años. El prefería las sillas, pero a la congregación no le habría gustado porque están acostumbrados a los bancos, así que Theodore copió el modelo de un antiguo diseño que no era demasiado estrafalario. Los viejos bancos eran horribles, parecían sanitarios, y había una galería horrorosa a ambos lados que bloqueaba las ventanas del pasillo y no dejaba ver los pilares. La hicimos destruir inmediatamente. No era necesaria y los niños se dedicaban a tirar los libros de oración encima de la gente. La sillería del coro, en cambio, es otra cosa. Es la sillería original de los monjes, con misereres. ¿No le parece que las tallas son magníficas? En el santuario hay una pila, aunque no es demasiado impresionante.

Wimsey admitió que no era capaz de sentir impresión ante las pilas de las iglesias.

– Y las barandillas del altar son muy pobres, claro, otro de los horrores Victorianos. Queremos poner algo más bonito en su lugar cuando dispongamos de dinero suficiente. Lo siento, no tengo la llave de la torre. Estoy segura de que le gustaría subir. Las vistas son magníficas, aunque a partir de la sala de las campanas todo es escalera. Yo me mareo, sobre todo cuando repican las campanas. Creo que, en cierto modo, me dan un poco de miedo. ¡Oh, la pila bautismal! Tiene que verla. Se supone que las estatuas que la decoran tienen algo especial, y yo lo he olvidado, ¡qué tonta! Debería enseñársela Theodore, pero lo han avisado por una urgencia: tenían que llevar a una mujer enferma al hospital, que está más allá del dique de los diez metros, después de Thorpe's Bridge. Salió corriendo justo después de desayunar.

«Y dicen -pensó Wimsey- que los párrocos de la Iglesia anglicana no hacen nada con el dinero».

– ¿Le gustaría quedarse y echar un vistazo al resto? ¿Le importaría cerrar y devolverme la llave? Es la del señor Godfrey, porque no tengo ni idea de dónde puede estar la de Theodore. Puede parecerle mal que cerremos la iglesia, pero como es un lugar tan solitario. Desde casa no podemos vigilarla por la vegetación y, a veces, vemos merodeando a algún vagabundo por los alrededores. El otro día, precisamente, vi pasar a un señor con muy mal aspecto, y no hace demasiado alguien abrió la caja de las limosnas y se las llevó. Eso no fue lo importante, porque había poco dinero, pero rompieron muchas cosas del santuario, por la decepción, supongo, y eso no podemos permitirlo, ¿no cree?

Wimsey respondió que no, que no podían y que sí, que le gustaría quedarse en la iglesia un rato más y que se acordaría de devolverle la llave. Cuando la señora Venables se fue, Wimsey dejó una buena limosna en la caja y permaneció observando la pila bautismal, cuyas esculturas eran realmente curiosas y, a su parecer, sugerían un simbolismo que no era cristiano ni pagano. Vio un viejo y pesado baúl debajo de la torre que, cuando se abría, mostraba su contenido: nada más venerable que cuerdas de campana viejas. Siguió por el pasillo norte, observando que los capiteles que aguantaban los arcos principales de los ángeles del techo estaban llenos de esculturas de cabezas de querubines. Se entretuvo un rato junto a la tumba del abad Thomas, con su efigie vestida y adornada. «Un hombre serio -pensó-, este clérigo del siglo XIV, con este rostro tan duro y fuerte, más un soberano para su pueblo que un pastor». A los lados de la tumba había paneles decorados que mostraban varias escenas de la historia de la abadía, como la fundición de una campana, Batty Thomas sin ninguna duda, y allí era evidente que el abad estaba particularmente orgulloso de esa campana porque aparecía otra vez, a sus pies, en lugar del cojín habitual. Las ornamentaciones y las inscripciones estaban realizadas de manera realista. En el hombro decía: + NOLI + ESSE + INCREDVLVS +SED+FIDELIS +; en el brazo: + EL ABAD THOMAS ME COLOCÓ AQUÍ + Y ME HIZO TOCAR ALTO Y CLARO + 1380 +; y en la cintura se leía la frase: O SANCTE THOMA, adornada con una mitra de abad, que dejaba al espectador con la incertidumbre de si la santidad se atribuía al apóstol o al clérigo. También se informaba de que el abad Thomas había muerto mucho antes de la expoliación de su casa por parte del rey Enrique. Thomas luchó por ella y es posible que la iglesia sufriera en el proceso. Su sucesor, pobre hombre, no puso resistencia a la usurpación y dejó que la abadía se deteriorara y que la iglesia fuera purificada pacíficamente por los reformistas. Eso era, al menos, lo que el párroco le había dicho a Wimsey durante la comida.