Выбрать главу

– El señor Ashton posee una cabaña espaciosa. Si se lo pedimos, estoy seguro de que sacaría sus herramientas de allí durante el tiempo necesario. Además, tiene una ventana bastante grande y una puerta con cerrojo.

– Será perfecta. Dick, ve a ver al señor Ashton y pídele que te deje una carreta y una tabla. Padre, ¿cree que deberíamos localizar al juez de instrucción? El señor Compline, ya sabe, de Leamholt. ¿Lo llamo cuando vuelva?

– Sí, gracias, gracias. Te lo agradecería. Jack, ¿pueden seguir con esto?

El policía asintió y los demás acabaron de descubrir el cadáver entero. Para entonces, parecía que todo el pueblo había acudido al cementerio y costaba mucho evitar que los niños no se acercaran a la tumba, porque los adultos que en principio debían vigilarlos estaban peleándose por conseguir el mejor sitio. El párroco estaba a punto de dirigirse hacia ellos para reprenderlos severamente cuando Hezekiah Lavender se le acercó.

– Perdone, señor, ¿debería tocar a Sastre Paul por ese hombre?

– ¿Tocar a Sastre Paul? Bueno, Hezekiah, realmente no lo sé.

– Tenemos que tocarla por toda alma cristiana que muere en la parroquia -respondió el señor Lavender-. Es nuestra obligación. Y, al parecer, este hombre ha muerto en la parroquia porque, si no, ¿por qué iban a enterrarlo aquí?

– Tienes razón, Hezekiah.

– Aunque, ¿quién nos asegura que se trate de un alma cristiana?

– Eso, Hezekiah, me temo que no puedo decidirlo yo.

– En cuanto a que lo hagamos con un poco de retraso -continuó el anciano-, no es culpa nuestra. Ha sido hoy cuando hemos sabido que había muerto, así que nadie nos puede decir nada por no haber tocado a muertos antes. Aunque sobre lo de cristiano…, ¡bueno! Tengo mis dudas.

– Deberíamos darle el beneficio de la duda, Hezekiah. En cualquier caso, toca la campana.

El anciano parecía tener dudas y, al final, se acercó al doctor y se lo preguntó.

– ¿Que cuántos años debía tener? -le preguntó éste mirando a su alrededor un poco sorprendido-. No lo sé. Es difícil concretarlo. Pero me atrevería a decir que entre los cuarenta y los cincuenta. ¿Por qué quiere saberlo? ¿La campana? Ya veo. Bueno, digamos cincuenta.

Así que Sastre Paul repicó por el forastero con los nueve sastres, luego cincuenta campanadas y luego cien más, mientras Alf Donnington en el Red Cow y Tom Tebbutt en la taberna hacían su agosto, y mientras el párroco escribía una carta.

Segunda parte

Llaman a declarar a lord Peter

El ritmo es lo primero que debe entenderse de la campanología.

On Change-Ringing

Troyte

Querido lord Peter:

Desde su deliciosa visita en enero, en multitud de ocasiones me he preguntado, algo confundido, qué debió pensar de nosotros por no darnos cuenta del tan distinguido exponente de los métodos de Sherlock Holmes al que habíamos acogido bajo nuestro techo. Al vivir tan apartados del mundo, y como sólo leemos The Times y el Spectator, mucho me temo que tendemos a reducir nuestros intereses. Cuando mi esposa escribió a su prima la señora Smith (quizá la conozca, porque vive en Kensington) y le mencionó su visita, ella nos informó en su respuesta la clase de huésped que habíamos tenido.

Con la esperanza de que perdone nuestra lamentable ignorancia, me atrevo a escribirle para preguntarle si, dada su gran experiencia, nos podría dar un consejo. Esta tarde ha ocurrido algo tan misterioso y sorprendente que ha alterado nuestra tranquila existencia. Cuando nos disponíamos a abrir la tumba de lady Thorpe y prepararla para acoger a su marido, cuya muerte seguramente vio en las necrológicas de los periódicos, nuestro sacristán se ha quedado de piedra al descubrir, en la citada tumba, el cadáver de un forastero que, al parecer, murió de un modo violento y criminal. Tenía la cara totalmente mutilada y, lo que parece mucho más brutal, ¡le habían cortado las manos a la altura de las muñecas! Obviamente, la policía local se ha puesto a trabajar en el caso, sin embargo, este acontecimiento tiene un peculiar y penoso interés para mí (dado que, de algún modo, está relacionado con la iglesia de la parroquia), y estoy un poco perdido respecto a cuál debería ser mi actitud personal. Mi esposa, con su habitual sentido práctico, me sugirió que recurriera a usted para pedirle ayuda y consejo y el comisario Blundell, de Leamholt, con quien acabo de entrevistarme, muy atentamente me ha dicho que si usted quisiera encargarse del caso personalmente, él haría todo lo que estuviera en su mano para ayudarlo en la investigación. Apenas me atrevo a sugerirle a un hombre tan ocupado como usted que venga y se ocupe de este asunto en persona pero, en caso de que pensara hacerlo, no necesito decirle lo encantados que estaremos mi esposa y yo de acogerlo en nuestra casa.

Discúlpeme si esta carta está llena de divagaciones y resulta algo confusa; le escribo con la mente todavía perturbada. Debo añadir que nuestros campaneros guardan un grato recuerdo de la ayuda que nos brindó con el famoso carrillón de Año Nuevo y estoy seguro de que querrían que se lo recordara.

Reciba el más caluroso saludo de parte de mi esposa y de mí.

Sinceramente,

THEODORE VENABLES

P.S.: Mi esposa me recuerda que le diga que la investigación empieza el sábado a las dos de la tarde.

Esta carta, que fue enviada el viernes por la mañana, llegó a manos de lord Peter con el primer correo del sábado. Envió un telegrama diciendo que partiría hacia Fenchurch St Paul inmediatamente, canceló gustosamente una serie de compromisos sociales y a las dos en punto estaba sentado en el Consejo de la Parroquia, junto con gran parte de la población local que, probablemente, jamás se había reunido bajo un mismo techo desde la expoliación de la abadía.

El juez de instrucción, un abogado rural de cara rubicunda, que parecía conocer personalmente a todos los presentes, empezó a trabajar dándose aires de persona terriblemente ocupada, como si cada minuto de su tiempo fuera de oro.

– Atención, caballeros… Silencio, por aquí, por favor… El jurado en este lado… Sparkes, acerca esos Testamentos al jurado… Escojan un presidente del jurado, por favor… ¡Oh! Han elegido al señor Donnington… Muy bien… Acércate… Alf…, coge el libro con la mano derecha…, investigar diligentemente…, el Rey Soberano…, hombre desconocido…, cuerpo…, vista…, habilidad e inteligencia…, que Dios te ayude…, besa el libro…, siéntate…, la mesa aquí…, ahora, los demás…, cojan el libro con la mano derecha…, la derecha, señor Pratt…, Wally, ¿no sabes distinguir la mano derecha de la izquierda?… No serían, por favor, no tenemos tiempo que perder…, el mismo juramento que su presidente…, todos y cada uno de ustedes se comprometen a… que Dios les ayude…, besen el libro…, en el banco, junto a Alf Donnington… De acuerdo, todos saben por qué estamos aquí…, investigar la muerte de este hombre…, testigos para identificarlo…, entiendo que no hay ninguno… ¿Sí, comisario?… Ya veo… ¿Por qué no lo ha dicho antes? Muy bien… Por aquí, por favor… Perdone, ¿señor?… Lord Peter… ¿Le importa repetirlo?… ¿Whimsy?… ¡Ah, sin hache!… Tal cual… Wimsey con e… Bien… ¿Ocupación?… ¿Qué?… Bueno, pondremos caballero… Bien, milord, ¿dice que puede aportar pruebas para identificar al difunto?

– No, exactamente, pero creo que…

– Un momento, por favor… Coja el libro con la mano derecha…, pruebas…, investigación…, la verdad y nada más que la verdad…, bese el libro…, Bien… Nombre, dirección, ocupación, todo eso lo tenemos… Señora Leach, si no consigue que ese niño se calle, tendrá que abandonar la sala… ¿Decía?