Así pues, se instaló en Denver un par de días, para fastidiar a su cuñada y a sus invitados todo lo que pudo y, el día de Nochebuena emprendió el viaje hacia Fenchurch St Paul.
– Parece que en esta zona -dijo Wimsey- se llevan todo el mal tiempo. El año pasado nevaba y este año llueve a mares. Bunter, estoy seguro de que es un golpe del destino.
– Sí, milord -respondió el criado. Estaba muy unido a su señor, pero a veces le parecía que su necesidad de abrir las ventanas del coche era una nimiedad-. Una estación muy dura, milord.
– Bueno, debemos darnos prisa, venga. Un alma contenta no descansa en el camino. No pareces muy contento, Bunter, aunque eres una de esas personas imperturbables. Nunca te he visto enfadado, excepto aquel día por el asunto de la botella de cerveza.
– No, milord. Aquello me hirió el orgullo, por decirlo de alguna manera. Fue algo muy curioso.
– Un accidente, creo, aunque en aquel momento pudo parecer sospechoso. ¿Dónde estamos? Ah, sí, en Lympsey, claro. Ahora sólo tenemos que cruzar el Great Leam por la presa Oíd Bank. No debemos estar lejos. Sí, ahí está. ¡Dios mío! Hay agua en la carretera.
Aparcó el coche en el puente, salió del vehículo y se quedó debajo del aguacero que estaba cayendo mirando hacia la presa. Las cinco compuertas y los trinquetes de hierro del puente estaban completamente abiertos. El cauce del río, oscuro y poderoso, pasaba por las compuertas, y arrastraba todo lo que se encontraba por su paso. Y mientras lo observaba, se produjo un cambio: unas olas se levantaron por encima del nivel del agua, como si hasta entonces hubieran estado reprimidas. Salió un hombre de la casa del vigilante y se colocó en su posición en la presa, mirando hacia abajo. Wimsey lo saludó con la mano.
– ¿Sube la marea?
– Sí, señor. Debemos vigilar ahora para evitar daños mayores después. Pero no subirá demasiado a menos que se desborde. Está llegando al nivel máximo, así que tenemos que manipularlo un poco -contestó mientras cerraba las compuertas.
– ¿Ves la idea, Bunter? Si cierran esta presa, todo el agua tendrá que pasar por Oíd Leam, que ya tiene bastante con la suya. Pero si la dejan abierta y el caudal es lo suficientemente fuerte como para que el agua que sobre vuelva hacia atrás, inundarán todas las tierras por encima de la presa.
– Exacto, señor -dijo el hombre con una sonrisa en la cara-, Y si la inundación hace retroceder el agua, se lo llevará a usted por delante. Todo depende.
– Entonces, esperemos que manipule las cosas a nuestro favor -repuso Wimsey con aire jovial. La cantidad de agua que pasaba por los arcos se iba reduciendo a medida que se cerraban las compuertas, los remolinos eran cada vez más superficiales y lo que había arrastrado la corriente empezó a acumularse debajo del puente-. Intente aguantarlo hasta que lleguemos a Fenchurch St Paul.
– No pasará nada, no se preocupe -dijo el hombre muy seguro de sí mismo-. Esta presa funciona perfectamente.
Puso tanto énfasis en la palabra «esta» que Wimsey lo miró fijamente.
– ¿Y qué hay de la de Van Leyden's?
El hombre negó con la cabeza.
– No lo sé, señor. Pero he oído que el viejo Joe Massey estaba muy preocupado por las viejas compuertas. Ayer fueron a verlas tres hombres, de un comité o una comisión, creo. Aunque no se puede hacer mucho por las compuertas cuando baja este caudal de agua. Puede que aguanten o puede que no, ya veremos.
– Bueno, pues qué bien -dijo Wimsey-. Venga, Bunter, vámonos ahora que podemos.
Esta vez fueron por la orilla sur o por lo que se conoce como el lado de Fenchurch St Paul del dique de los diez metros. Dique y cuneta estaban llenos de agua y a los campos les faltaba poco para volver a convertirse en terreno pantanoso lleno de agua y barro. Había muy poco movimiento en la larga carretera. Ahora se cruzaban con un coche, que les salpicaba de agua y barro de los baches de la carretera, luego se cruzaban con un tractor, cuyo conductor se tapaba con un saco empapado que no le dejaba ver ni oír los demás vehículos; luego se encontraban algún peón que volvía a casa pensando sólo en sentarse junto al fuego con una jarra de cerveza en las manos. El agua cortaba tanto el aire que sólo oyeron el familiar sonido de las campanas cuando llegaron a Frog's Bridge y supieron que los campaneros estaban practicando el carrillón de Navidad. El sonido atravesaba la lluvia y llenaba el aire de melancolía, como el ruido de las campanas de una ciudad inundada cuando luchan contra la marea.
Al llegar a la altura de la gran torre gris, giraron y pasaron junto al muro de la vicaría. Se acercaban a la puerta y oyeron unos bocinazos que les resultaron familiares; Wimsey redujo la velocidad mientras el coche del párroco asomaba el morro con precaución. El señor Venables reconoció el Daimler y paró el motor del Morris en medio de la calle. Los saludó con la mano a través de las cortinas laterales.
– ¡Hola! ¡Ha vuelto! -exclamó mientras Wimsey salía del coche y se acercaba a saludarlo-. Qué suerte haberlo encontrado. Espero que me oyera. Siempre toco el claxon antes de salir porque la curva es muy cerrada. ¿Cómo está, querido amigo? Supongo que se dirige a la Casa Roja. Lo aguardan impacientes. Espero que, mientras esté aquí, venga a vernos a menudo. Mi mujer y yo cenaremos con ustedes esta noche. Estará encantada de volverle a ver. Le he dicho que quizá me encontraría con usted por el camino. Qué tiempo más horrible, ¿verdad? Ahora tengo que ir corriendo a bautizar a un niño que ha nacido en Swamp Drove, al otro lado de Frog's Bridge. No es un buen sitio, me han dicho, y además la madre está muy enferma, así que no puedo perder más tiempo, porque supongo que tendré que hacer parte del camino a pie, con todo el barro, y ya no camino como antes. Sí, estoy bastante bien, gracias, sólo es un pequeño catarro. Oh, no es nada. El otro día, que fui a un entierro en St Stephen, cogí frío. ¿Ha venido por St Ivés y Chatteris? Ah, ha venido directamente desde Denver. Espero que su familia esté bien. He oído que las inundaciones han llegado a Bedford. Si helase, en Bury Fen podrían patinar por el pueblo, aunque no creo que lo haga. Dicen que un invierno verde engorda el cementerio, pero yo creo que para los mayores siempre es peor un invierno muy frío. Ahora debo irme. ¿Perdón? No le he entendido. Las campanas suenan muy fuertes. Por eso toqué el claxon con tanta potencia; a veces cuesta oír algo cuando están tocando. Sí, esta noche están ensayando con unas stedman. Un día tiene que venir y probarlas. Wally Pratt lo está haciendo muy bien. Will Thoday toca esta noche. Estuve pensando en lo que me dijo, pero no vi ninguna razón para excluirlo. Actuó mal, por supuesto, pero estoy convencido de que no cometió ningún pecado grave; además, si dejara el grupo de campaneros, habría muchos comentarios. Las habladurías son lo peor que hay, ¿no le parece? ¡Dios mío! Estoy desatendiendo mis obligaciones por el placer de charlar con usted. ¡Ese pobre niño! Debo irme. Espero que el motor no me dé problemas. Es usted muy amable. Me avergüenza abusar así de usted. Siempre se enciende a la primera. Bueno, au revoir! Nos veremos esta noche.