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– El vicio da mucho dinero -dijo Jacovitch mirándoles -. Puede corromper a cualquiera.

– Oíd, chicos, ¿sabéis lo que hizo Harwell en los retretes del teatro Garthwaite? -preguntó Simconc.

– Harwell es un policía secreto del turno del día-le dijo Jacovitch a Roy-. Es tan psicópata como Simeone y Ranatti. Todos tenemos nuestra cruz.

– ¿Qué ha hecho esta vez? -preguntó Gant, terminando de garrapatear unas notas en la página de un papel amarillo de tamaño legal.

– Trabajaba el retrete como consecuencia del informe secreto recibido del director y descubre un agujero recién hecho entre las paredes de los lavabos v se sienta en el último excusado sin bajarse los pantalones y empieza a fumarse un puro; pronto se acerca un afeminado, se dirige inmediatamente al agujero e introduce el miembro por el agujero en dirección a Harwell. López estaba mirando desde detrás de la instalación de acondicionamiento de aire de la pared Este y podía observarlo todo muy bien porque le habíamos dicho al director que quitara todas las puertas de los excusados para desalentar a los afeminados. Dijo que cuando el miembro del sujeto asomó por el agujero, el viejo Harwell sacudió la ceniza del grueso puro que se estaba fumando, sopló el extremo encendido hasta ponerlo al rojo vivo y después lo aplastó directamente contra la punta del miembro del individuo. Dijo que el afeminado seguía gritando tendido en el suelo cuando se marcharon.

– Este bastardo es un psicópata -murmuró Jacovitch -. Ya es su segundo desaguisado. Yo tenía mis dudas acerca de él. Es un psicópata.

– ¿No habéis oído hablar del agujero de los vestuarios de señoras de los Almacenes Bloomfield? -preguntó Ranatti-. El mirón lo introdujo en el agujero cuando una mujer se estaba cambiando de ropa y ella va y le clava una aguja de sombrero y se lo atraviesa y el hijo de perra aún estaba allí clavado cuando llegó la policía.

– Hace años que me lo contaron -dijo Phillips -. Creo que algún policía se debió inventar esta historia para contarla en el cuarto de armarios.

– Pero la de Harwell es verdad -dijo Simeone-. López me lo dijo. Dijo que tuvieron que marcharse precipitadamente. Harwell quería detener al afeminado. Imagínate, después de casi quemarle, aún quería meterle en la cárcel. López le dijo: "Vayámonos de aquí y el afeminado no sabrá que se lo ha hecho un policía".

– A este bastardo le echarán cualquier día -murmuró Jacovitch.

– Mira, hay que tener sentido del humor en este trabajo – dijo Ranatti sonriendo -. Te volverías loco de lo contrario.

– Me hubiera gustado verlo -dijo Gant-. ¿El afeminado era blanco?

– Casi -dijo Simeone -. Era italiano.

– Serás cerdo -dijo Ranatti.

– Recordad muchachos que hoy es noche de basura -dijo Jacovitch.

– Qué asco -dijo Simeone-. Se me había olvidado. Dios mío, hoy que llevo ropa buena.

– En las noches de basura ayudamos a los del tumo de día -le dijo Jacovitch a Roy -. Hemos accedido a revolver los cubos de la basura a última hora la noche antes de la recogida semanal de basura. Los del turno de día nos indican las direcciones de los lugares en que se sospecha que se hacen apuestas y nosotros rebuscamos en los cubos.

– Soy un hombre B -murmuró Ranatti -. B de basura.

– Hasta ahora nos ha dado muy buen resultado -le dijo Jacovitch a Roy -. Hemos encontrado fichas de apuestas en los cubos de la basura de tres sitios. Con ello ya pueden trabajar los del turno de día.

– Y yo vuelvo a casa oliendo como un camión de la basura -dijo Ranatti.

– Una noche estábamos revolviendo los cubos de la basura en la parte de atrás del restaurante del Gato Rojo Sam -dijo Simeone sonriéndole a Jacovitch -y encontramos la cabeza de un cerdo. El maldito cerdo tenía una cabeza de león. El viejo Gato Rojo tiene la especialidad de las comidas "soul". Nosotros nos llevamos la cabeza y la dejamos aquí para Jake. La metimos en su armario y nos fuimos a casa. A la noche siguiente, vinimos a trabajar pronto para estar presentes cuando abriera el armario y aquella es la maldita noche en que habían trasladado al nuevo lugarteniente sin saberlo nosotros. Y le habían asignado el armario de Jake. Abrió la puerta y no dijo absolutamente nada. ¡Nada! Nadie dijo nada. ¡Todos fingimos que estábamos escribiendo notas o lo que fuera y no dijimos nada!

– Me dijo más tarde que había creído que se trataba de un ritual de iniciación del nuevo comandante -dijo Jacovitch encendiendo un cigarrillo y tosiendo fuertemente-. Tal vez por eso es tan duro con nosotros.

– No hablemos más de él. Me deprime -dijo Gant -. ¿Estáis dispuestos a trabajar, muchachos?

– Esperad un momento antes de marcharos -dijo Jacovitch-. Esta noche estamos preparando una cosa importante. Vamos a tomar La Cueva a la una de la madrugada. Sé que habréis oído rumores al respecto porque aquí resulta imposible guardar un secreto. Sea como fuera, de fuentes dignas de crédito nos hemos enterado de que esta noche va a tener lugar en La Cueva la proyección de una película pornográfica. No puedo entenderlo a no ser que a Frippo, el propietario, le vayan mal los negocios. El caso es que nos lo han dicho y el maldito sitio va a ser sorprendido esta noche. ¿Sabes algo de La Cueva, Roy?

– Un poco -dijo Roy asintiendo.

– Últimamente les hemos estado dando muchos palos -dijo Jacovitch -. Con que les sorprendamos otra vez, creo que podremos quitarles el permiso de venta de bebidas alcohólicas. Podría ser esta noche. Vosotros, muchachos, dejad lo que estéis haciendo y reunios aquí conmigo a eso de la media noche. Nos han prestado una docena de policías uniformados de las patrullas y van a ayudarnos dos parejas de oficiales de los servicios administrativos. Parece que el espectáculo cinematográfico empezará hacia la una y Roy estará dentro. En cuanto empiece la película, Roy, tú dirígete distraídamente hacia los retretes. Ya nos ha dicho nuestro informante que nadie entrará ni saldrá por la puerta principal cuando empiece. Saca un cigarrillo por la ventana y agítalo. Estaremos apostados fuera en un lugar desde el que podamos ver la ventana. Entonces utilizaremos la llave y entraremos por la puerta principal.

– ¿Tienen una llave de este sitio? -preguntó Roy.

– Sí -dijo Ranatti sonriendo-. Está en aquel rincón.

Le señaló un poste de metal de un metro veinte de altura con una pesada bandeja de acero soldada en su extremo y mangos soldados a cada lado para que cuatro hombres pudieran trasladarlo.

– No debiera haber dificultades -dijo Jacovitch-. No creo que te encuentres con ningún problema, pero en caso afirmativo, si sucediera algo inesperado -que descubrieran que eres policía o cualquier otro peligro -toma un taburete de la barra, una jarra de cerveza, lo que sea, y arrójalo contra la ventana frontal. Entonces entraremos inmediatamente. Pero no habrá dificultades.

– ¿Me siento allí y tomo un trago? -preguntó Roy.

– Sí. Pide una cerveza y bebe de la botella -dijo Ranatti-. No te atrevas a beber en un vaso en un lugar tan asqueroso. ¿Oye, Sim, Dawn La Vere sigue frecuentando La Cueva?

– La vi por allí la semana pasada -dijo Simeone asintiendo-. Cuidado con esta mujer, Roy. Es la prostituta más lista que jamás he conocido. Sabe distinguir a un policía inmediatamente. Si sospecha que eres policía, empezará a actuar. Se sentará a tu lado, te rodeará la cintura con el brazo y te buscará el arma y las esposas apoyándote el pecho bajo la axila para distraerte. Te buscará el llavero y lo tocará si puede para ver si tienes llaves de cajas telefónicas o de esposas. Buscará si tienes dos billeteros porque sabe que la mayoría de policías llevan dos billeteros, uno para su propio dinero y otro para la placa. Te aconsejo que dejes la placa y el arma con Gant antes de entrar.

– No sé -dijo Jacovitch -. Es mejor que vaya armado. No quisiera que le hicieran daño.

– Otra cosa, no dejes que Dawns te bese -le dijo Ranatti riéndose-. Le gusta arrimarse mucho a los individuos con los que trabaja. Es una prostituta muy cariñosa, pero padece enfermedades venéreas y tuberculosis.