– Es mejor ir a otra parte -dijo Roy-. Estoy muy visto.
– ¿Que ha pasado? -preguntó Gant.
– Una prostituta huesuda vestida de marrón me ha reconocido por haber trabajado de uniforme en esta zona -mintió Roy-. Es inútil, aquí estoy quemado.
– Vayamos al parque y atrapemos rápido a uno o dos homosexuales -dijo Ranatti -. Ya hace varios días que no detenemos a ninguno.
Tras dejar su propio coche en el aparcamiento de la comisaría, Roy se reunió con Gant en el coche de la policía secreta y se dirigieron al parque. Roy se sentía decepcionado porque hasta entonces no había conseguido practicar ninguna detención de paisano, pero supuso que actuaría con éxito más tarde, en La Cueva, y ahora se le ocurrió pensar que no tenía la menor idea de cómo se detenía a un homosexual.
– ¿Cuáles son los elementos para la detención de un afeminado? -preguntó Roy.
– Es más fácil que la detención de una prostituta -dijo Gant conduciendo con soltura entre el tráfico de primeras horas de la noche-. Si hace un ofrecimiento inmoral en un lugar público. O si te sigue y te busca. Pero, por lo que a mí respecta, no tienes por qué dejar que un hombre te toque. Si parece como que va a tocarte, le agarras la mano y ya está detenido. Diremos en el informe de la detención que te tocó las partes privadas. Me importa un comino lo que diga Jacovitch de las detenciones legales y de los adornos de los informes de detenciones, yo no dejo que me toque nadie a no ser que lleve un vestido de mujer y esté seguro de que debajo del vestido hay un cuerpo de mujer.
– Quizás se puede arreglar con el ofrecimiento verbal -dijo Roy.
– Sí, se puede. Pero algunos afeminados son muy agresivos, Les dices hola y te arrean un puñetazo. Espero que no tengas que someterte a estas porquerías. Trabajar afeminados ya resulta bastante fastidioso de por sí. Pero quizás no tengamos que trabajarlos. Quizás podamos pillarles en la trampa.
– He oído hablar mucho de latrampa. ¿Qué es? -preguntó Roy sintiéndose un poco incómodo ante la perspectiva de tenor que trabajar homosexuales.
– Es lo que nosotros llamamos un punto de ventaja -dijo Gant acelerando por la subida de la calle Sexta frente al Central Receiving Hospital-. Hay muchos sitios frecuentados por homosexuales, como los lavabos públicos. Pues bien, en algunos de estos sitios se instalan unos respiraderos cubiertos con tela metálica muy densa o algo así desde donde podamos observar los retretes. En muchos sitios quitan las puertas de los retretes para facilitarnos el trabajo. Entonces nos sentamos en la trampa, tal como nosotros lo llamamos, y vigilamos los lavabos. Desde luego hay tecnicismos legales como la causa probable y las investigaciones exploratorias, pero ya te lo diré cuando hagamos el informe de la detención -si hacemos alguno. A veces, utilizamos equipos portátiles de transmisión y elegimos a un individuo sentado en la trampa con la radio, si ve a algún homosexual actuando en el retrete, nos lo comunica en voz baja a través de la radio y nosotros entramos. Deja que te haga algunas advertencias acerca de los homosexuales. No sé lo que te imaginas pero puedo decirte que un homosexual puede parecer cualquier cosa. Puede ser un hombre fornido y viril con mujer e hijos y un buen empleo, puede ser un profesional, un cura o incluso un policía. Hemos pillado a gentes de todas clases en estas trampas. Hay toda clase de gentes con rarezas y, en mi opinión, un individuo que tenga esta rareza en particular y que tenga que satisfacerla ocasionalmente, más tarde o más temprano buscará un lavabo público o cualquier otro lugar frecuentado por homosexuales. Creo que forma parte de la emoción. He hablado con montones de afeminados y muchos de ellos dicen que necesitan de vez en cuando actuar en lugares así aunque puedan satisfacer sus inclinaciones en la intimidad y con un amigo discreto. No sé por qué, pero lo hacen. Como ya te he dicho, aquí puedes encontrarte con un homosexual con aspecto de lo más respetable, un hombre casado o algo parecido que, cuando descubre que eres un representante de la ley, pierde los estribos. De repente se imagina el gran escándalo en el que mamá y los niños y todos sus amigos se enteran a través de la primera plana del Times de que el viejo Herbíe es en realidad un afeminado. Eso es lo que pasa por su estúpido cerebro. Por consiguiente, ándate con cuidado porque si fueras a detenerle por asesinato no estaría tan aterrorizado ni resultaría tan peligroso. El muy cerdo es probable que intente matarte para escapar. Te aconsejo que no dejes que te hagan daño a cambio de una cochina detención por delito de menor cuantía que no tiene ningún valor ante los tribunales. ¿Sabes que le dan por término medio a un afeminado? Unos cincuenta dólares de multa y nada más. Tendría que haber sido detenido antes muchas veces para pasarse una temporada en la cárcel. Pero estos afeminados no lo saben y, al no saberlo, no piensan en ello cuando se les detiene. En lo único que piensan es en escapar. Y de todos modos tienen la cabeza algo trastornada, de lo contrario no entrarían en el primer sitio que encontraran, por lo tanto, ándate con cuidado.
– Lo haré -dijo Roy notando que el corazón volvía a latirle apresuradamente. No había pensado en los peligros del trabajo de policía secreto. Cuando se enteró de que iba a serlo, se imaginó vagamente mujeres y bebida. Pensó que nunca se había visto envuelto en una verdadera pelea en los dos años que llevaba de policía. Había tenido que ayudar a un compañero a inmovilizar en el suelo a un hombre algunas veces, consiguiendo aplicarle las esposas sin demasiada dificultad. Pero jamás había abatido a un hombre ni nadie le había abatido a él. Y un policía secreto no llevaba porra.
– ¿Llevas látigo? -preguntó Roy.
– Ya lo creo -dijo Gant levantándose la camisa y mostrándole a Roy el enorme látigo negro de cola de castor que llevaba oculto bajo el cinturón.
– Quizás tendría que comprarme uno -dijo Roy.
– Creo que sí -dijo Gant asintiendo -. Los policías secretos se ven metidos en unos líos muy grandes y estas llaves de retorcimiento de muñeca de uno contra dos que te enseñan en la academia nunca dan buen resultado cuando estás forcejeando con un afeminado en el suelo mojado de orina de un retrete o luchando con algún alcahuete en el oscuro vestíbulo de algún hotel, cuando tu compañero no sabe dónde demonios estás.
– La verdad, este trabajo no parece demasiado bueno -dijo Roy sonriendo débilmente.
– Yo sólo te cuento lo peor que puede sucederle a uno -dijo Gant -. Son las cosas que Ies pasan a los jóvenes atolondrados como Ranatti y Simeone. Pero si te atienes a lo que hacen los viejos experimentados como yo, no te sucederá nada. No haremos tantas detenciones como estos individuos pero volveremos a casa enteros todas las noches.
Gant aparcó el coche de la policía a media manzana de distancia del parque y se dirigieron andando hacia el seto vivo de la parte Sur del estanque de patos donde encontraron a Ranatti y Simeone tendidos sobre la hierba fumando y arrojando maíz tostado a un negro ganso silbador que aceptaba el tributo pero les desdeñaba la caridad.
– Nadie aprecia nada por nada -dijo Ranatti señalando con el cigarrillo al orgulloso ganso que, cansado del maíz tostado, se dirigía hacia la orilla.
– ¿Trabajamos o utilizamos latrampa? -les preguntó Gant.
– Lo que quieras -dijo Simeone encogiéndose de hombros.
– ¿Tú qué quieres hacer, Roy? -preguntó Gant.
– Yo soy demasiado novato para saberlo -dijo Roy-. ¿Si trabajamos, significa que tendremos que andar por ahí y fingir ser afeminados?