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– Digamos simplemente que estoy considerando todas mis posibilidades.

La respuesta le gusta. Todo es posible.

– Mira -me dice, señalándose los pies-. Es por ti. -Se levanta la pernera y cuando espero ver el calcetín negro para traje oscuro metido en sus deportivas blancas, lo que me enseña es un calcetín blanco impecable-. Se me caen -dice-, pero quedan bonitos.

– Pues claro que sí… aunque creo que me gustan más los negros.

– ¿Tú crees?

– Sí. Eso creo.

Mi padre se encoge de hombros, sube los pies, empuja y volvemos a balancearnos entre la brisa de la tarde. Al frente, el sol dorado nos da directamente en los ojos. Brilla tanto que no veo nada más allá del porche. Pero lo veo todo.

– ¿Sabes una cosa, Mikey? El cincuenta y siete de la botella de ketchup es porque hay cincuenta y siete variedades de tomates.

– ¿De verdad? -le respondo, dispuesto a escucharlo-. Cuéntame más.

Sigue asustándome dejar a mi padre abandonado, el cáncer que mató a mi madre, morirme de repente, morirme por una razón estúpida, morir lleno de dolores, y morirme solo. Pero por primera vez en mucho tiempo, no me asusta mi pasado. Ni mi futuro.

Brad Meltzer

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