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Querido mío:

No te parece maravilloso saber que se acerca el invierno…

ya que nos habíamos quejado tanto y tanto del calor, y ahora los grandes calores habían terminado, el aire se había vuelto fresco, ya se podía sentir su frescura en la corriente de aire gris de Heavenly Lañe y en el aspecto del cielo y de las noches con esa intensificación del brillo ondulante de la luz de las farolas callejeras…

…y que la vida será un poco menos agitada, y tú estarás en tu casa escribiendo y comiendo bien y pasaremos noches tan agradables el uno envuelto con el otro; y ahora estás en tu casa, descansando y comiendo bien porque no debes entristecerte demasiado…

escrita porque una noche, mientras estaba en el Mask con ella y con su Yuri recién llegado y futuro enemigo, pero en otros tiempos hermanita del alma, dije de pronto: «Me siento intolerablemente triste, como si estuviera a punto de morir, ¿qué podemos hacer?», y Yuri sugirió: «Llama a Sam», que es lo que hice, en mi tristeza, y con mucha insistencia porque si no no me hubiera hecho caso, ya que es periodista y padre reciente, y no tiene tiempo que perder; pero tanto insistí que él aceptó que los tres fuéramos en seguida, del Mask donde estábamos, a su apartamento en Russian Hill, y fuimos, y bebimos como nunca, y Sam como siempre dándome puñetazos amistosos y diciéndome «Lo que te sucede, Percepied», y «Tienes alguna bolsa podrida en el fondo del depósito», y «Vosotros los canadienses sois en realidad todos iguales, aunque no creo que lo reconozcas ni siquiera en el momento de morir». Mardou nos miraba divertida, bebiendo un poco, y Sam al final, como siempre, cayéndose de borracho, pero no tan borracho en realidad, más bien deseando estarlo, desplomándose sobre una mesita llena de cosas y objetos y ceniceros unos encima de otros, y botellas y bibelots, crash, mientras su mujer, con un bebé de pecho todavía, suspiraba. Y Yuri no bebía, se reducía a mirarnos con los ojitos entrecerrados, habiéndome dicho el primer día después de su llegada, «Te diré, Percepied, ahora realmente me gustas, realmente ahora siento deseos de comunicarme contigo», lo que tendría que haberme infundido sospechas, en él, como prueba de una nueva especie de siniestro interés en la inocencia de mis invitados, cuyo nombre era sin duda Mardou…

…porque no debes entristecerte demasiado…

era el único y bondadoso comentario de Mardou, tan tierna de corazón, sobre esa terrible y desastrosa noche; algo similar al ejemplo número dos, el que siguió a la noche con Lavalina, la noche del hermoso muchacho faunesco que se había acostado con Micky dos años antes en una gran reunión alocada y depravada que yo mismo había organizado en los días que vivía con Micky, la gran muñeca de la rugiente noche legendaria, cuando lo vi en el Mask, y como estaba con Frank Carmody y todos los demás, empecé a tironearle la camisa, insistiendo en que nos siguiera a los otros bares, que nos siguiera en nuestras andanzas, hasta que Mardou finalmente se puso a gritar en medio del estruendo de la noche borrosa: «Tienes que elegir entre él y yo, qué diablos», pero no lo decía realmente en serio (ya que ella no era de costumbre muy bebedora, por el hecho mismo de ser una subterránea, pero en el curso de su relación con Percepied se había vuelto una gran esponja), y se fue, murmurando «Hemos terminado», pero no la creí, en ningún momento; en efecto, así era, regresó más tarde, volví a verla, estuvimos juntos, una vez más yo me había portado como un chico malcriado, y una vez más, ridiculamente, como un pederasta; y esto me desolaba nuevamente al despertarme en la Heavenly Lañe gris, entre los vapores de la cerveza, por la mañana. En realidad ésta es la confesión de un hombre que no tolera la bebida. Y por eso en su carta decía:

…porque no debes entristecerte demasiado… y yo me siento mejor cuando sé que estás bien…