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En efecto, en la salita de la lámpara roja veo que Jones, a solas con Mardou, la interroga, como si estuviera entrevistándola; veo también que sonríe, se estará diciendo: «Nuestro viejo Percepied se ha conseguido una nueva amiguita de primera calidad», mientras yo pienso melancólicamente para mí: «Sí, hasta cuándo me durará»; en ese momento Mardou, impresionada, ya prevenida, comprendiéndolo todo, le está haciendo solemnes declaraciones sobre el tema del bop, por ejemplo: «No me gusta el bop, realmente lo odio, para mí es como la cocaína, casi todos los cocainómanos se dedican al bop y cuando lo oigo oigo la cocaína.» «Bueno, esto sí que es interesante», dice Mac, ajustándose las gafas. Me levanto y digo: «Es que nadie quiere acordarse de dónde viene» (mirando a Mardou). «¿Qué quieres decir?» «Que eres la hija del bop, o los hijos del bop, o algo así», con lo cual también Mac se muestra de acuerdo. De modo que más tarde todo el grupo en pleno baja las escaleras para proseguir las festividades de la noche, y Mardou, que se ha puesto la larga chaqueta negra de pana de Adam (que le queda larga) y además una larga bufanda de loca, ahora parece una muchachita polaca o un muchachito de los bajos fondos, en alguna de las cloacas de la ciudad, bonita, muy

hipster; mientras vamos por la calle se pasa de uno de los grupos a mi grupo, y cuando se acerca le tiendo los brazos (me he puesto en la cabeza, bien derecho, el sombrero de fieltro de Carmody como una broma de hipster, y también mi camisa roja de siempre, ya difunta después de tantos fines de semana) y la levanto, tan pequeña, en mis brazos, y sigo adelante, siempre llevándola en brazos; oigo que Mac, apreciando mi gesto, exclama «¡Uau!», y «Vamos», sonriendo detrás nuestro; pienso con orgullo: «Se habrá dado cuenta por fin de que tengo una chávala de primera, algo grande, que no estoy muerto sino que sigo jodiendo como siempre, el viejo y continuo Percepied, que no envejece nunca, siempre en primer plano, siempre entre los jóvenes, entre las nuevas generaciones…» De todos modos, un grupo bastante colorido el nuestro, Adam Moorad se ha puesto un smoking completo que le prestó Sam la noche anterior, para que pudiera asistir a una proyección de gala con las entradas gratis que le habían dado en la oficina; el grupo se dirige al bar de Dante, y luego al Mask, como siempre; el viejo Mask de todas las noches, y el bar de Dante, donde en plena algarabía y en medio del estrépito y de la excitante camaradería alcé la vista tantas veces para encontrar los ojos de Mardou y jugar a mirarnos, pero ella parecía poco dispuesta, abstraída, concentrada en sí misma; como si ya no sintiera afecto por mí, como si estuviera harta de toda nuestra conversación, de Bromberg que reaparecía y de las largas discusiones que se reiniciaban y de ese entusiasmo de grupo, especialmente fastidioso, que es obligado manifestar por lo menos cuando, como Mardou, uno se encuentra en compañía de alguna de las estrellas del grupo o en todo caso, quiero decir, con un miembro importante de la constelación; qué fastidioso y cansado habrá sido para ella tener que admirar todo lo que decíamos, tener que mostrarse asombrada por el último juego de palabras en labios del único que importa, la más reciente manifestación del mismo tedioso y viejo misterio de la personalidad en Ka la el grande; en verdad parecía descontenta, con la mirada perdida en el vacío.