¿Entonces a qué venía tanto enfado?, se angustió y luego empezó a dudar si realmente iría a cenar con él o no esa noche. ¿Sería posible que le hubiera avisado a Lubor que tenía un compromiso esa noche, simplemente porque no consideraba la cita con ella?
– Será mejor que cenemos juntos mañana -le había dicho, de manera muy clara, ayer, y no iba a quedar mal, ¿o sí? Ya se sentía bastante mal de modo que no era momento para indagar si había pasado por alto la cita del viernes.
Cuando ya no pudo tolerar más su inquietud en caso de que Ven Gajdusek decidiera no cenar con ella, Fabia se despojó de la ropa mojada y fue a tomar una ducha.
Intranquila, y ya con el cabello seco, se puso una blusa y un pantalón y fue a mandar la tarjeta postal que había escrito para sus padres.
– Dejuki -dijo gracias en checo al recepcionista que le vendió un timbre y le aseguró que alcanzaría abierto el correo ese mismo día.
Pero eso no le tomó más que unos minutos y regresó a su habitación faltando varias horas para poder averiguar si Ven Gajdusek cumpliría con su cita. Sentía la conciencia sucia, ya que no podía argumentar que había sido muy honesta al aceptar su invitación de ir a cenar a su casa haciéndose pasar por una periodista cuando que no lo era, pero Fabia empezó a revisar su guardarropa.
Al diez para las siete de la noche ya estaba lista. Faltando sólo cinco minutos decidió que su larga cabellera dorada necesitaba otra cepillada y saltó del vestidor como si le hubieran disparado cuando un minuto después sonó el teléfono y el recepcionista le avisó que un chofer la estaba esperando.
– Gracias -respondió ella, demasiado emocionada para recordar el término en checo.
Colgó el auricular y tomó un segundo para controlarse. Sentía que le temblaban las entrañas, pero tenía motivos para ello. Para empezar, ya para entonces se había convencido de que él podía olvidarse de mandar a Ivo y sin embargo allí estaba. Recordó, de pronto, que ella no tenía experiencia ni conocía las técnicas de la entrevista profesional, de hecho ni siquiera sabía hacerlo como aficionada, e iba a tener que comportarse como si realizar entrevistas fuera parte de su naturaleza.
No aminoró su angustia, cuando salió de su habitación, recordar la imagen del aristocrático Ven Gajdusek. "Dios mío", pensó con pánico, mejor se concentraba en representar un buen papel ya que él no era ningún tonto.
No supo cómo logró sonreír a Ivo cuando lo encontró esperándola en el vestíbulo. Pero lo hizo e incluso pudo saludarlo en checo:
– Dobryvecer.
Pero estuvo preocupada todo el camino mientras el auto zigzagueaba para salir del pueblo y enfilar hacia la casa de su anfitrión. La había animado el hecho de que, quizá, gracias a sus buenos modales había logrado disimular. Tendría que lograrlo también con el patrón del chofer ya que estaba hecha un manojo de nervios. Ivo se estacionó frente a la casa y ella basó sus esperanzas en el hecho, muy importante, de que debido a que Vendelin Gajdusek nunca había concedido una entrevista a ningún reportero, no se percataría de que ella no era una profesional.
– Dekuji mnohokrát -le agradeció a Ivo cuando la acompañó a la puerta principal y luego saludó a la ama de llaves con una sonrisa cuando abrió la puerta-. Dobry vecer, Paní Novakova.
– Dobry vecer, Slecno Kingsdale -respondió el ama de llaves sonriendo a su vez, pero algo a su derecha hizo que Fabia se volviera todavía con la sonrisa en los labios y viera a Ven Gajdusek inmaculadamente vestido.
– Buenas noches, Fabia -saludó él viendo que el ama de llaves se iba y luego miró a la joven de pies a cabeza, revisando su cabello rubio, su cutis perfecto, su vestido color lima de fina lana y mangas largas que resaltaba su feminidad hasta en sus zapatos de medio tacón.
– Buenas noches, señor G… -empezó a decir, pero su mirada se detuvo-. Es decir, Ven -y vio cómo esbozaba una sonrisa con su boca devastadora, antes de colocar la mano en su hombro para guiarla a la sala.
Era una habitación decorada con muy buen gusto, y acogedora. Con techos altos, muebles de calidad y una que otra antigüedad.
– Siéntate donde gustes mientras te preparo algo de beber -la invitó señalándole uno de los sofás que parecían el colmo de la comodidad-. ¿Qué te gustaría? -le preguntó acercándose a la mesita con las bebidas mientras ella descubría que la apariencia del sillón no mentía.
– Un gin an tonic, por favor -y cuando él se lo llevó y lo colocó en la mesita frente a ella, creyó necesario mencionar-: Le agradezco que haya tenido la amabilidad de recibirme.
– Con mucho gusto -murmuró él suavemente y desde ese momento hasta que la señora Novakova entró a avisarles que la cena estaba servida la entretuvo con conversación superficial que no tenía nada que ver con el motivo por el cual ella había aceptado la invitación.
Siguiendo el hilo de la conversación, Fabia comprendió que tratar de abrumarlo con docenas de preguntas, en tan acogedora habitación, sería una imprudencia. De modo que guardó su cuestionario y en cambio empezó a revelarle cuánto la deleitaba la música y que una de sus favoritas era el sexto movimiento de Janácek.
De hecho, Fabia se preguntaba cómo demonios había surgido ese tema cuando pasaron a otra habitación igualmente acogedora. No supo la razón, ni cuando entró el ama de llaves a servir el primer platillo. Piñena sardelová vejce, era una mezcla deliciosa de huevos con sardinas, y Fabia prestó atención a otras cosas.
– Esto está delicioso -señaló a su anfitrión y cuando él la observó con afabilidad, sin mostrar la ira que lo había embargado ese mediodía, decidió que debía hablar del asunto.
– Me alegro de haber almorzado algo ligero -declaró sonriendo.
– Almorzaste con mi secretario, ¿verdad? -él la miró fijamente.
– Me lo encontré cuando paseaba -explicó ella-. Fue muy amable al invitarme. Es una persona muy cordial -añadió ella.
– ¿Te has mirado últimamente en el espejo? -comentó Ven con sequedad. Fabia sintió la más agradable sensación pensando que debía ser un halago, pero desapareció, cuando comprendió la realidad quería decir que Lubor Ondrus seduciría a cualquier mujer que fuera más o menos presentable.
– No trató de coquetear conmigo todo el tiempo -se defendió y deseó haberse callado-. Charlamos mucho -prosiguió-. Me recomendó ir a admirar el paisaje, pero empezó a llover y…
– ¿Qué más te dijo? -por ese hábito que se le había olvidado a ella, Ven Gajdusek la interrumpió de nuevo.
Sorprendida por el tono, la joven lo miró atónita, pero de inmediato se percató de que él pensaba que ella había interrogado a su secretario sobre él y se ruborizó.
– ¡Nada! -exclamó la chica acalorada y relajada a la vez al comprender que ésa había sido la razón de su ira cuando los vio juntos-. ¡Por Dios! -exclamó de nuevo irritada, ya que creía que sospechaba de ella-. ¡Jamás me hubiera atrevido a interrogarlo acerca de usted!
– ¿De veras? -le preguntó con frialdad mirándola a los ojos.
– Claro que no -replicó y, aunque furiosa y sintiéndose presa de su fija mirada hubiera dado cualquier cosa por averiguar qué estaba él pensando.
No pudo insistir en el tema porque entró de nuevo el ama de llaves para llevarse los platos del entremés y mientras Ven intercambiaba con ella unas palabras, les sirvió el platillo principal.
Fabia probó un bocado de la chuleta de puerco rellena de hongos y, en un intento de recobrar el equilibrio inicial, le preguntó:
– ¿Cómo se llama este platillo?
– Me imaginé que lo querías saber por eso se lo pregunté a Edita -replicó él-. Me temo que no es más que un simple "veprové rízky plnené zampióny"