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– No conseguí ni una respuesta a todas las preguntas de la lista -reveló Fabia.

– ¿Tienes una lista?

– Bien larga. Cara me la entregó. Esta entrevista significa tanto para ella -explicó de prisa-. Estábamos listas para venir a Checoslovaquia para que ella te entrevistara y para que ambas tomáramos unas vacaciones mientras su esposo iba a trabajar a los Estados Unidos. Luego Cara iba a tomar un avión para ir a vacacionar con su esposo. Pero cuando llegué con mi auto a Londres para recogerla como habíamos quedado, me encontré con que había recibido, una hora antes una llamada y le avisaron que Barney estaba enfermo. De modo que era natural…

– Que ella volara a Estados Unidos para estar con él -la interrumpió Ven.

– Yo me hubiera ido con ella, pero, como te dije, la entrevista significaba tanto para Cara que no podía cancelarla, ni quería dejar que alguien la hiciera, quiero decir, ningún otro periodista.

– Y te escogió a ti -murmuró él.

– Sinceramente no quería engañarte -declaró Fabia con angustia-. Pero Barney estaba tan enfermo y Cara tan preocupada, que parecía tremendo que yo no quisiera dedicar una hora de mi vida en hacer ese gran favor.

– De modo que aceptaste, al grado de querer usar su nombre.

– Te juro que no quería hacerlo. Créeme, pero…

– ¿Pero lo hiciste por el cariño que le tienes a tu hermana?

– ¿Puedes entenderme? -murmuró Fabia, mirándolo con sus grandes ojos verdes con expresión de súplica.

– Sí -respondió él-, por lo poco que te conozco entendería menos si te hubieras negado.

– ¡Oh! -murmuró ella y no estaba segura de qué sentía después de esa respuesta. No sabía si deseaba que él supiera más acerca de su persona y de lo que la hacía reaccionar-. Ya sé que tú dijiste que tú eras quien haría las preguntas y tenías todo el derecho -añadió-, pero… hmm ¿cuándo descubriste que yo no era reportera y que Cara era la esposa de Barnaby Stewart? ¿Me lo puedes decir?

– No veo para qué -respondió, pero la contentó al agregar-: Lo haré tratándose de ti. Era aparente desde un principio que sí eras una reportera, aunque no de las más tercas.

– ¿Yo sola me delaté?

– Me dejabas desviar tus preguntas con demasiada facilidad -le respondió-. ¿Te sorprende que desde la primera vez que te vi… me intrigaste?

– ¡Oh! -murmuró Fabia de nuevo. Pero ordenó a su estúpido corazón que no se entusiasmara, que Ven sólo había querido decir que lo intrigó su método como reportera porque era diferente al de otros periodistas-. Hmm… entonces… ¿cómo descubriste que Cara estaba casada?

– Fue muy sencillo -se encogió de hombros-, llamé por teléfono a la revista Verity.

A Fabia se le cayó la mandíbula, no se le había ocurrido eso, aunque pensándolo bien, era algo muy natural.

– ¿Querías certificar que yo era la que decía ser?

– No -Ven agitó la cabeza-, viniste bien preparada con la tarjeta de presentación de tu hermana y una carta con mi membrete.

– Pero… -pensó que su cerebro no funcionaba bien, porque si él había estado seguro desde un principio de que ella era Cara, ¿para qué había llamado a Londres?-. ¿Por qué? -tuvo que preguntar-. ¿Cuándo? -y extrañamente sintió la tensión en el ambiente. Aunque no se podía imaginar que existía alguna razón por la que Ven tuviera que sentirse tenso y descartó la idea por absurda.

– ¿Cuándo? Hoy. ¿Por qué? -repitió él y la miró a los ojos-. Porque huiste de mí, por eso -declaró con algo de agresividad o quizá, se preguntó Fabia sorprendida, no era agresión, sino nerviosismo. Tonterías, se dijo y tiró la idea al basurero-, pensé que eras buena y decidí que era conveniente tener la dirección de donde vives -añadió en el mismo tono.

– Sí -murmuró ella, pero lo único que comprendió fue que la pregunta que se había hecho, de si él había regresado ese día a Mariánské Lázne, ya estaba contestada. Ya que creía que ella había "huido" de él, debió estar en Praga esa mañana y debió regresar al hotel luego de que ella había partido. Lo que quería decir es que había conducido rumbo a Mariánské Lázne un poco después. Pero empezaba a preocuparle su comentario de que ella había huido de él; no tenía intenciones de entrar en averiguaciones de "por qué" y "para qué", y como ya se había disculpado por haberlo engañado, y había salido bastante bien librada, se puso de pie, extendió la mano y empezó a decir:

– Has sido muy bondadoso…

– ¡Bondadoso! -repitió el hombre ignorando su mano y gritando de nuevo con agresividad-. ¿Adónde demonios crees que vas?

– A Inglaterra, claro -ella bajó la mano y trató de tranquilizarse-. Mis vacaciones han terminado. De hecho -continuó cuando Ven no pareció muy impresionado-, mis padres esperan que regrese hoy a casa.

– Siéntate -le ordenó-. Después los llamarás por teléfono.

– Sí, pero… verás… -dijo con mayor seguridad en sí misma.

– ¡Qué verás, ni qué nada! -la interrumpió él-. ¡No he terminado contigo y falta mucho, mucho!

– Pero me dijiste… bueno me diste a entender, estoy segura -tartamudeó confundida por completo-, me dijiste que ya no estabas furioso conmigo.

– Ya no lo estoy, no porque hayas tomado el lugar de tu hermana. No ahora que ya sé… -calló y cambió el tema-. ¿Estás dispuesta a regresar a Inglaterra sin la dichosa entrevista? -Santo Cielo, tembló Fabia y prefirió no responder. Pero Ven no estaba dispuesto a dejarla en paz-. Porque -la retó-, siendo honesta, ya lo sé, y sin embargo, te prestaste a tal engaño con un solo propósito, ya que siendo tan importante para tu hermana, a quien tanto quieres… -apareció un extraño brillo en sus ojos e hizo una pausa antes de continuar mirándola a los ojos-, una hermana por la que estabas dispuesta a todo, como lo comprobaste cuando abandonaste Inglaterra para venir aquí, ¿por qué estás lista para abandonar todo el proyecto como si nada?

¡No! Fabia sintió terror al pensar que Ven podría llegar a averiguar que estaba enamorada de él. De nuevo decidió callar.

– ¿Qué sucedió, Fabia? -insistió él sin descanso, buscando la respuesta-. ¿Qué ha sucedido que es más poderoso que tu cariño por Cara, que estés dispuesta a perder la confianza que ha depositado en ti?

– ¡Basta! -exclamó Fabia, sintiéndose desgarrada. Pero él no se detuvo.

– ¿Qué es tan importante en tu vida que, a pesar de que yo te prometí que discutiría contigo la posibilidad de concederte la entrevista, prefieres irte antes…?

Ella había llegado al límite de la tolerancia y no pudo soportarlo más, de modo que lo interrumpió.

– ¿No crees que acusarme de ser una mujer "empalagosa" sea razón suficiente? -le gritó enardecida.

– ¡Moje milá! -exclamó Ven-. ¡Te he lastimado! Confieso que quise herir tu orgullo, pero Fabia amada mía -dijo él con ternura y, desechando su agresividad, la estrechó entre sus brazos con gentileza.

Era el paraíso para ella poder sentir su abrazo, recargarse en él, respirar su calor, su fresca virilidad. Pero la muchacha ya había estado antes en esos brazos y atormentada por su propia debilidad, comprendió que debía liberarse mientras pudiera. De inmediato al primer empujón de pánico contra él, Ven se apartó.

– ¡Gracias! -gritó ella-. No necesito que cures mi orgullo. Yo puedo…

– Yo no quise herir tu orgullo -señaló él-. Tuve que hacerlo.

– Gracias de nuevo -declaró-. Es un misterio para mí que hayas tenido que hacerlo, pero no me hagas ningún…

– ¿Qué no entiendes? ¿No recuerdas lo que sucedió? -le preguntó cuando todo había quedado grabado para siempre en la mente de ella-, te sentía cálida y entregada en mis brazos hasta que, en un momento indeseable de timidez, te arrepentiste. En ese momento un hilo de sensatez iluminó mí cerebro y comprendí que tenía que protegerte… ¡de mí!