Выбрать главу

– Está pensando como americana -dijo él, quitándose una pelusita de la manga, reprimiendo una sonrisa.

– ¿Qué quiere decir con ese comentario insidioso?

Jason vio que la mano derecha de ella se apretaba en un adorable puño.

– Oh, no lo sé. ¿Qué tal que está exhibiendo una marcada falta de sutileza? ¿O que simplemente está siguiendo adelante sin detenerse siquiera un momento a pensar mejor las cosas? No hay necesidad de hervir de rabia.

Una encantadora ceja arqueada se elevó. Remie dio dos veloces pasos atrás, esperando escapar.

Jason dijo:

– No hay razón para ir corriendo tras Thomas Hoverton ahora mismo. Si aún desea ir tras él una vez que yo le haya contado algunas cosas, bien, me veré forzado a acompañarla.

– Usted no se verá forzado a hacer nada por el estilo. ¿Qué tipo de cosas?

– Londres es muy diferente a Baltimore, señorita Carrick, seguramente aprendió eso. Es una muchacha brillante. Como debe saber, la sociedad de Londres no permite que cualquiera atraviese sus augustos portales. El dinero no importa. Por ejemplo, el ahora fallecido esposo de Lucinda Frothingale nunca hubiese sido admitido dentro de la sociedad de Londres por la simple razón de que era dueño y operaba molinos. El hecho de que hubiese sido más rico que muchos de los aclamados pares de Inglaterra no hubiese importado. Los molinos constituyen comercio, señorita Carrick, y a los tipos en el comercio, que no tienen linajes antiguos, ninguna familia poderosa tras ellos, no se les permite entrar al club. ¿Comprende?

– Sí, por supuesto, pero no veo qué… -Jason vio el instante en que ella se dio cuenta de lo que estaba hablando. Se negó a reconocer que Hallie lo había captado más rápido que él. Ella dijo lentamente: -Creo que iré a ver al abogado de mi tío. Él puede descubrir quién es exactamente este señor Chartley.

Jason se dio cuenta, por supuesto, de que debería haberla alentado para que fuera tras Thomas Hoverton, pese al hecho de que era una joven dama, bastante sola. ¿Tenía algún dinero después de haber pagado a Thomas Hoverton por Lyon’s gate? Y si no tenía mucho dinero, ¿llegaría a Calais para darse cuenta de que no podía comprar siquiera una baguette, mucho menos un alojamiento respetable?

Jason dijo:

– No hay necesidad de que haga nada, señorita Carrick. Mi padre ya se ha ocupado de eso. Sabremos todo sobre el señor Benjamin Chartley muy pronto.

– Pero yo…

– Estoy empezando a creer que usted tiene más cabello que cerebro. Y estoy pensando que probablemente su cabello sea más encantador que su cerebro también.

Para su sorpresa, ella no se arrojó sobre él. No se movió en absoluto. Se quedó mirando sus zapatos, el par más viejo que tenía, que era efectivamente muy bueno.

– Sí, supongo que tiene razón. Mi padre siempre me decía que debería tener la costumbre de sentarme en un rincón durante tres minutos y pensar antes de actuar. Decía que cada vez que actuaba con demasiada rapidez, él tenía que ordenar los líos más abominables. -Lo miró, con el resquicio de una sonrisa iluminando sus ojos. -Le agradezco por detenerme antes de que pudiera hacer un lío. Espero que mi cabello se vea mejor que mi cerebro. Es un pensamiento horroroso, aunque nunca he visto cómo son los cerebros. Ahora que lo pienso, tampoco tengo mucho dinero.

– Eso me preguntaba.

– No creo que los banqueros de mi padre fueran a poner más dinero en mis manos extendidas, especialmente luego de que descubrieran lo fácilmente que fui estafada. Creerían que soy ingenua e incompetente, en pocas palabras, una mujer. Pero el dinero no es lo importante aquí. Tengo mi pistola, una pequeña fusta y un cuchillo, atado a mi tobillo. Thomas Hoverton jamás hubiese imaginado que yo iba tras él. Probablemente lo encontraría en Calais, brindando por su buena fortuna. Entonces podría cortarle la garganta.

– O los villanos la encontrarían primero. Quizás dispararía a un villano, señorita Carrick, ¿pero al segundo y el tercero acechando en el callejón? Con esas faldas sería difícil sacar el cuchillo lo suficientemente rápido.

Ella levantó la mano y la cerró en un puño. Él se rió.

Jason se dio cuenta de que ella lo miraba con atención, la cabeza inclinada a un lado.

– ¿Qué sucede?

– Sé que no le gusto, señor Sherbrooke. No lo comprendo. Podría simplemente haberme dejado ir. Habría partido y usted podría hacer lo que deseara. Ahora habrá interminables complicaciones.

– No quiero que la lastimen y muy probablemente sucedería eso. Nunca he confiado en los franceses, especialmente luego de negocios que tuve con mademoiselle Benoit en Baltimore, quien… Bueno, eso no importa.

– Oí a mi padre decir que los franceses creían que Dios no había destinado los Diez Mandamientos a ellos, ya que no los había escrito en francés, y por eso era que la sífilis estaba tan extendida.

Fascinado, Jason dijo:

– ¿Le habló acerca de la sífilis?

– No, yo escuchaba a hurtadillas. Cuando logré deslizar el tema de la sífilis muy habilidosamente en una conversación, pensé que él explotaría, de tan roja que se puso su cara. ¿Quién es esta mademoiselle Benoit?

Jason quería reír desesperadamente, pero se las arregló para contenerse. No quería que ella sacara su pistola, su látigo o su cuchillo de la bota y lo despachara. Se aclaró la garganta.

– Mademoiselle Benoit no es asunto suyo. Bueno, deje de preocuparse. Resolveremos esto.

– ¿Cómo? -Hallie se golpeó la frente con la palma de la mano. -Qué estúpida soy. No habrá ninguna complicación. Si su padre amenaza al señor Chartley con el ostracismo social, entonces él le venderá la propiedad a usted. No tendré ninguna oportunidad de obtenerla. -Jason se encogió de hombros, ya que era la verdad, después de todo. -Estará hecho antes de que pueda traer aquí a mi tío para hacerle lo mismo.

– Sí, eso es bastante cierto.

– Así que ha ganado, señor Sherbrooke.

– Es muy agradable de su parte decirlo, señorita Carrick, pero un poco prematuro. Sugiero que posponga las felicitaciones hasta luego de haber descubierto cuáles son las esperanzas y aspiraciones del señor Chartley en nuestra bella ciudad.

– Apuesto a que tiene una hija de dieciocho años a la que quiere casar con algún barón en bancarrota, cuyos bolsillos llenará hasta rebosar.

– Eso espero.

– Bien podría ir tras Thomas Hoverton, o mis hermanos me lo recordarán el resto de mi vida. Ya puedo oírlos. “Hallie, ¿dices que compraste una propiedad y que el dueño la vendió a alguien más primero, y luego huyó a otro país?” “¿Sabías que era un canalla y ni siquiera tomaste alguna precaución?” “¿Qué tan grande dijiste que era tu cerebro, Hallie?” Y así seguirá interminablemente hasta que me estaquee a mí misma.

Nuevamente, Jason quiso reír, pero no lo hizo.

– Sólo esperemos y veamos qué sucede con el señor Chartley. Sin importar que me quede o no con Lyon’s gate, la ayudaré a encontrar a Thomas.

Jason no podía creer que había dicho eso. Se quedó en silencio, observándola.

– No está tan furioso como debería con Thomas Hoverton -le dijo ella lentamente, observándolo. -¿Por qué?

Jason sonrió.

– La realidad es que él no se quedó con mi dinero. No porque yo sea un excelente hombre de negocios, créame. Fue el abogado Sherbrooke, el astuto Willy Bibber, quien se rehusó a pagar al abogado una sola moneda hasta que yo tuviera real posesión de Lyon’s gate.

Hallie se sentía como una completa y absoluta tonta. Giró sobre sus talones y volvió a subir la amplia escalera. A mitad de camino, se detuvo y se dio vuelta para ver a Jason parado en el vestíbulo, mirándola atentamente.