Douglas se aclaró la garganta, vio a su madre meterse la tartaleta en la boca y masticarla enérgicamente, y dijo:
– Jason, tienes el aspecto de un hombre satisfecho. Dime cómo está yendo todo en Lyon’s gate.
Jason se adelantó en su silla, cerró las manos entre sus rodillas, olvidó que estaba sucio y olía a sudor seco, olvidó que Hallie estaría viviendo con él y que era dueña de la mitad de Lyon’s gate, y dijo:
– Oh, sí. Quiero que vengas pronto, abuela, y me digas qué piensas de mi hogar. Los establos son del tamaño perfecto, y una vez que los tengamos ordenados y limpios, podremos ver el excelente trabajo.
Él siguió hablando, y todos le sonreían, asentían, hacían preguntas. Era como si nadie más en la habitación existiera excepto Jason, pensó Hallie, mirándolo de reojo. Ni una palabra sobre ella, pero se dio cuenta rápidamente de que nadie quería escandalizar a la condesa viuda. Y, por supuesto, Jason acababa de llegar a casa después de mucho tiempo. ¿Tenían miedo todos de que volviera a irse? ¿Esta vez para siempre? ¿Entonces nadie decía nada para herir sus sensibles sentimientos?
Cuando Jason se relajó, con una tonta sonrisa en su rostro, Hallie dijo en voz baja a la condesa viuda:
– Quizá usted y yo podríamos visitar Lyon’s gate juntas.
La vieja masticó lentamente su sándwich de jamón, que había sido formado por la cocinera para parecerse a uno de los grandes robles fuera de la ventana de la salita. Lentamente, ella asintió.
– Sí -dijo, palmeando la manga de Hallie, -eso me gustaría mucho.
Hallie terminó una tartaleta de limón.
– Lo visitaremos a principios de la próxima semana. -Sonrió. -¿Sabía que cuando vi por primera vez a Hollis, sólo un rato antes, le pregunté si era Moisés?
– ¿Moisés? ¿Ese viejo chirriante? Hmm. Sí se parece a algún antiguo profeta, ¿verdad? Puedo recordar los días que él perseguía a James y Jason, los metía bajo sus brazos y los entregaba a su tutor, así de fuerte era. Ellos tenían diez años, recuerdo. ¿Qué te dijo Hollis?
El labio de Hallie tembló.
– Dijo que no, que no era Moisés, era Dios.
La anciana rió, un cacareo en realidad, pero era pleno, aunque sonaba como clavos oxidados rechinando.
– ¿De veras lo hizo, viejo?
Hollis, que estaba sirviendo un poco de crema en el scone de Corrie, terminó lo que estaba haciendo, levantó la cabeza y sonrió a la condesa viuda.
– Ciertamente, madame.
CAPÍTULO 15
Cinco mañanas más tarde, en la mesa del desayuno, Alex dijo:
– El mensajero que enviaste a la señora Tewksbury regresó hoy con su respuesta.
Entregó a Hallie un prístino sobre blanco, ya que el mensajero había envuelto cuidadosamente la carta en una tela blanca. Quería decir a la señorita Carrick que era su responsabilidad pagar al mensajero, pero eso podía ser un poquito torpe.
– Jason, escuche. ¡Angela llegará el fin de semana!
Douglas dijo:
– Sabes, Jason, no pueden mudarse a Lyon’s gate hasta que esté lo suficientemente habitable para las damas.
– Concuerdo. Sin embargo, yo puedo.
Hallie dijo sin vacilar:
– No se acercará a Lyon’s gate con una almohada y una cama a menos que yo esté con usted. -Douglas se ahogó con su café. -Milord, ¿se encuentra bien?
Hallie estaba de pie en un instante y poniendo el borde de su mano contra la espalda de Douglas.
– Estoy bien, señorita Carrick -dijo el conde finalmente.
Miró a Jason, que puso los ojos en blanco. Hallie volvió a sentarse.
– Planeo que todos nos mudemos juntos a Lyon’s gate.
Jason dijo a sus parientes:
– Ella no confía en mí. Es un insulto a mi madre, señorita Carrick, y seguramente deseará replantearse eso.
– Ruego que me disculpe, señora. En mi experiencia, sin embargo, a veces la fruta cae a alguna distancia del árbol, no por culpa del excelente árbol.
– ¿Es esto una referencia a las manzanas podridas, Hallie? -dijo Corrie.
– Oh, no, seguro que no -dijo Hallie, y sonrió como una pecadora.
– En cuanto al árbol en cuestión, señorita Carrick, la disculpo -dijo Alex. -Sin embargo, no aprecio que insulte a mi fruta. Debe darse cuenta de que un árbol hará cualquier cosa para proteger a su fruta, sin importar qué tan lejos caiga. Un árbol puede echar una sombra muy larga.
Los gemelos y su padre miraban impresionados a la condesa.
Jason dijo:
– Ah, hablando de la querida fruta, te lo agradezco, madre. Bien, señorita Carrick, ¿le gustaría pedir gentilmente a mis padres si permitirían que la señora Tewksbury pase algún tiempo aquí?
Hallie sonrió a la condesa de Northcliffe, quien, estaba segura, preferiría que ella se mudara a Rusia.
– Milady, estaría muy agradecida si permitiera que tanto mi prima como yo nos quedásemos aquí un poco más de tiempo. No será mucho más que un par de días luego de que ella llegue. Hemos visitado el almacén de muebles del señor Millsom en Eastbourne. Hemos seleccionado varias telas y estilos. Sinceramente, bueno, quizás tres días más después del viernes.
Alex pensó que era una muchacha tan brillante y encantadora, deseando poder estrangularla y arrojar su cuerpo en el pozo de Cowper. Pero no podía ser.
– Desde luego, señorita Carrick. Será un placer para nosotros.
Corrie dijo:
– ¿Puedo visitar Lyon’s gate hoy, Jason? ¿Ver cómo está saliendo todo?
Él asintió.
– No lleves a los gemelos aún. Hay demasiado peligro de que se lastimen. Sabe, señorita Carrick, podrían ser tres días. Quizás cuatro. No todo estará terminado, pero sí lo suficiente.
– ¡Oh, eso sería maravilloso! ¡Realmente sucederá!
Ella saltó de su silla, tomó a Jason de la mano, lo hizo levantar y comenzó a bailar el vals con él alrededor del desayunador. Hallie reía y saltaba, y casi golpeó el respaldo de una silla. De pronto se detuvo. Estaba jadeando un poquito.
– Oh, cielos, no sé porqué hice eso. Perdóneme por ponerlo en ridículo.
Él reía por su entusiasmo.
– No me importó. No he bailado con tanto placer desde justo después del amanecer con mis sobrinos.
– ¿Cómo es eso? -dijo su padre.
– Me sacaron de la cama a las cinco y media esta mañana. En realidad, saltaron encima mío y comenzaron a bailar sobre la cama. -Jason se encogió de hombros y sonrió. -La pasamos muy bien. Afortunadamente, los diablitos se desplomaron luego de diez minutos y los tres volvimos a dormir.
James dijo:
– Su niñera estaba desesperada cuando descubrió que los niños habían desaparecido. Sin embargo, Corrie y yo no entramos en pánico. Ella se quedó en el oscuro pasillo y me dijo “Escucha”, y efectivamente había un canto apagado que provenía de atrás de la puerta del dormitorio de Jason. Abrimos la puerta muy silenciosamente, y ahí estaba él, bailando con los gemelos. Nos marchamos. La siguiente vez que lo vimos era una hora más tarde, con un niño metido bajo cada brazo, sus cabezas sobre los hombros de él, y profundamente dormidos, los tres.
La sonrisa de Jason desapareció de su rostro.
– Corrie, eh, realmente no miraste dentro del dormitorio la primera vez, ¿cierto? Quiero decir, no me viste realmente bailando, ¿verdad?
– Oh, sí.
Ella tuvo el descaro de reír.
Él sintió que el rubor subía hasta sus cejas. Había estado desnudo. Los camisones de los gemelos les habían dejado los pies descubiertos, y esos deditos habían estado fríos.
Corrie dijo a la mesa entera:
– Ni James ni Jason usan camisón.
– Gracias por informar a todos de eso, Corrie -dijo su esposo, ahora tan sonrojado como su gemelo.
Hallie dijo:
– No puede ser tan vergonzoso, Jason. Usted es el gemelo de su hermano, y Corrie ha estado casada con él un largo tiempo. Ninguna sorpresa, seguramente.