Empezó a llover, fuerte.
Después de la cena, su última noche en Northcliffe Hall, Hallie encontró a Corrie en la habitación de los niños, cantando suavemente una canción de cuna a los gemelos, que estaban acostados como dos cucharitas, al revés. Hallie la vio agacharse y besar a ambos, y luego cubrirlos con una manta liviana. Se enderezó para encontrar a Hallie a su lado.
– Cielos, no te oí. ¿Qué estás haciendo aquí, Hallie? Ah, ¿no son absolutamente amorosos?
Hallie dijo:
– He estado observándolos. Sus dedos cayeron de sus bocas cuando se quedaron dormidos.
– Sí, esa es siempre los delata. Han intentado engañarme para que pensara que estaban dormidos, pero son los dedos los que los traicionan. James estará aquí en un momento. ¿Qué sucede? No pasa nada malo, ¿verdad?
– Oh, no. Bueno, tal vez. ¿Podría hablar un momento contigo, Corrie?
Esto sí que era interesante, pensó Corrie, mientras conducía a Hallie a una pequeña salita al otro lado del corredor que daba a los espectaculares jardines traseros. Oyeron los pasos de un hombre en el pasillo.
– Ese es James. Probablemente levantará a los niños y los mecerá. Siempre sonríen dormidos cuando él los acuna. Ahora, dime de qué se trata todo esto.
Hallie se adelantó en su silla, se dio cuenta de que no estaba segura de cómo presentar el tema de Jason y lo que le había sucedido exactamente cinco años atrás.
Lo que salió de su boca fue:
– Jason dijo que la estatua en la que el hombre está arrodillado entre las piernas de la mujer es tu favorita. También dijo que era la favorita de toda mujer casada, siempre y cuando su esposo no fuera un patán.
La ceja izquierda de Corrie se levantó. Se rió, no pudo evitarlo.
– Bueno, es la verdad. Oh, ya veo, perdóname. No comprendes. Pero, ¿no miraste de cerca?
– Bueno, no, no realmente. Me pareció que la mujer estaba gritando. Me pareció que esa cosa de casados era dolorosa para la mujer.
Corrie se quedó mirando a una joven que era sólo dos años menor que ella. Bien, ella hubiese sido totalmente ignorante si no se hubiese casado con James. Y gracias al buen Señor, James no era un patán. Sonrió.
– No, no hay dolor involucrado. Cuando decidas casarte, prometo que haré que James se asegure de que el hombre al que escojas sepa lo que está haciendo. Eso es todo lo que diré al respecto.
Hallie tomó aire profundamente.
– Eso en realidad no es lo que quería preguntarte. La cosa es, bueno, ¿crees que podrías contarme exactamente qué sucedió cinco años atrás? ¿Por qué Jason jura que nunca se casará?
El rostro de Corrie se puso tenso, se puso toda tensa. Odiaba pensar en ese espantoso momento, y los recuerdos siempre estaban allí. Vio que Hallie no preguntaba sólo por simple curiosidad, que había algo más en marcha. ¿Pero qué?
Corrie dijo:
– ¿Se hablaba de eso en Baltimore? ¿Qué sabes?
– En Baltimore había rumores de que Jason y James se habían enamorado de la misma mujer y que ella había escogido a James. -Hallie se encogió de hombros. -Que apostaba demasiado, que había enfurecido a su padre, cualquier cosa que se te ocurra. La gente habla y cuenta chismes porque deben hacerlo, supongo. Lo único que Jason me dijo fue que la muchacha a la que amaba lo traicionó y que él era responsable de casi hacer que mataran a su padre y a su hermano.
– Ya veo. -Corrie se quedó callada. -Me sorprende que Jason te haya dicho tanto.
– En esa ocasión, le dije que mi prometido estuvo con otra mujer. Supongo que Jason me dijo eso para hacerme sentir mejor.
Corrie estaba atónita.
– Estás bromeando, seguramente. ¿Ese hombre idiota era tu futuro esposo y te traicionó?
– Debe haber creído que yo era muy estúpida. En realidad, tenía razón. Descubrí que se casaba conmigo por mi dinero. Cuando lo enfrenté, admitió haber estado con esa otra mujer, aunque sólo una vez, me juró el mentiroso gusano, y luego procedió a prometer que nunca volvería a suceder. No soy tan tonta. Fue entonces que le dije que sabía que él era un caza-fortunas.
– ¿Le disparaste?
Hallie suspiró.
– Hubiese disfrutado hacerlo, quizás justo a través de la oreja, pero en cambio me encerré en mi dormitorio y lamí mis heridas.
– ¿Qué pasó con él?
– Se casó con la hija de un rico comerciante el año pasado. Pobre muchacha. -Se quedó callada un momento. -Y por eso es que no deseo casarme nunca.
Corrie se levantó y alisó sus faldas.
– Bueno, eso es bastante malo. Lamento que hayas sentido cariño por un hombre de esa clase. ¿Nunca sospechaste?
Hallie sacudió la cabeza, diciendo mientras lo hacía:
– Ni por un instante. Válgame, era ingenua. Sin embargo, la experiencia de Jason debe haber sido mucho peor que la mía. Pero la cosa es que no puedo imaginar a ninguna mujer traicionando a James o a Jason. Los dos son tan hermosos y, bueno, parecen bastante honorables.
– Sí, lo son. La cuestión es que amé a James desde el momento en que lo vi por primera vez, a la avanzada edad de tres años. ¿Sabías que la mayoría de la gente no puede distinguir a James y a Jason?
Hallie negó con la cabeza.
– No, no es posible. Son muy diferentes el uno del otro. Por favor, Corrie, cuéntame qué sucedió.
– Fue una época muy mala, Hallie, para todos nosotros. -Corrie le palmeó el hombro. -No creo que corresponda que diga nada. Debes preguntar a Jason. ¿Quieres ir abajo y jugar al whist? O quizás podemos bailar el vals.
CAPÍTULO 18
La mudanza a Lyon’s gate ocupó unas tres horas, dos adicionales para instalar tanto a Martha como a Petrie, quien había rogado a Jason que le permitiera ser tanto su ayuda de cámara permanente como el mayordomo de Lyon’s gate, ya que Hollis le había enseñado todo en los últimos cinco años. Jason tenía que admitir que en ocasiones había extrañado los servicios de Petrie en Norteamérica. Estuvo de acuerdo con que Petrie siguiera siendo su ayuda de cámara y Hallie estuvo de acuerdo en que Petrie fuera su mayordomo. Jason sabía que lo estaba aceptando con toda buena voluntad e inocencia. Bueno, pronto descubriría lo misógino que era.
No habían estado en Lyon’s gate más de una hora antes de que Petrie dijera a Martha que era una niña respondona sin respeto por su oficio y habilidad. Jason había visto a Martha, de diecisiete años, con las manos en las caderas, el mentón levantado, diciéndole que era un insufrible y viejo garrapata cara de pasa, y que ni siquiera era tan viejo aún.
Viejo garrapata o no, era agradable tener alguien que se ocupara de él nuevamente. Jason siempre podía dar una bofetada a Petrie si se pasaba de la raya con cualquiera de las mujeres en la casa.
Buen Dios, se había mudado a una casa con una mujer a la que hacía menos de dos meses que conocía, y la prima Angela, a quien había conocido durante una semana. Su mundo se había vuelto de lado.
En cuanto a Martha, estaba tan emocionada que entraba y salía bailando de cada habitación, diciendo una y otra vez:
– Nuestra primera caza, eh, casa. Santo cielo, ¿no è, no es, simplemente espléndido, señorita Hallie?
– Es lo más espléndido -acordó Hallie, y se dio cuenta de que estaba mudándose a una casa con un hombre que se veía como un dios.
En las altas horas de la noche, supo que estaría bastante satisfecha con arrojarlo al piso, sujetarlo y besarlo, para siempre.
La casa estaba en silencio. Jason yacía en su cama, la primera vez que él y su nueva cama habían estado juntos. Se estiró, apoyó la cabeza sobre sus brazos y se quedó mirando el oscuro techo. No había mucha luna esa noche, así que poca luz entraba por las ventanas. Algunos minutos más tarde, desde abajo, llegaron doce suaves campanadas del encantador reloj Ledenbrun, un regalo de su abuela.