Pat no podía comprender que hubiese trabajado para Lenny, aunque reconoció que hizo lo que pudo para tratar de mantener a la familia a flote. Pat siempre le hacía sentir como un inútil, pues él le había aguado muchos momentos buenos cuando eran niños, lo cual lamentaba, lo había lamentado siempre. Sólo era un niño y no comprendió nunca por qué se había comportado así con aquella niña. Si la viera ahora, sentiría un gran disgusto en su interior.
Pat recordaba el día en que su padre murió. La muerte de su padre le hizo comprender a muy temprana edad lo que significaba realmente la muerte y cuánta sangre hay dentro del cuerpo de un ser humano. La sangre de su padre lo había impregnado todo, tanto las paredes como el suelo. Incluso recordaba haber visto partes de su cerebro tiradas por el suelo. Aquella visión jamás le había abandonado, ni a él ni a ninguno de los suyos. Aquello les cambió la vida en cuestión de segundos y todo lo que tenían y todo en lo que creían desapareció instantáneamente. Pat recordaba haber bajado al vestíbulo al día siguiente. Aún colgaban los globos y la comida que con tanto esmero habían preparado. Estaba seca y rancia. Sus regalos aún estaban apilados encima de la mesa. Desde entonces, jamás había vuelto a celebrar un cumpleaños.
Patrick pensó en lo mucho que echaba de menos sus años con su padre, en las tardes que pasaban juntos mientras le enseñaba lo que era la vida y el papel que desempeñaba en su familia. Su padre le había mandado que hiciera algunos recados, además de que husmeara y tratara de enterarse de algunas cosas, por eso sabía tanto acerca de lo que se traía entre manos. Sí, pensaba tomarse su tiempo y luego trataría de recuperar su dinero. Además, trataría de darle la vuelta al saco, enterarse de todo y acabar con aquellos que estuvieron involucrados en el asesinato de su padre. Y, cuando lo hiciera pensaba disfrutar cada segundo de su venganza.
Todo el mundo sabía que él había sido quien había quitado de en medio a Brewster y eso le satisfacía. Quiso que la muerte de Lenny fuese un mensaje, no sólo para las personas que estaban a su alrededor, sino para todos aquellos que estaban en prisión, pues había algunas personas a las que aún no le había demostrado su valía. Lenny ya era agua pasada, pero quería que su nombre estuviera para siempre relacionado con él. Cuando la gente hablase de la muerte de Lenny, también deberían hablar del joven que la había ocasionado.
Sin duda, aquello aumentó su estatus y ya era casi del dominio público. No era un asesinato, sino una matanza, pues Lenny sólo era el primero de una serie.
Jimmy Brick se encontraba en el pub Prospect of Whitby tomando una copa con unos antiguos colegas y se puso muy contento con la recepción que le ofrecieron. Cuando vio que le pagaban la bebida y bromeaban con él, se sintió de nuevo en casa y miembro de un equipo ganador. Al parecer, su contribución a los acontecimientos ocurridos recientemente lo puso de nuevo en buen lugar con algunas personas importantes.
– Dime, Jimmy. ¿Es verdad que Brewster tenía las tripas fuera cuando lo sacasteis del bar?
Jimmy se rió. Pensó que alguno de los testigos lo habrían ido contando y ahora estaría en boca de todos. Con voz jocosa, pero suficientemente alta para que los presentes, y los que tenían la oreja puesta, se enterasen, dijo:
– Bueno, lo que puedo decirte es que cuando la palmó estaba literalmente machacado.
Jimmy asintió con la cabeza irrisoriamente y se dio cuenta de que, de alguna manera, había afirmado algo que se repetiría hasta la saciedad.
Todo el mundo se rió y Jimmy se dio cuenta de que Spider se reía con los demás, pero sin comprometerse a sí mismo. Spider era de esos tipos que nunca ponen la mano en el fuego, pues era, y seguía siéndolo, demasiado astuto para ello. Jimmy sabía lo frágil que era la amistad en su mundo. A no ser que te hubieras criado con alguno, ¿cómo se iba a confiar en ellos? El instinto de Jimmy le estaba diciendo que no debía de confiar en Spider más de la cuenta.
También sabía que Lance había procurado ausentarse cuando llegó el momento de la verdad, lo que le hizo pensar que tampoco era un tipo de fiar. Se tomó la copa y miró a las personas que le rodeaban. Sabía cómo jugar a su juego y eso era lo que le había hecho mantenerse dentro de ese mundillo tantos años. Ahora el joven Patrick Brodie iba a ser como su gallina de los huevos de oro, pues era como tener de nuevo a su padre en el equipo. Y, al igual que su padre, tenía ese don, ese toque especial que hace que la gente te escuche y te respete. También contaba con esa violencia despiadada que resultaba tan cautivadora a los hombres de su calaña.
Jambo Delaney era un tipo bien plantado. Tenía la espalda ancha, una fuerte mandíbula y unos andares muy peculiares que le hacían muy atractivo al sexo contrario. Le habían puesto de joven el apodo de Jambo, que en lengua suajili significa «hola», porque tenía un rostro afable y unos modales que incitaban a que todos quisieran saludarle. Caía bien a todo el mundo y resultaba casi imposible que la gente no sintiera simpatía por él. No sólo era una compañía agradable, sino que se amoldaba a estar con cualquiera. Sin embargo, cuando era preciso también era capaz de dar la cara y tener una bronca con el más pintado. Y no eran broncas de tres al cuarto, sino broncas de verdad, broncas que eran capaces de pararles los pies a los maridos que tenían algo en contra de él.
Dejando eso al margen, era un tipo agradable con el que valía la pena pasarse la tarde tomando una copa. Sin embargo, cuando estaba cabreado, era harina de otro costal. Una vez que veía que le salía sangre, se defendía con tal vigor y fuerza que sus contrincantes terminaban saliendo por piernas. Siempre dejaba que le pegaran primero, por eso luego se sentía en el derecho de defenderse. Y defenderse, sin duda, era algo que sabía hacer muy bien.
Jambo era un buen tío, aunque un poco vago y olvidadizo. A veces no sabía de qué marido estaban hablando, ni se acordaba del nombre de la tía que se había tirado, aunque ellas rara vez se olvidaban de él. Por lo que a él se refiere, ellas sólo eran un interludio, una forma de pasar un buen rato y, en algunos casos, un medio para conseguir un fin. Sin embargo, jamás tenía la más mínima intención de hacerle daño a nadie, ni esposas, ni maridos, ni quería ser la causa de ninguna ruptura.
Jambo se ganaba la vida haciendo de guardaespaldas, cobrando deudas o engatusando. Era un mujeriego y, como todos los mujeriegos, no comprendía que las mujeres lo tomaran tan en serio. ¿Por qué pensaban que las iba a tratar de distinta manera que a las mujeres que había conocido con anterioridad? ¿Por qué pensaban que serían ellas las que, por fin, le iban a hacer cambiar, sentar la cabeza y pasarse la vida al lado de la misma mujer? Sus cuatro últimas frases siempre eran las mismas: «me la he follado, le he dado de comer, me he peleado con ella y la he mandado a tomar por el culo cuando me ha sacado de quicio».
Jambo estaba sentado frente a Lil Brodie, una mujer atractiva con una bonita prole de hijos y un saludable apetito sexual. A él le caía bien Lil, además de que la respetaba. En algunas ocasiones había tomado unas copas con ella, e incluso tuvieron algunos devaneos, pero notó que aquel día no estaba el horno para bollos.
Jambo sabía que su Pat había regresado y estaba causando algunos problemas en las calles. De repente se sintió nervioso. Un marido traicionado era una cosa, pero los hijos, especialmente si eran como Pat Brodie, eran algo muy distinto. No es que no se hubiera defendido si llegase el momento, es que le gustaba el muchacho. Era un buen chico y eso que su vida no había sido fácil.
– Jambo, sé que no te va a gustar lo que te voy a decir, pero estoy embarazada.
Jambo asintió ligeramente. Se dio cuenta de que resultaba innecesario preguntarle si estaba segura, ya que Lil jamás diría una cosa así de no estarlo. Y tampoco pensaba preguntarle si estaba segura de que era suyo porque tenía suficiente sentido común para no hacer semejante cosa.