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Cuando Pat se sentó parecía estar cansado, pero esos dos hombres sabían de sobra que sería capaz de recuperar la compostura si era necesario. Sus nuevos guardaespaldas se apostaron en diferentes sitios de la barra. Spider se dio cuenta de que habían ocupado posiciones estratégicas, por si tenían que protegerle de distintos ángulos. Estaba impresionado. A no ser que fueras un experto, nadie se daba cuenta de ello. Eso le indicó que el muchacho estaba más protegido y más involucrado en asuntos turbios de lo que imaginaba.

– Siento haber llegado tarde, muchachos. Ha sido un día muy duro.

Ninguno de los dos respondió, ni se esperaba que lo hicieran.

– Jimmy, te necesito a mi lado. Imagino que ya sabes por qué.

Jimmy sonrió ligeramente, pero lo suficiente como para demostrar que estaba de acuerdo, como si supiera de verdad lo que estaba tramando.

Pat Junior sonrió y Spider notó, por primera vez, la amenaza que suponía. Había conocido a ese muchacho desde que nació y ahora que lo miraba se daba cuenta de que era una persona muy distinta a la que había visto crecer. Era una persona muy diferente de la que había salido de la cárcel, un joven afable y sonriente al que su propio hijo había visitado y considerado su amigo.

Pat ahora se había convertido en una persona sospechosa, alguien que no tenía el más mínimo escrúpulo en quitarse de encima a sus enemigos, que, al parecer, era todo aquel que le llevase la contraria.

– Voy a encargarme de que las cosas funcionen como antes. Brewster no hizo un mal trabajo, pero no se molestó en utilizar todas las ramas de la organización.

Pat miró a Jimmy de nuevo.

– Ya sabes que mi padre siempre estuvo al tanto de todo. Pues bien, Lenny no permitía que nadie de la empresa se entrometiera demasiado en sus asuntos, todo tenía que pasar por sus manos, y por eso resultó tan fácil quitarle de en medio y sobornar a los que él llamaba sus hombres.

Pat miró a Jimmy y éste tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba despedido, que ya no lo necesitaba y que quería que se quitase de en medio hasta que él volviera a necesitar de sus servicios.

Spider vio la cara de sorpresa que se le ponía a Jimmy Brick y se dio cuenta de que sus sospechas sobre Pat no estaban infundadas. También sabía que Patrick Junior era un cabrón de mucho cuidado que no tenía miedo de nadie, ni de nada.

Jimmy se levantó de la mesa y se marchó sin pronunciar palabra, pero eso era algo que jamás olvidaría. Se sentía humillado y no trataba de ocultarlo.

Spider sonrió a Pat y él le devolvió la sonrisa con una mirada que denotaba que a él no se le podía ocultar nada. Se dio perfecta cuenta de lo que el muchacho quería y sabía que no podía oponerse a ello. Ese muchacho tenía ese don con el que todos soñaban: una confianza en sí mismo que resultaba tan preocupante para la gente que le rodeaba como natural para él. Miró a los muchachos que le rodeaban; todos eran jóvenes deseando abrirse camino. Se dio cuenta de que se había convertido en el rey del barrio. Había hecho nuevas amistades en la cárcel y las utilizaba con la precisión de un general del ejército.

Ese hombre era un peligro, y el hecho de no haberse dado cuenta de ello hasta entonces le preocupaba aún más.

Su hijo Mac se sentía tan unido a Pat como un hermano y Spider se preguntó si su hijo se había dado cuenta de lo peligrosa y precaria que podía ser esa amistad.

Lil estaba haciendo lo que su hijo le había pedido que hiciera y, aunque no era un trabajo duro, ni difícil, sabía que era importante para él porque necesitaba de alguien de su absoluta confianza.para llevarlo a cabo. Estaba revisando lo que Lenny había utilizado para adueñarse de todo y tenía que admitir que, al igual que su marido, no tenía ni la más mínima idea de cómo asegurar y garantizar sus principales negocios. Había dejado todo en manos de sus amigos, lo cual podía resultar astuto desde un punto de vista, pero no en otros. Ninguno de los dos, por ejemplo, había sido muy diestro en eso de sacarle dinero a un club, lo cual resultaba más sencillo que andar engañando a la Seguridad Social. Era un negocio más que rentable, ¿cómo no se le iba a sacar dinero? También aprendió, para su perjuicio, que si la persona moría, el resto de los socios que oficialmente eran propietarios del local padecían una especie de amnesia. Después de todo eran los propietarios reales, ¿verdad? Lo sabía mejor que nadie, pues le había ocurrido a ella.

Lil estaba haciendo una lista de las personas a las que pensaba despedir y las que seguirían trabajando. Tenía un don especial para los negocios, hasta su marido tuvo que reconocerlo, lo que pasa es que había nacido en una época equivocada durante la cual a las mujeres ni se les escuchaba, ni se les respetaba. Patrick, a pesar de haber confiado en su juicio, nunca se atrevió a dejarlo todo en sus manos. Lil pensó que debería olvidarlo todo, no pensar más en ello, pero, por mucho que lo intentaba, nunca lo lograba.

Se concentró en lo que tenía delante y, como siempre que tenía ocupada su mente, se relajó. No le costó trabajo desenmarañar el complicado sistema de Lenny, un sistema que, al final, resultó ser tan elemental que hasta un niño hubiera podido descifrar sin mayor dificultad. Una vez más sintió una oleada de desasosiego, producido por el trabajo y el embarazo. El club estaba tranquilo. Las primeras horas de la tarde no resultaban muy rentables para las cabareteras del Soho, por lo que no esperaba de momento a ninguna de ellas. Las que habían llegado más temprano probablemente estarían tratando de ocultarse de los proxenetas o los traficantes, que, a fin de cuentas, eran los que se llevaban su pasta. Eran unas cretinas y Lil sabía que no se darían cuenta de ello hasta que no fuese demasiado tarde para hacer algo al respecto.

La vida que llevaba no era del agrado de todo el mundo, Lil lo sabía, pero su sabiduría casi enciclopédica acerca de los clubes de alterne y su potencial financiero fueron dos cosas que su hijo había sabido valorar. Ella había abierto ese club y había trabajado en él, tanto de una cosa como de otra, y ahora estaba decidida a convertirlo en un verdadero negocio.

Cuando el reloj dio las siete y media, oyó que la puerta de su oficina se abría. Al ver a Ivana entrar en la habitación le entraron ganas de gritar, ya que siempre estaba tratando de acaparar su atención y eso la irritaba enormemente.

– ¿Qué deseas, Ivana? -le preguntó tratando de que su voz sonara lo más amistosa posible, pues, después de todo, esa chica le proporcionaba una pequeña fortuna.

– ¿Puedo preguntarte algo en privado, Lil?

Lil asintió con la cabeza, llevada por la curiosidad de saber qué le pasaba a la chica.

– Por supuesto que sí.

Esperaba que le soltase la cantinela de todas las cabareteras; es decir, que pensaba marcharse porque otro club le había ofrecido más dinero, que pensaba llevarse a sus clientes, cosas de ese estilo. Sabía que algunas de las chicas se citaban con los clientes fuera del club, cosa que comprendía y aceptaba sin poner trabas. No es que lo expresara abiertamente, pero sabía que las chicas no eran tontas y que eso suponía para ellas un dinero extra. Mientras que no sucediese con demasiada frecuencia y no surgieran problemas, Lil estaba dispuesta a pasarlo por alto. Los camorristas de los fines de semana eran los que más solían proponérselo a las chicas, y ella precisamente no los quería dentro. Reservar las mesas a los clientes más adinerados era más importante que una chica se ganara unas libras extra con uno de ellos.

Ivana aún no había dicho nada y Lil se estaba empezando a impacientar más de lo normal.

– Ivana, por favor, ¿te importaría regresar a este planeta?

La chica estaba muy nerviosa y Lil se preguntó qué habría hecho. Muchas de las chicas se encontraban a veces en situaciones ultrajantes por culpa de la naturaleza bestial de los hombres. Una vez que salían del local con un cliente podían ser de lo más vulnerables. Muchas chicas utilizaban un hotel barato que estaba en la avenida Shaftesbury. Estaba sólo a cinco minutos paseando, pero ellas iban en taxi porque la ley no permitía la prostitución en las calles y, mientras que no se les viera con los clientes, podían considerarse a salvo de la pasma. Una vez dentro del hotel las cosas no estaban tan claras. El hombre se podía poner desagradable, negarse a pagarle e incluso algunas habían sido asaltadas a punta de navaja, violadas por un grupo de amigos o vapuleadas por la sencilla razón de ser lo que eran. No había duda; era un juego bastante peligroso. Cuando Ivana se armó de valor para hablar, Lil no esperaba que dijera tal cosa. Fue tal su sorpresa que pensó que estaba soñando.