Выбрать главу

Algunos eran muy malos perdedores, especialmente cuando apostaban un dinero del que no disponían. Él, sin embargo, tenía crédito allá donde fuese, pues todo el mundo sabía que pagaba sus deudas a las pocas horas de contraerlas. Otros hombres no eran tan sensatos y trataban de recuperar un dinero que habían perdido para siempre. Intentaban recuperar sus pérdidas con dinero prestado, con dinero que luego deberían pagar a cualquier precio. Él los observaba sudar de miedo, beber para calmarse, y el alcohol que bebían gratuitamente les hacía perder el sentido y firmar pagarés por donde quiera que fuesen, tratando de volver a recuperar su vida normal y la de sus familias. Luego, cuando la noche se terminaba, observaba sus rostros al darse cuenta de que habían perdido todo cuanto poseían. Todo por lo que habían luchado se había desvanecido en cuestión de horas.

En otro lugar, una mujer y unos hijos desconocían que la vida que hasta entonces habían conocido se había terminado, que pronto se verían apresados en un mundo de acreedores y visitas nocturnas. Una pesadilla de tal magnitud que sus consecuencias se padecerían durante años. Las personas sabían que la ley no les obligaba a pagar las deudas contraídas en el juego, pues eran simples acuerdos entre caballeros, algo que se firma con un simple estrechón de manos. Por eso, su recuperación normalmente se llevaba a cabo por medio de la violencia y la intimidación. Los hombres que se habían jugado la vida se veían involucrados en una situación de la que resultaba muy difícil escapar. Las deudas hay que pagarlas; tan sencillo como eso. El dinero se prestaba con una sonrisa, pero se recuperaba con un bate tic béisbol. Trevor había visto situaciones como ésas en multitud de ocasiones y le deprimía ver que esos hombres carecían de autocontrol y respeto por sí mismos. Él tenía cuarenta años, llevaba jugando más de treinta y aún se mantenía indemne. No tenía cicatriz alguna y jamás había tenido un enfrentamiento por las cartas o por las apuestas. Trevor era un caballero y sabía que tenía una reputación que le permitía entrar en cualquier partida. También sabía que los más jóvenes deseaban enfrentarse a él con la esperanza de vencerle y ganarse un nombre dentro de ese mundo. Si eso sucedía, cosa muy extraña, les estrechaba la mano, les daba sugerencias y consejos y se hacían amigos de por vida. Él no tenía problemas con los ganadores, pues, al fin y al cabo, era un juego de oportunidades. Cualquiera podía ganar, y eso es precisamente lo que cada noche le provocaba tanta excitación. Se sentó tranquilamente a tomarse su Ginger Ale y esperó hasta que llegasen el resto de los jugadores. Estaba más que preparado para pasarse la noche jugando.

– Ya ha empezado a provocar desavenencias y hace tan sólo unos días que ha salido del hospital.

La voz de Cain estaba cargada de malicia y Patrick escuchó atentamente, como solía hacer siempre. Había aprendido hace mucho tiempo que si uno permanece callado, los demás llenan esos vacíos de silencio con más información de lo que al principio pensaban dar. Ahora se había convertido en una costumbre que le alegraba haber cultivado.

– ¿Qué ha hecho ahora?

Mientras estaba en el hospital, Dennis atacó a un médico que estaba de turno, además de a un celador por no traerle el whisky que había pedido. Se había comportado como una persona detestable; es decir, como lo que era en realidad. Ahora estaba fuera y de nuevo funcionando, dispuesto además a causar toda clase trifulcas. Dennis pretendía que la gente no se olvidara de lo que era capaz de hacer. Aunque se había convertido en un tema de mofa dentro de algunos círculos, Brodie sabía que aún tenía suficientes agallas como para reírse en su cara.

– Ha empezado a ir de un lado para otro recogiendo algunas rentas que nos pertenecen. Al parecer, Dave no le ha explicado aún cómo está la situación y sigue pensando que tiene algún poder sobre nosotros. Le he dicho a mis muchachos que vayan a pedirle el dinero de buenas maneras, pero si les toca los cojones, lo van a cortar a pedacitos.

La voz de Spider sonaba fría y no admitía contradicciones. El, ciertamente, no sería quien se las pusiera. Dennis había estado largando por ahí y lo que había dicho de él no se podía calificar de agradable. Era cuestión de tiempo que alguien le cerrase la boca de una vez por todas, así que Patrick decidió sentarse tranquilamente y dejar que fuesen otros los que hiciesen el trabajo sucio. Sabía que Spider y Cain habían acudido a él para solicitar su permiso para quitarlo de en medio, por lo que se sentía agradecido.

– ¿Qué puedo decir? Es más que justo. Es un auténtico capullo.

Spider y Cain se relajaron al escuchar la respuesta de Brodie. De hecho, es lo que esperaban oír. Sabían que Dave continuaba siendo uno de los empleados de Patrick, por eso consideraban justo solicitar su permiso, así no habría diferencias entre ellos.

– Acordaos de la fiesta de mi hijo. Traed a vuestro hijo y a quien queráis. Serán bien recibidos.

– Cojones, Pat. ¿Diez años tiene ya el chaval? ¡Qué rápido pasa el tiempo!

Patrick asintió.

– Ojala yo tuviera diez años y supiera todo lo que sé ahora.

Spider rió. Echó su enorme cabeza hacia atrás, recordándole a Patrick lo fuerte que era en todos los sentidos.

– Cuando yo tenía diez años, ya robaba coches con mi primo Delroy. ¿Te acuerdas de él, Pat? Lo mataron hace tres años en Kingston. Regresó a Jamaica y la palmó encima de una chavala.

Spider sacudió la cabeza, como si le resultase increíble.

– ¿Encima de una chavala? Sólo a él se le ocurriría endiñarla encima de un chochete.

Miró a Cain y, con cierto orgullo y diversión en la voz, le dijo:

– Podía oler un coño a kilómetros y siempre estaba dispuesto a comérselo, al menos eso decía.

– A él no le dispararon. Murió con la picha fuera, Spider, murió de cansancio. Estuvo toda la noche follándose a Fanny Cradock. Era un tipo que se podía follar cualquier cosa. Nosotros escondíamos a nuestras abuelitas si lo veíamos cerca.

Cain y Spider se partían de risa. La tensión del ambiente había desaparecido y una vez más todos eran amigos.

Cain dio un buen sorbo a la bebida, se limpió la boca con la mano y dijo con picardía:

– Tú tampoco te quedas corto, Pat. Me parece haber oído algo acerca de una pelirroja más plana que una tabla que te trae loco. ¿Estás enamorado?

Patrick Brodie palideció ante la mirada de los dos hombres y su sorpresa fue tan grande que puso un gesto casi cómico. Cain se dio cuenta de inmediato que había dicho algo inapropiado. Spider lo miró, sin disimular su enfado y Patrick, por primera vez en mucho tiempo, no supo qué decir. Cain acababa de hacerle sentir como una vieja cotorra le había alertado de que se estaba hablando de él y que su nombre se estaba vinculando a una chica, no importaba quien fuese. Brodie era un hombre de familia, muy protector de su esposa y de sus hijos, y eso todo el mundo lo sabía.

Spider llenó los vasos mientras Patrick encendía un cigarrillo y ordenaba sus pensamientos.

Cain alargó los brazos suplicando:

– Era tan sólo una broma, Pat. No he querido en ningún momento ofenderte.

Cain recordó las historias que había oído acerca de Patrick. Muchos le habían comentado las torturas que habían padecido los que trataron de engañarle, la máquina de torturas que guardaba en un almacén de Silvertown. Spider le había comentado que había visto a Patrick electrocutar hombres desnudos, tipos muy duros, sin pestañear siquiera. Los había oído implorar por su vida mientras olían su piel quemada y él observaba cómo la corriente les pasaba por el cuerpo provocándoles espasmos en las piernas. Además, no podían gritar porque Patrick les metía cemento rápido en la boca para acallar sus gritos. Nadie le había plantado cara dos veces seguidas. Ésa era la razón por la que Dave estaba tan aterrorizado con la actitud de Dennis y por la que no deseaba perder su presente estatus. Y ésa era la razón por la que, en aquel momento, Cain lamentó no haber mantenido la boca cerrada.