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Dennis se quedó tan sorprendido que permaneció de pie, con la boca abierta, mirando como un pasmado.

Patrick miró a Dennis con el ceño fruncido. Luego, con desprecio y en un tono amenazante que resultó evidente para los que le rodeaban, le dijo:

– ¿Por qué pones esa jodida cara? ¿Acaso no me esperabas? ¿Qué pensabas? ¿Que me había olvidado de ti?

Patrick Brodie le estaba hablando, mejor dicho, tratando, como si fuera un don nadie, una mierda pegada a sus zapatos, y Dennis se dio cuenta de que sólo un gilipollas intentaría recuperar lo que había quedado de su reputación replicándole. Se esperaba que se tragara los insultos y sabía que cualquiera con una pizca de sesos mantendría la boca cerrada, pero nadie estaba seguro de que él tuviera tal cosa.

La gente de alrededor estaba encantada de ver a Patrick Brodie en su pequeño club. También tenían la esperanza de que le pegara una patada en el culo a Dennis Williams. La opinión generalizada es que era un bocazas, aunque nadie se atrevía a decírselo en la cara. El, sin embargo, tenía la errónea impresión de que era muy popular. Los verdaderos hombres de negocios, los mandamases, solían ser en la mayoría de las ocasiones gente agradable, amistosa y cercana que no necesitaban comportarse como tipos duros las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. Los tipos como Dennis Williams, aunque se les hablara con la misma cortesía que a los otros hombres importantes, no agradaban tanto como para esperar lealtad o respeto de los que les rodeaban. Al menos no cuando había un verdadero hombre haciéndole parecer un capullo. Un gángster de plástico era el término que recientemente se utilizaba para designarlos, y ésa era la mejor forma de describir a Dennis Williams.

Dave se acercó hasta donde se encontraba Patrick e intentó recuperar al menos una pizca de la amistad que habían mantenido durante años.

– Aquí no, Pat, ¿de acuerdo?

Patrick miró con desprecio al que fue en su momento su amigo. Su pelo grueso tenía un color azul por las luces de la discoteca y sus ojos eran como dos tajos que miraban a Dave con sumo desdén.

– Quiero mi jodido dinero y lo quiero ya.

Dave dibujó un gesto de sorpresa con su bonito y apuesto rostro. Miró a Pat. Había visto en muchas ocasiones esa expresión cuando le hacía una pregunta a alguien y no obtenía la respuesta esperada.

– ¿De qué está hablando, Den?

Patrick no se sorprendió que su hermano hablase por él. Si a Dennis le preguntaban qué había desayunado, diría que una salchicha. Las mentiras brotaban con tanta facilidad de su boca que ya no distinguía entre la verdad y su fantasía.

– Dennis, por favor.

La música se había detenido y todos los presentes les miraban atentamente. Patrick giró la cabeza para mirar a Dennis mientras Jimmy Brick se fue hacia él caminando con aire de fingida amistad, lo sacó del club y lo metió en un coche que estaba esperando. Dennis se comportaba como un corderito. Sabía que estaba derrotado y no pensaba provocarse más dolor del necesario.

Patrick salió del club seguido de sus dos otros guardaespaldas y Dave. Se dio la vuelta en la entrada y le dijo:

– Vuelve a tu sitio, Dave. Esto va a ser muy doloroso y antes de que te pongas nostálgico por tu hermano recuerda una cosa: él le ha quitado cien de los grandes a uno de mis socios esta mañana, así que este gilipollas ha quemado ya su última baza, ¿de acuerdo?

No estaba seguro de por qué se justificaba por quitar de en medio a Dennis Williams, pero se dio cuenta de que lo estaba haciendo. Respetaba y apreciaba a Dave, por eso no quería ni contarle mentiras, ni darle falsas esperanzas.

– No lo mates, Pat, por favor. Mi madre perderá la cabeza.

Patrick se rió.

– Tu madre hace ya mucho tiempo que perdió la cabeza. Hasta el más capullo tiene más sentido común que ella. Ahora déjame resolver este asunto de una vez por todas.

Cuando Patrick entró en el coche con Dennis y Jimmy, Dave le oyó decir con tranquilidad, pero autoritariamente:

– Escucha, Den. Mi abuelita decía que había dos tragedias en la vida. Una es conseguir lo que quieres y la otra no. Ahora tú vas a conseguir lo que estabas buscando, y también lo que no. Así que acéptalo y deja de mirarme con esa fea cara de mierda.

Dennis temblaba de miedo. Jimmy Brick era un torturador al que se le conocía por no mostrar la menor empatía por sus víctimas, capaz de infringir los más terribles castigos sin el más mínimo remordimiento. En una ocasión había desollado la pierna de un hombre para averiguar si había dormido con la esposa de uno de sus socios. Su amigo estaba encarcelado y había oído rumores. Había apelado a Jimmy para averiguar la verdad y poder quedarse tranquilo. Jimmy le había arrancado la piel a grandes tiras y, cuando averiguó lo que deseaba, lo metió en un cubo de basura y lo tiró a un estercolero, todo menos la piel, las orejas y el escroto. Lo peor de todo es que lo había hecho por un favor. No por una remuneración, ni para ganarse una reputación, tan sólo por un mero favor, eso es todo.

Dennis observó que Jimmy le miraba las cicatrices y se dio cuenta de inmediato que estaba pensando en la mejor forma de realizar su trabajo esa noche. Le abriría las cicatrices y luego añadiría algo de su cosecha.

Dennis sintió el frío que produce el miedo a la gente violenta. Por norma, así reaccionan los más cobardes cuando les llega su hora. De hecho, Dennis Williams ya había empezado a llorar en silencio antes de salir del parking y coger la Al3. Dave permaneció en la puerta hasta que las luces traseras del coche desaparecieron en la distancia.

Spider estaba en el Beehive, en Brixton, esperando que Cain viniera a recogerle. Mientras tanto, miraba a una chica africana con los ojos negros y unas plataformas de diez centímetros.

Ella le estaba sonriendo e invitando, con esa prepotencia que tanto le atraía de las mujeres. Sin embargo, ya tenía suficiente entre manos con el último ligue que se había echado y los berrinches que le daba a todas horas del día. La miró para quedarse con su cara y tenerla como referencia en el futuro, aunque no desdeñó la oportunidad de dibujarle una sonrisa. Nunca se sabe lo que depara el futuro.

Spider se estaba tomando su quinta pinta de Guinness cuando Cain entró y lo puso en movimiento para salir. Por primera vez en muchos años veía a su hermano preocupado, así que lo siguió sin demora. Muchas cosas iban a suceder esa noche y se preguntaba qué papel iban a desempeñar ellos.

Dennis estaba tirado en el suelo de hormigón y podía sentir el frío y la humedad introducirse en sus huesos. Llevaba tendido lo que le pareció una eternidad, aunque en realidad sólo fueron cuarenta y cinco minutos. Lo tenían atado como a un pollo. Las manos las tenía atadas a la espalda y las piernas a la altura de las rodillas, lo que le impedía ponerse cómodo. Olía a aceite y gasoil, lo que no le hacía presagiar nada bueno. No sabía dónde se encontraba exactamente. Estaba demasiado oscuro y durante el trayecto estuvo demasiado asustado para darse cuenta de dónde lo llevaban. Le habían dicho que mirase al suelo, cosa que hizo porque ya no podía confiar en que la amistad que un día mantuvo con Brodie le sacara del apuro.

Sus ojos se estaban acostumbrando a la oscuridad y miró alrededor con interés. Había muchos neumáticos apilados y olía a caucho y a mugre. Había también muchas cajas de embalar que supuso guardaban ropa de imitación o drogas y, cuando se serenó un poco, se preguntó en qué garaje se encontraba encarcelado y a quién pertenecería. Esperaba que no fuese de alguien que él conociese, pues la vergüenza sería insoportable.

Iba a ser la humillación de su vida y supo que no le quedaría más remedio que sufrirla si salía de allí ileso. Dennis comprendió que se había extralimitado en todos los sentidos y que no era lo suficiente duro como para enfrentarse a tipos de verdad. Su carrera se había acabado y no se había ganado el aprecio de nadie que pudiera ofrecerle algún tipo de respaldo. Dave se lo había advertido en repetidas ocasiones, había tratado de inculcarle algo de sentido común, pero él jamás creyó que esta noche llegaría.