Выбрать главу

– ¿Quién coño eres? ¿Y tú eres un hombre? ¿Uno de los Williams? ¿Le vas a dar a este tío una buena o qué? Tenemos que llevar ese dinero o estamos jodidos. Estoy más que harto de ti, ¿lo entiendes? ¿Te importaría por una vez concentrarte en lo que tienes entre manos? No pienso pasarme la vida lamentándome por lo ocurrido, ni pienso lamentarme por el gilipollas de nuestro hermano y sus errores. Lo único que quiero es el dinero, eso es todo. Y lo quiero ahora, Dave.

Dave asintió con total comprensión, pero sin ninguna clase de energía, ni de credibilidad. Estaba acabado, lo sabía, pero lo peor de todo es que Tommy también.

– Lo sé. Por supuesto que lo sé. Pero ya has visto a Colin, es un jodido cabrón. ¿Qué se supone que debemos hacer? Yo no quiero enfrentarme a él. No quiero seguir haciendo esto nunca más.

Y no lo hizo. Dave ya no tenía el valor necesario para enfrentarse a sus enemigos. Había perdido la excitación y la energía que traen consigo una buena pelea. Dave era un puñetero don nadie, igual que las personas a los que acosaban. Dave había cometido el último error; se había convertido en la persona de la que ellos dependían para su subsistencia.

Tommy cerró los ojos y suspiró, tratando de calmarse para poder hablar racionalmente.

– ¿Qué vamos a hacer, tío? ¿Cómo vamos a resolver este asunto? Por favor, Dave, cálmate y vamos a darle a este tío una paliza que se acuerde de nosotros.

Tommy estaba irritado y Dave se daba cuenta de ello.

– No sé lo que hacer, Tom. Necesitamos ese dinero, pero Colin es un puñetero loco.

Tommy suspiró. Podía oír y sentir el miedo en la voz de su hermano, su indecisión y su nerviosismo. Por un lado, comprendía su excesiva consideración por la familia, pero, por otro, le estaba tocando los cojones. Ya había escuchado bastante. Miró a su alrededor durante unos momentos, respirando el aire de la tarde, tratando de calmarse para no perder el control completamente.

Se encontraban en la terraza que había delante de los pisos, el aire olía a aceite grasiento y tabaco rancio. Podían oír el ajetreo y el bullicio típico de las viviendas de protección oficial a primeras horas de la tarde. Las jovencitas estaban vestidas con sus mejores galas y paseaban sin hacer nada, a la espera de algún joven que fuese su perdición. Los trapicheros ya habían salido a las calles en busca de su primera víctima y las viejecitas iban de camino al bingo, con sus guantes tejidos y sus sombreros de última moda. Todavía había algunos niños de unos tres años que jugaban en los portales, con la ropa sucia y con el rostro endurecido por el esfuerzo que suponía tener que criarse por sí solos.

Le recordaba su infancia y Tommy estuvo a punto de derramar lágrimas, lágrimas de furia y humillación por lo que estaba pasando. Tommy era un zoquete, según decían los del barrio. Era grande y podía pelear, además de que estaba en la edad en que podía dejar huella. Por eso no comprendía que sus hermanos mayores se contentasen con ser tan poca cosa. No podía creer que hubiesen echado a perder el trabajo de su vida, sólo porque le tenían miedo y eran muy cautelosos con Brodie. Pues bien, que le den por culo a Brodie, que se vayan a follarla todos ellos. El estaba dispuesto a dejar su huella, no importaba cómo, y pensaba luchar por ganarse el puesto más alto dentro de esa profesión que había escogido.

– ¿Qué coño vamos a hacer entonces?

Era una afirmación. Dave notó en la voz de su hermano un tono de rabia y desafío. Se percató de que era un don nadie para su hermano. Lo único que deseaba es encontrar las palabras apropiadas para explicar en qué situación se encontraban ahora.

– ¿Vas a responderme, Dave? Por lo que más quieras, sabes que tenemos que cobrar ese dinero y pienso hacerlo con o sin ti.

Dave sacudió la cabeza, sorprendido.

– No importa lo que hagamos, Tom. No conseguiremos nada con ello. Lo único que lograremos es el odio de Colin Parker y sus compinches.

Tommy le miró a la cara y se controló para no estamparle un puñetazo.

– Es uno de los grandes, eso es todo. Eso no significa nada para ese capullo. No creo que le estemos pidiendo nada del otro mundo, pero si no lo cobramos, podemos darnos por acabados. ¿Quién coño nos va a contratar en el futuro? ¿Para qué coño iban a hacerlo? O nos ponemos las botas ahora y le damos una lección a ese cabrón o vamos a estar comiendo mierda el resto de nuestra vida.

Dave sabía que estaba en lo cierto, pero él ya no quería en- (rentarse más a Jimmy Brick o Patrick Brodie.

– Le daremos una semana para que piense en ello, ¿de acuerdo?

Tommy negó con la cabeza, hizo un ruido con la garganta y escupió en el suelo. Luego volvió a entrar en el piso, cogió una silla de la cocina y la partió en la cabeza de Colin Parker.

Colin se quedó tan sorprendido como Dave. Trató de andar a gatas por la habitación, con la cabeza sangrando y tratando de abrir la boca para lanzar algún tipo de advertencia, pero apenas pudo musitar un gruñido. Tommy William le golpeó una y otra vez. La rabia y el desengaño lo habían convertido en una persona decidida y viciosa. Parker trató de meterse debajo de la mesa, pero Tommy le siguió pateando una y otra vez hasta que se hartó y vio que Colin yacía muerto. Tommy le quitó las joyas, el dinero y salió una vez más.

Miró a su hermano mayor y le dijo con cara de odio:

– Qué te den morcilla, Dave. A ti y a Brodie.

Se metió en el bolsillo lo que había cogido y se alejó de su hermano, sin mirar ni tan siquiera para atrás.

Dave lo observó marcharse, con el corazón compungido porque sabía que había sido derrotado y humillado, pero con toda la razón del mundo. Sabía lo que podía pasar si uno pretendía más de lo que podía y lamentaba no habérselo podido explicar a sus hermanos más pequeños.

Spider y Cain estaban en el club que solían frecuentar en Paddington. Los clientes habituales les hicieron el gesto de saludo que esperaban y, después de cruzar la barra principal que conducía hasta la pequeña oficina que había en la parte trasera, saludaron a todos los presentes con una sonrisa y los gestos habituales.

El club era de su propiedad, aunque eso nadie lo podría probar, pues no pagaban ni los impuestos más legítimos. De todas formas, no eran muy amigos de permanecer en el mismo sitio por mucho tiempo, en parte por la bofia. Este sólo era otra guarida, eso era todo. Nada de lo que mereciese hablar, ni tampoco un lugar donde pudieran encasillarlos a ellos.

En la habitación trasera, a la que llamaban oficina por la simple razón de que no encontraba una palabra más adecuada, estaban Jimmy Brick y Patrick Brodie. Resultaba evidente que ambos se sorprendieron de verlos, pero que se recuperasen de la sorpresa ion tanta facilidad le resultó sospechoso a Patrick Brodie.

– ¿Qué pasa, tío? ¿Cómo te va? -dijo Spider, siempre feliz de ver a su amigo.

Patrick sonrió.

– Bien -dijo-. Como siempre.

Se levantó y estrechó la mano de su amigo con firmeza, para demostrarle que estaba en forma pasara lo que pasara.

Patrick se sentó y miró a Cain fríamente.

– ¿Qué pasa? ¿Cómo te va, colega?

La pregunta estaba cargada de malicia y Patrick se alegró de ver ese fogonazo de miedo que pasó brevemente por los apuestos usgos de Cain. Había dado en el blanco y esperaba que eso fuese suficiente para meterlo en vereda.

Sin embargo, Cain recuperó el equilibrio muy rápidamente y se encogió de hombros despreocupadamente. Luego, llevado por la arrogancia e inexperiencia de la juventud dijo:

– Mejor que nunca.

Spider observó la mirada que se intercambiaron Jimmy y Patrick y su instinto natural lo puso en alerta.