Выбрать главу

Resultaba evidente que Lil estaba al borde de un ataque. Vio que estaba a punto de llorar, así que la atrajo hacia su pecho y la besó con delicadeza, oliendo a champú Vósene y perfume. A ella le gustaba el Blue Grass porque se le quedaba impregnado en la piel. Eso le recordó que pronto le daría otro hijo y que después volvería a ser su encantadora Lil. No más dolores de espalda, no más noches sin dormir, no más problemas porque él pensaba resolverlos por ella y proporcionarle un poco de tranquilidad en su vida.

– Lo he intentado todo con él, pero no me lo pone nada fácil, Patrick. Miente, roba y molesta a todo el mundo. Ahora, para colmo, resulta que es un chulo que se dedica a acosar a las niñas pequeñas… ¿Qué va a pensar la gente de nosotros? ¿Cree que se va a librar de un asesinato sólo porque lleva tu nombre? Esto se tiene que parar, Patrick. Tienes que tomar cartas en el asunto… Yo no puedo más.

Estaba sollozando y, por lo bien que la conocía, sabía que se encontraba más que hundida. Entendía sus sentimientos y sabía que le estaba siendo muy difícil controlar su temperamento.

– No te pongas así, piensa en el nuevo bebé -le dijo.

Le apartó de su lado con una fuerza que sorprendió a ambos.

– ¡Qué le den por el culo al bebé, Patrick! Necesitamos resolver primero qué vamos a hacer con ese jodido cabrón. Tenemos que pararle los pies a ese loco.

Patrick jamás la había oído hablar de esa manera. Comprendía cómo se sentía por lo que había hecho Lance, pero con gritarle a él no iba a cambiar las cosas. Una vez más se reprimió sus impulsos.

– Cálmate, Lil. Ponerse así no va a solucionar las cosas.

Lil apretó los puños de rabia cuando le escuchó decir esas palabras, pues sabía que estaba en lo cierto, aunque en ese momento se sintiera incapaz de poder jugar a ese juego. Ahora no estaba para escuchar sermones, quería hechos y quería dejarle claro que sus sentimientos por el muchacho estaban más que fundamentados. Quería que tomara cartas en el asunto y le librara de esa responsabilidad. Quería que cogiera de la mano a Lance y lo llevara por el buen camino, que lo convirtiese en un niño normal al que ella pudiera querer. Quería que hiciera desaparecer el odio que sentía por su hijo.

Janie Callahan le había traído a su casa la peor noticia que podían darle. Nada más verla en la entrada, se dio cuenta de que Lance se había pasado de la raya. Hasta casi se diría que había disfrutado pegándole, haciéndole pagar por la vergüenza que le hacía sentir ante los demás, por la culpabilidad que le había engendrado desde siempre.

– ¿Y tú me dices que me tranquilice? ¿Acaso crees que con unas cuantas palabras bonitas vas a solucionar el problema?

La incredulidad en la voz de Lil era más que patente y Pat cerró los ojos. Lo único que deseaba era que se calmase, eso era todo.

– Es un jodido cabrón y tú lo sabes. Está lleno de malicia, Pat, de una perversa y odiosa malicia que le corre por el cuerpo. Hay que meterlo en vereda, hay que tener mano dura con él. Tú puedes hacerlo de una vez por todas. Por una vez en la vida, ten el honor de intentarlo porque yo lo he hecho y ya no puedo más.

Patrick pudo oler el whisky y tardó unos instantes en darse cuenta de que estaba borracha. Miró a su alrededor y vio la botella de Bells medio vacía. La cogió de los brazos y la obligó a sentarse en una silla.

– No te atrevas a empujarme de esa forma… -le dijo Lil.

Su voz sonó más fuerte de lo que ella esperaba y se dio cuenta de que se le estaban yendo las cosas de las manos, que era la bebida la que hablaba, no ella. No obstante, había necesitado tomar algo que le relajara, que le hiciera olvidar los acontecimientos del día, que le ayudase a dormir.

– No te he empujado, Lil. Sólo te he ayudado a que te sientes. Y ahora, por última vez te lo pido, cálmate.

La desesperación se palpaba ahora en su voz y ella lo percibió con sumo placer. El estaba reaccionando y, por fin, mostraba algún tipo de emoción.

– Tienes que enviarlo fuera de aquí, enviarlo a un internado o algo parecido. Quiero que se vaya de esta casa, y lo quiero ahora.

Pat se sirvió una copa con tal de no responder a su esposa. Necesitaba tranquilizarse antes de poder hablar con ella. Ella no estaba de humor para charloteos y quería verla calmada y tranquila para poder tratar el problema con tranquilidad.

– Hay una escuela jesuita en Irlanda que se hace cargo de niños problemáticos, según leí en una revista en la iglesia. No es barata, pero eso es lo de menos. El cura sabrá más al respecto y podríamos preguntarle mañana. En cualquier caso, tiene que irse. Tiene que irse porque si no, no seré responsable de mis actos.

Patrick siempre había sabido que Lil no apreciaba a Lance como debiera, pero nunca se había imaginado que pudiera llegar hasta ese extremo. Annie era la única que se había encargado del chico, única razón por la que había soportado a esa vieja zorra durante años. El sabía que su madre no sentía mucho afecto por el muchacho y lo sabía porque Lance le inspiraba a él los mismos sentimientos. La diferencia es que trataba de racionalizarlos y culpaba a Annie por el hecho de que ella se había ocupado de él desde el mismo momento en que nació. Sabía que la relación entre Lance y su suegra no era sana, pero contando con la ayuda de Patrick Junior y con la llegada de las dos gemelas lo había ido dejando pasar. En varias ocasiones trató de cortar ese vínculo, pero Lil siempre había sido la protectora de su madre y de nuevo los volvía a reunir.

– ¿Una escuela jesuita? ¿Es ésa tu respuesta? ¿Quitártelo de encima?

Asintió, le miró fijamente en gesto de desafío, haciéndole saber que hablaba completamente en serio. Ahora ya estaba claro, ya sabían todos de lo que era capaz y que quería una solución definitiva. Saber de lo que era capaz su hijo ya era más que suficiente para desear tenerlo lejos.

– El no va a ir a ningún lado, Lil. Podrá ser un cabrón, pero sólo tiene ocho años. Ocho. No creo que sepa lo que hace…

– Sabía perfectamente lo que le hacía a esa niña. Unos días antes le puso un ojo morado y la tiró al suelo…

Insistió al ver el rostro de Patrick.

– Sí, así como te lo digo. Le pegó a la pobre niña sin motivo ninguno. Es un jodido cabrón de mierda al que no pienso darle la oportunidad de que algún día desahogue su ira con mis hijas.

– Basta ya, Lil. Él adora a las gemelas…

Eso era llevar las cosas demasiado lejos. Su hijo jamás haría daño a sus hermanas.

Lil se rió con tristeza.

– Veo que no lo entiendes, ¿verdad que no, Pat? Pues bien, o se va él o me voy yo…

– No seas tan dramática. Estás borracha y sacas las cosas de quicio. Y en lo que respecta a Lance, te diré que él es producto de tu jodida madre y sus constantes mimos. Ya le daré lo suyo cuando se despierte y, cuando lo haya hecho, verás como no se mete más con nadie. Ahora, deja de decir tonterías y vamos a la cama.

Había escuchado más que suficiente. Pensaba cortar por lo sano. Lil necesitaba dormir y luego vería las cosas desde otro trasluz.

– No pienso ir a ningún lado hasta que tú, Patrick Brodie, me prometas que Lance, ese hijo de puta antinatural, se va a marchar de mi casa. Lejos de mis hijos, especialmente de este nuevo bebé. No puedo mirarle sin sentir ganas de hacerle daño, ésa es la pura verdad. Quiero que se vaya de esta casa, y lo quiero lejos de mí y los míos.

Mientras hablaba vio que Lance estaba en la puerta, mirándola con esos ojos azules tan calmados y que tanto le habían inquietado desde que era un bebé y lo sostenía en brazos. Verlo le provocó arcadas y tuvo el tiempo justo de ir hasta el fregadero y poder vomitar. Mientras le daban arcadas pudo oír la respiración de su marido en el silencio de la cocina y se dio cuenta de que él no estaba dispuesto a hacer nada de lo que ella le pedía.