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El muchacho contemplaba los preparativos con una excitación que le resultaba difícil contener. Iba a cumplir diez años y consideraba su fiesta como algo primordial, ya que sus amigos, compañeros, parientes y vecinos estarían allí. Era totalmente distinto a cualquier otra fiesta de las tantas que había asistido. No sólo habría una discoteca, sino además una buena comida auténtica, y vendrían tanto niños como adultos. Era una gran responsabilidad y, por eso, se sentía nervioso. La bebida que su padre había comprado estaba colocada en el vestíbulo en enormes cajas de cartón. Había bebidas alcohólicas para los mayores y toda clase refrescos para los niños. Con sólo verlas, se le aceleraba el corazón.

Lance era la única preocupación de Patrick Junior. Sus padres estaban decididos a no dejarle asistir a la fiesta como parte de su castigo y, aunque sabía que estaban haciendo lo correcto, pensaba que su hermano se perdería algo que ellos recordarían el resto de su vida. Patrick Junior estaba seguro de que no disfrutaría completamente si su hermano no estaba presente. Lance era un dolor de cabeza, había hecho algo realmente feo y resultaba ya hasta peligroso, pero seguía siendo su hermano y deseaba que asistiera a la fiesta porque estaba seguro de que en el futuro podrían recordarla sin ningún resquemor. Para Pat Junior aquella fiesta representaba el acontecimiento más importante de su vida y deseaba compartir esa excitación y ese nerviosismo con su hermano. Sabía que la fiesta sería el principal tema de conversación en la escuela durante las próximas semanas. Lance se sentiría muy desplazado si no le dejaban asistir y eso preocupaba a Pat Junior. No quería tener que dejar de hablar del tema sólo porque Lance estuviese presente, por mucho que se lo hubiese ganado. Lance era de esas personas que lo estropeaban todo aunque no fuese ésa su intención.

Aunque Pat Junior lo lamentaba por Lance, otra pequeña parte de él se alegraba de que durante la fiesta no pudiera alardear por lo que había hecho, ni que lo denigrara delante de los demás, ya que Lance tenía el don de arruinar cualquier cosa que estuviese relacionada con su hermano mayor. No obstante, Patrick Junior tenía el corazón tan grande que se sentía dolido por la situación tan enojosa en la que se encontraba su hermano. Sabía que no podía interferir en la decisión de su padre de mantenerlo encerrado en su habitación y, aunque reconocía que el castigo lo tenía bien merecido y se lo habían impuesto por su propio bien, también sabía en su interior que eso, en el caso de Lance, sólo serviría para generar más problemas que soluciones.

Ricky Williams y sus hermanos estaban nerviosos y preocupados por lo que sucedería en los próximos días. Mientras miraba a su alrededor se preguntaba cómo los iba a mantener a raya una vez que pusiera en marcha sus planes.

Dave, Bernie y Tommy guardaron silencio mientras les contaba lo que había hecho y cuáles eran sus planes. Ricky se dio cuenta de que lo miraban con una nueva clase de respeto. Ahora le veían como el hombre que siempre había sido, y ya lo único que le quedaba era disponer de la oportunidad para demostrar a todos sus amigos su tesón y su fuerza de voluntad.

Ricky miró por encima de la barra y se fijo en una chica que llevaba una falda de volantes. Luego, haciendo un gesto con la mano pidió más cerveza para todos. Cuando ella regresó de la mesa con las manos llenas de jarras vacías se quedó mirándola fijamente. No era una gran belleza, pero tenía un bonito culo y él era de esos que saben apreciar eso en una mujer. Le sobraba algo de carne por algunos lados y era más mayor de lo que pensó al principio, pero tenía una sonrisa agradable y amplia que le daba el aspecto de una mujer amistosa. Decidió que le gustaba lo suficiente como para hacerle un favor en un futuro no muy lejano. El guiño que le hizo mientras servía las copas le indicó que hasta ella se daba cuenta de que estaba delante de un ganador.

Se encontraban en un bar de Kent, ya que decidieron que, hasta que no fuesen bien recibidos en el Smoke, lo mejor que podían hacer era quitarse de en medio, especialmente desde la desgraciada muerte de Cain. Ricky decidió que aquella zona era de su gusto; Kent, el jardín de Inglaterra. Le gustaban los alrededores, los bares e incluso la forma en que los vecinos tenían de no inmiscuirse en los asuntos de los demás. De hecho, se enamoró tanto que decidió que no tardaría en comprarse una propiedad por esa zona.

Le sentó bien poder relajarse por una vez, sentarse en un bar sin tener que estar constantemente pendiente de la puerta, observar a los que estaban allí e incluso invitar a una copa a personas que no le agradaban lo más mínimo. El ambiente que reinaba le hizo ver que estaba en un bar normal y corriente, un verdadero pub donde la gente acudía a beber y a pasar el rato. Ricky ya se había olvidado de esa sensación tan grata que proporciona estar en un sitio así, pero también sabía de sobra lo agradable que era estar en un bar en el que uno pudiera elegir la música y la clientela, y donde todos supieran quién era él.

Así había sido hasta no hace mucho y estaba dispuesto a conseguirlo de nuevo. Cuando la mujer le trajo las cervezas, le respondió con una sonrisa y una buena propina. Ricky era de los que creían que lo primero que uno debía hacer era asentar el terreno, ya que de esa forma te asegurabas de conseguir lo que deseabas. La sonrisa que ella le devolvió le indicó que ya casi la tenía metida en el bote. La vida, pensó, era buena y, a partir de mañana, sería aún mejor.

Capítulo 17

Jimmy Brick estaba enfurruñado, aunque nadie se diera cuenta de ello. Hoy tenía la cara sonriente, en parte porque era el cumpleaños del muchacho.

Sabía, sin embargo, que las fiestas de cumpleaños podían en ocasiones terminar muy mal, ya que la mezcla de alcohol y el contraste de pareceres era más que suficiente para dar comienzo a una guerra mundial.

El bautizo de su sobrina, por ejemplo, hizo que su cuñado cometiera un asesinato y se ganara una cadena perpetua, ya que no se le había invitado por su costumbre de tirarse a su hermana siempre que se le antojase. Lo habían echado de la casa que en su momento había compartido con otros, hasta que Úrsula, su hermana, besó a su nuevo novio en el jardín trasero de su casa marital; llegado el momento se dijo que su cuñado había escalado el muro, luego se oyeron los disparos, los gritos de las mujeres y pasaron el resto del domingo declarando en la comisaría.

No, a Jimmy no le gustaban ni las fiestas más inocentes, ni los invitados menos sospechosos, ya que consideraba que hasta el más tonto era capaz de arruinarlo todo si se daban las debidas circunstancias. Se sentía tan seguro que estaba decidido a que nada de eso ocurriese en la fiesta de Pat Junior.

La sala lucía maravillosamente decorada y fantástica, toda repleta de globos y pancartas. Las mesas que habían colocado estaban combadas por el peso de tanta comida y el aroma que desprendía le estaba matando. Le encantaban los huevos con berros, así que cogió unos cuantos y se los comió masticando rápidamente. El bar ya estaba abierto y el pinchadiscos, un capullo redomado, estaba preparado para ponerles un rock-and-roll. Jimmy supervisó que las mesas y las sillas estuvieran en los lugares adecuados, luego se fumó un cigarrillo fuera de la iglesia y, finalmente, se relajó. El chico tenía suerte de que organizasen una fiesta como ésa por su décimo cumpleaños, ya que él jamás había tenido nada parecido en sus veintiún años. El joven Pat Junior era un buen muchacho. Era fuerte y se parecía mucho a su padre. Eran, como decía su madre, igual que dos gotas de agua. El otro, Lance, sin embargo, era un niño muy extraño, de eso no cabía duda. Era un caso aparte y, aunque no había nada malo en ello, Patrick había tomado la decisión de que no asistiera a la fiesta para darle una lección. Si tuviera diez años más, sin embargo, las cosas habrían sido muy distintas porque seguro que no habría aceptado de tan buena gana que no le invitasen a la fiesta. Lance, en definitiva, era un maniático que aún no había florecido del todo y, cuando lo hiciera, que Dios se apiadase del que se interpusiera en su camino.