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Pat Junior y Lance contemplaron todo el espectáculo mientras sostenían a sus hermanas en brazos y le tapaban la cara para que no viesen semejante carnicería. Pat Junior vio a su padre gritar y amenazar a aquellos hombres, a los que reconoció como los hermanos Williams. Podía oír cómo ellos vociferaban obscenidades mientras hundían las navajas en la cabeza y el pecho de su padre una y otra vez. Patrick cayó de rodillas y los muchachos se quedaron atónitos cuando vieron a Ricky Williams patearle a su padre en las entrañas con todas sus ganas, levantándolo incluso del suelo. Pat Junior le dijo a Lance que cogiera a las niñas y se encerrara en la habitación. Luego bajó las escaleras y se abalanzó sobre el primero que pudo, con su camisa nueva ya manchada de sangre. Seguían apuñalando a su padre y ahora se reían de sus vanos intentos por tratar de detenerlos.

Pat Junior vio a su madre en el suelo, aterrorizada, y se sintió impotente, incapaz de hacer nada para defender a sus padres. El hombre más corpulento de los tres lo cogió en brazos y lo estrelló contra la pared, provocándole un dolor tremendo. Cuando estaba tendido en el suelo vio lo que quedaba de la cara de su padre y se dio cuenta de que ya estaba muerto, a pesar de que los tres hombres seguían apuñalándole y golpeándole por pura diversión. Supo que aquella sangre y aquellas risas ya no las podría olvidar nunca porque a partir de ahora todo sería muy diferente. Abriéndose camino a empujones, Pat Junior se arrojó sobre el cuerpo de su padre para protegerle. Tommy Williams tenía el brazo levantado para apuñalarle de nuevo en la cara cuando Dave le agarró el brazo. Dave vio al aterrorizado niño echado encima del cuerpo de su padre y fue entonces cuando se dio cuenta de la enormidad de lo que acababan de hacer.

– Basta, basta. Casi apuñalas al niño, gilipollas.

La voz de David fue como un catalizador para que todos se detuvieran. Se quedaron callados, resollando en aquel silencio. Pat Junior no cesaba de llorar y pudo oírse a sí mismo gritando «papá, papá», aunque sabía que su padre ya nunca más volvería a responder a sus llamadas.

Lil, tendida en la entrada de la cocina, había visto morir a su marido mientras sentía cómo el nuevo bebé se movía en su interior, como si tratara de escapar de aquella locura. Intentó levantarse en varias ocasiones, pero no pudo porque el dolor se lo impedía. Tardó un rato en darse cuenta de que había roto aguas.

Vio a Dave sentado en las escaleras, con la cabeza apoyada en las manos y contemplando el cuerpo de su marido. Era irreconocible, lo habían cortado a pedazos literalmente. Fue entonces cuando vio a su hijo Pat empapado en sangre y echado encima del cuerpo de su padre, tratándolo de proteger con sus pequeños brazos. Era una pesadilla; una pesadilla de la que estaba convencida que se despertaría en unos instantes para ir a la fiesta tal y como tenían planeado.

Por desgracia no era así. Patrick había sido descuartizado delante de sus ojos, su hijo había sido testigo de su asesinato y lo había tratado de proteger. Era su cumpleaños, el día que tanto había esperado, y estaba empapado de la sangre de su padre. La camisa blanca, su primera camisa de la marca Ben Sherman que tanto orgullo le había producido, ahora estaba teñida de rojo y empapada de la sangre de su padre. Cuando Lil miró a su alrededor vio que hasta las paredes y las escaleras estaban manchadas de sangre. Luego pudo oír las arcadas de Dave Williams y vio como vomitaba en el suelo. Se dio cuenta de que todo era verdad, que su marido, su alma gemela, yacía muerto en el suelo y ella iba a parir un hijo al que él nunca vería, nunca sostendría en sus brazos. Fue entonces cuando empezó a gritar, a lanzar unos gritos tan feroces que fueron los que sacaron del estupor a los hermanos Williams.

Pat Junior los vio salir de la casa como si fuesen a dar un paseo; es decir, sin prisas, sin miedo a que fuesen apresados. Salieron lentamente y cerraron la puerta como si hubieran desahogado toda su rabia con su padre, cosa que por supuesto habían hecho.

Patrick Junior continuaba sollozando, sólo que ahora ya eran sollozos sin lágrimas. Se levantó y se acercó para ver a su madre. A pesar de que sus gritos aún resonaban en las paredes, logró dejar de temblar y llamó al 091.

Capítulo 18

Spider salió del hospital con Jimmy Brick, ambos aún en estado de shock. Lil, que Dios se apiade de ella, había dado luz; justo lo que menos necesitaba en ese momento. Se habían quedado con ella en el hospital, ya que no sabían qué hacer. Cuando el chofer entró en el salón y les contó lo que había sucedido, pensaron que se trataba de una broma macabra. Al llegar a la casa y ver la carnicería que habían organizado, les pareció aún más increíble.

La muerte de Patrick fue tan inesperada que nadie se la creyó al principio. Spider, a pesar de haber identificado el cuerpo, aún no estaba seguro porque lo habían dejado casi irreconocible. La muerte de Cain le había afectado emocionalmente, pero la de Patrick le afectó en muchos otros aspectos, ya que suponía una nueva fuente de problemas.

Cuando Jimmy y Spider salieron al frío aire de la noche se miraron, sin saber qué decir acerca de lo sucedido. Parecía increíble que Patrick Brodie hubiese sido asesinado precisamente a manos de los hermanos Williams, y que su asesinato hubiese sido tan bien planeado y ejecutado precisamente por ellos. Al parecer, Ricky Williams se había tomado la justicia por su cuenta y a las pocas horas de morir Patrick ya se estaba congraciando con los principales contendientes de Pat, mostrando una perspicacia y una inteligencia que, si no le hacían ganarse su amistad, al menos sí el respeto que consideraba que se merecía. La policía consideró el asunto como un simple ajuste de cuentas, por lo que no se esforzó gran cosa en detener a los asesinos. Aquello también les sirvió para saber que los hermanos Williams ya se habían puesto en marcha y, fuese quien fuese quien los liderase, al parecer quería quedarse con todo y tenía grandes ambiciones.

– Es indignante -dijo Jimmy-. Matar a Patrick Brodie de esa manera.

Jimmy habló en voz demasiado alta, tanto que dos hombres que fumaban un cigarrillo mientras esperaban que a un amigo le pusiesen unos puntos en la cabeza pudieron oír lo que decía. Sin embargo, viendo la conducta y los modales de ambos, decidieron hacer oídos sordos y darse por no enterados. Jimmy ya tenía un aspecto bastante aterrador con su cara llena de cicatrices y su muy patente agresividad, y del negro se podía decir otro tanto, pero fue oír el nombre de Brodie y el relato de lo sucedido lo que aplacó su natural beligerancia. Tener un altercado con la policía era una cosa, pero asesinar a una persona era algo muy distinto. Aquellos muchachos eran sólo una pandilla de chulillos, de esos que van buscando bronca por los bares.

– ¿Qué coño andáis mirando, pandilla de gilipollas?

Jimmy deseaba desahogar su ira y aquellos mequetrefes le parecieron lo más adecuado. Él ya de por sí era un tanto paranoico, pero ahora estaba convencido de que se estaban mofando de él y no pensaba permitírselo. La muerte de Brodie, sin duda, lo había vuelto todavía más paranoico, por eso pensó que aquellos muchachos se estaban haciendo los valientes y estaban esperando para abalanzarse contra él y ponerlo fuera de combate. Eso, claro, en sueños.

Jimmy se fue hacia ellos y Spider le cogió del brazo.

– ¿Qué coño haces? Son sólo un puñado de mierdas.

El gesto que hizo Spider con la mano que tenía libre les sirvió de aliciente y se alejaron para desaparecer en la oscuridad de la noche.

Jimmy se quitó la mano de Spider de encima; tenía los puños cerrados de furia.

– Lo han cortado a pedazos, Jimmy -dijo Spider sacudiendo la cabeza-. Dije que era él, pero lo único que he reconocido ha sido su anillo, ya sabes, ese negro con un ónix. Pero si te digo la verdad, parecía un trozo de ternera descarnado.