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Cuando entró en el desguace de su marido esperó no encontrarse con nadie, ya que sabía que el lugar se utilizaba para algo más que recopilar chatarra. Los perros estaban sueltos, como casi siempre, pero los dos doberman la conocían bien y se acercaron para que los acariciase. Luego se dirigió al portacabinas que se utilizaba como oficina. Cuando entró, los animales se echaron en el suelo y la esperaron.

Lil abrió la caja sin tan siquiera tener que encender las luces. Ya había abierto esa caja para pagar los sueldos o para coger algún dinero al contado en muchas ocasiones, por lo que no necesitaba encender ninguna luz. La puerta de metal se abrió y sintió un brote de excitación por lo que estaba haciendo.

– Estoy robando nuestro propio dinero. Pat -dijo.

Se rió como si él estuviera presente para oírla, para apreciar la ironía y para reírse con ella de su propio chiste. Estaba robando dinero que ya había sido previamente robado, parte de su participación en asaltos a bancos, joyerías o fábricas.

La caja estaba completamente vacía, cosa que realmente no le sorprendió, pues imaginaba que alguno de los hombres que habían trabajado para su marido se le habría adelantado. La muerte de Pat debería haber puesto en alerta a mucha gente, especialmente a los que dependían de él para su sustento.

Las lágrimas le provocaban escozor en los ojos y se los secó. Estaba desesperada, sin saber qué hacer, y necesitaba mucho dinero para poder sacar a sus hijos hacia delante.

Se sentó en el suelo de la oficina. Estaba frío y húmedo como la lápida de una tumba. Se dio cuenta de que a partir de entonces ya nada sería lo mismo. Tenía ganas de llorar y las lágrimas se le venían a los ojos, pero se contuvo y logró retenerlas. Tenía tiempo de sobra para llorar en el futuro, ahora lo importante era asegurarse de que a sus hijos no les faltase de nada.

Lenny Brewster no cabía en su propio traje de lo orgulloso que se sentía. Desde la muerte de Pat Brodie parecía un niño con zapatos nuevos. Sus enemigos, sin embargo, lo describían como la reencarnación de un gilipollas, aunque no fuesen capaces de decírselo en la cara. Ahora, cuando vio a los hermanos Williams y a Palmer, todos esperándole para saludarle y para congraciarse con él, se dio cuenta de que por fin lo había conseguido: había cogido lo que por derecho le pertenecía.

Ricky era todo sonrisas y miraba a sus hermanos para asegurarse de que hacían otro tanto y se daban cuenta de lo importante que era el hombre que tenían delante. Lenny se dio cuenta del gesto y observó que el muchacho tenía al menos la suficiente sensatez como para saber cómo funcionaban las cosas en ese mundo.

Ricky ya había chasqueado los dedos para que la camarera trajera una nueva botella de brandy Courvoisier y limpiara la mesa y los ceniceros. El sabía lo importante que era el respeto y él respetaba al hombre que acababa de entrar en el bar como si fuese un conquistador. Lenny Brewster era una leyenda, en parte porque siempre había sabido mantenerse en su sitio y jamás había eliminado a sus enemigos sin tener motivos para ello. Se había rodeado de un buen ejército de hombres, pero jamás se había metido en el terreno de nadie. Era un caballero y, por eso, se había ganado el respeto de todos.

Ricky vio que Alan Palmer le tendía la mano de la misma manera que había hecho él, solo que en esta ocasión el gesto fue respondido con efusión. Le irritó, pero sabía que aún era pronto para que los hermanos Williams fuesen tratados como merecían. Se habían reafirmado como tales, pero ahora tenían que demostrar que eran consistentes, ya que ése había sido su mayor error en el pasado. Les habían concedido oportunidades una y otra vez, pero ellos siempre lo habían fastidiado todo. De algún modo, comprendía la reticencia de esos hombres, ya que a él le habría sucedido lo mismo de estar en su lugar, pero aun así le irritaba porque ahora él se había convertido en el cerebro de la familia y debía respetársele por eso, especialmente después de haber logrado que ellos tuvieran la oportunidad de gozar de la situación en la que se encontraban actualmente.

Lenny estaba de muy buen humor y gesticulaba desmesuradamente, como de costumbre. Alan Palmer, sin embargo, parecía nervioso, o al menos esa fue la impresión que le causó a Ricky Williams, pero supuso que se debía a que, por fin, se encontraba en el lugar que siempre había deseado estar. Palmer se reía de las bromas y chistes que hacía Lenny y, cuando levantaron los vasos para brindar, Ricky observó que éste le guiñaba el ojo a Alan, señal de que entre ellos ya había negocios de por medio. Estaba seguro de que aquello también sería beneficioso para él y sus hermanos, así que sonrió. Sin embargo, en ese momento vio que Tommy le susurraba algo a Dave y Hernie. Luego sacó una bolsa del bolsillo y, mientras se levantaba para ir al servicio de caballeros, metió la lengua en el contenido para probar la calidad. Vio que Lenny le observaba y se dio cuenta de que su comportamiento no causaba ninguna buena impresión, ya que, aunque el bar era un lugar seguro, no estaba bien visto que los demás presenciaran tan abiertamente que consumían drogas cuando los jefes estaban delante. Aquello era una reunión de negocios y debían estar en plena forma, pues nadie podía confiar en lo que dijera una persona cuando estaba bajo los efectos de las anfetas o de la coca. Era una cuestión de sentido común, sencillamente. Ricky, además, sabía que Lenny estaba a favor de cualquier cosa, pero no aceptaba que se consumieran drogas cuando se trataba de negocios. Él las utilizaba sólo para dárselas a las prostitutas, ya que todo el mundo sabía que las precisaban para ejercer su oficio, pero él no era un consumidor de la coca colombiana que estaba llegando esos días. Él era bebedor, simple y llanamente. Tommy los había dejado en mal lugar, como si fuesen unos aficionados, por eso se molestó consigo mismo, ya que debía haber sido más tajante a la hora de decirle a sus hermanos cómo debían comportarse en presencia de esos dos hombres. Había momentos que le entraban ganas de darse con la cabeza en la pared, pues cometía errores imperdonables.

Alan sonrió, pero vio el séquito que había entrado con Lenny y eso le sorprendió, ya que en esta ocasión le acompañaban cinco de sus hombres. Sabía que Lenny era una persona astuta a la que siempre le gustaba sentirse a salvo, pero venir con esa pandilla de matones a una reunión amistosa le parecía excesivo. De repente, se sintió intimidado. También sabía que Lenny era un hijo de puta de mucho cuidado que se sentía menospreciado, y esa inseguridad era lo que le hacía comportarse de esa manera. Durante toda su vida había confiado en sus instintos, como cualquier otro delincuente que se precie, ya que el instinto era el que te decía si estabas navegando con viento favorable o si la pasma se te estaba echando encima. Era un mecanismo de autodefensa, y el suyo se excedía por diversas razones: se sentía un intruso, como alguien que está de más, como si no significase nada. Alan se bebió de un trago su copa e intentó concentrarse en los hermanos Williams y el trato que había realizado con Brewster. Su bravuconería del principio le estaba abandonando y deseó haber venido también acompañado de un buen puñado de guardaespaldas; eso le hubiera hecho sentirse más cómodo.

El bar se fue vaciando lentamente y pasó un rato antes de que nadie se diera cuenta de que Ricky se había levantado y se había ido a los servicios detrás de Tommy. Después de darle la bronca regresó al bar y vio que Lenny estaba hablando con Palmer. Ricky percibió entonces que la mayoría de los clientes habían desaparecido, salvo un pequeño grupo de hombres que estaban en la barra. Todos eran personas robustas, vestidas con abrigos de piel de cordero y hablaban entre sí tranquilamente. Se dio cuenta de que iban armados, pero eso no era inusual en un lugar como ése. La mayoría de las personas que él conocía llevaban un bate de béisbol en el coche, tenía una pistola en casa y llevaban una cachiporra. Las navajas y las pistolas eran sus herramientas de trabajo, pero que llevaran aquellas pellizas de borrego era un claro indicativo de que iban armados. Cuando Ricky se dirigió a la barra se dio cuenta de lo que iba a suceder.